Soñar es desear
Miguel Cane
Esta temporada navideña, la casa Disney regresa a la animación tradicional que le trajo fama y prestigio, y lo hace con la primera princesa negra de su historia. Ahora bien, si es cierto que hay más aires de tradición con el estilo visual de siempre, y algo de novedad hay al optar por un personaje principal que cree más en el trabajo duro que en la magia, pero la película, pese a sus buenas intenciones, se queda corta en comparación con los grandes clásicos que marcaron una época.
La protagonista de esta historia es Tiana, una jovencita humilde (como es la regla, para poder aspirar a ser princesa) que vive en Nueva Orleáns durante los años 20, (la era del jazz que decía Fitzgerald) y que trabaja para cumplir su sueño de algún día tener un restaurante, por lo que ha puesto el amor en un segundo plano, en tanto una de sus amigas busca conquistar el corazón de un príncipe que llega de visita a la ciudad.
Por supuesto, para complicar las cosas, un conjuro vudú convierte al príncipe en sapo y (como es de esperarse) buscará el beso salvador en Tiana. En la historia, todo sigue su rumbo hacia el final previsible, haciéndole homenajes a musicales de Broadway, derrochando producción, presentando personajes simpáticos y chistes que son de fácil comprensión para los niños.
Pero la magia no está ahí. Se esfuerza tanto la película en ser “memorable” y “un retorno a los encantos de antes” que no tiene personalidad propia – aunque se esfuerza en hacerlo, que con la primera princesa afroamericana, etcétera- y deriva en una especie de híbrido de La Sirenita y La Bella y la Bestia, pero sin mucha elegancia. No hay la sensación de magia que abundaba en otros clásicos como La Bella Durmiente, que ayudaron a marcar una época. Se siente que ahora, la pelicula de marras es un pretexto para lanzar una línea de merchandising: muñecas, juegos. Es una manera de asegurar a un público cautivo (las niñas entre 5 y 13 años) pero es un esfuerzo tan descarado, que sabe a comercio, aún pese a las ingeniosas referencias a los musicales del antiguo Hollywood y a las intenciones políticamente correctas.
Es inevitable que en época de vacaciones surja una pelicula para llevar a los niños al cine, pero es una lástima que la casa Disney haya caído en el juego de la competencia y (con la excepción honorable de lo que hace con Pixar) recurra al sensacionalismo decepcionante y el lugar común, para refrendar el sitio que antes ocupara por antonomasia. Esta no es una princesa fea, de ningún modo. Es sólo que se siente prefabricada, lo cuál es en algunos casos, peor.
La princesa y el Sapo/The Princess and the Frog
Dirigen: Ron Clements y John Musker
Estados Unidos 2009