Traducir el trabajo de Frank Miller es algo sorprendentemente simple, o al menos así lo han hecho parecer con su trabajo Robert Rodríguez (con la formidable Sin City) y Zack Snyder –responsable del brutal remake de El Despertar de los Muertos- con la espectacular cinta que hoy nos ocupa, 300.
Ahora bien, hay que partir del hecho que si ésta no tiene el estilo tan peculiar de la de Rodríguez (no faltó por ahí hace poco el peponazo retrógrada que, se atrevió a afirmar categóricamente y sin conocimiento de causa: “Por lo pronto, 300 ya ganó mas que Sin City así es que Zack Snyder vuelve a mostrar que es mejor cineasta que Robert Rodríguez”… y las carcajadas se oyen hasta Timbuctú: ¡pobre loser!), sí es verdad que cuenta con una espectacularidad innata para mostrar esta versión muy particular de Miller acerca de la batalla de las Termópilas (si no les suena, consulten la enciclopedia): la película entra al molde de la épica por donde se le mire; la atmósfera opresiva del arte de Miller está muy presente: la luz es extraña como en sus paneles, hay fuertes contrastes de luz y texturas (reflejos en cascos y escudos, los atuendos rojos como la sangre que mana y salpica en la que es la referencia más directa a su origen de cómic).
Los que tengan el privilegio de verla en pantalla Imax, quedarán boquiabiertos y transportados. También hay que apuntar que la trama es muy fácil de seguir y se mantiene fiel a la historia que quiere contar, tan simple como la determinación de trescientos soldados espartanos en una batalla cruenta y desigual, que los convertirá en héroes.
Las dos horas de la cinta parecen volar; el juego cámara rápida/cámara lenta es magistral y funciona muy bien en las batallas o en la secuencia del oráculo, aunque esto es mérito de Larry Fong, el cinefotógrafo. Por su parte, Snyder tiene un defecto: sucumbe a referencias demasiado obvias y hasta pedestres a la nefasta Troya (bodrio de Wolfgang Petersen) y la muy superior cinta de Ridley Scott Gladiador.
Esta ostensible falta de originalidad es el pie del que más cojea la cinta y se nota bastante en algunas partes. Y es en detrimento del director-guionista (que comparte crédito en esta categoría con Kurt Johnstad), que esto sucede, ya que apegándose a la obra de Miller, resultaría fácilmente evitable.
Sin embargo, las escenas de batallas son de una espectacularidad pocas veces vista en la pantalla: se logra una monumental coreografía al mostrar el encontronazo entre la horda colosal persa que arremete a los espartanos; la escena es como un Bolshoi ensangrentado y memorable; el espectador – y lo digo por experiencia- no podrá quedar indiferente.
En lo que se refiere al reparto, Gerard Butler se gana su sitio entre los duros (en la misma categoría de Viggo Mortensen e incluso, Harrison Ford) como Leonidas, en una interpretación lucidora y sobria. Por su parte, Lena Heady saca ventaja de tener el rol femenino más prominente del filme, como la Reina Gorgo, consorte del líder. Hermosa y serena, la Headey logra por fin romper el molde de rosa inglesa que le asignaron años de trabajo para la BBC y acaso trassciende hacia el estrellato (y si no me creen, busquen su excelente trabajo en La novia de la novia, para constatar su versatilidad.
En el lado de los persas, como cabeza de una ola de monstruos, mercenarios y esclavos, está el joven emperador Jerjes, interpretado por un prácticamente irreconocible Rodrigo Santoro (el galancete brasileño se sometió a una auténtica metamorfosis).
Visualmente hablando, el diseño de producción inclina la balanza un poco hacia el exceso en la imaginería persa, a base de las armas que usan, las escalofriantes máscaras y sus voces distorsionadas para parecer más graves, cavernosas, que los convierten en espectros aterradores ante los soldados espartanos.
La cinta es altamente recomendable, pero sí considero muy importante apuntar que no está a la altura de Sin City por muchas razones, algunas de las cuáles ya ennumeré. Robert Rodríguez es un cineasta de categoría única y su versión del mundo de Miller es tan fiel, que el propio Frank es parte de él.
En cambio, Snyder trata de servir a dos amos y con uno queda mal, en el sentido de que se compromete demasiado y la gran verdad es que aunque muy creativo, le tiembla aún la mano como director. Sin embargo, vale mucho la pena ir a ver 300 – no en vano es un fenómeno de taquilla actualmente- y con ella, se declara oficialmente inaugurada la temporada de event movies que este año tratará de sacudirse el polvo de otros, menos afortunados o prometedores.
Habrá que ver.
300
con Gerard Butler, Lena Headey, Dominic West y Rodrigo Santoro
dirige: Zack Snyder
Estados Unidos, 2007