Miguel Cane
Como “yonqui” confeso de películas de terror –affair extraño que inició en la niñez con Los Pájaros de Hitchcock y luego El bebé de Rosemary de Polanski con una Mia Farrow muy joven, al borde de la enajenación-, quien esto escribe podría decir que ha visto casi todo, desde cintas ultra gore como las magnum opus de Romero y Fulci, hasta obras indescriptibles como El año pasado en Marienbad (Alain Resnais, 1961) o Día de campo en Hanging Rock (Peter Weir, 1975) que si bien no entran de lleno en el género, son de gran influencia.
En años recientes, el declive de la película de horror/terror – ojo, no son lo mismo: en la cinta de horror el elemento perturbador viene de fuera y no puede controlarse (El resplandor), donde en la de terror, la alteración se origina dentro del hombre (El silencio de los inocentes) - se ha vuelto evidente y donde comercialmente se ha agotado la variedad (El aro, que tanta sorpresa causó, no es más que un replanteamiento americanizado de una serie de películas japonesas), han surgido algunas propuestas alternativas, que eluden la etiqueta de “película de miedo”, aunque lo sean: algunos ejemplos son Psicópata americano (Mary Harron, 2000), Se7en (David Fincher, 1995), Bajo la arena (Francois Ozon, 2001) o Mulholland Drive (David Lynch, 2001).
Como “yonqui” confeso de películas de terror –affair extraño que inició en la niñez con Los Pájaros de Hitchcock y luego El bebé de Rosemary de Polanski con una Mia Farrow muy joven, al borde de la enajenación-, quien esto escribe podría decir que ha visto casi todo, desde cintas ultra gore como las magnum opus de Romero y Fulci, hasta obras indescriptibles como El año pasado en Marienbad (Alain Resnais, 1961) o Día de campo en Hanging Rock (Peter Weir, 1975) que si bien no entran de lleno en el género, son de gran influencia.
En años recientes, el declive de la película de horror/terror – ojo, no son lo mismo: en la cinta de horror el elemento perturbador viene de fuera y no puede controlarse (El resplandor), donde en la de terror, la alteración se origina dentro del hombre (El silencio de los inocentes) - se ha vuelto evidente y donde comercialmente se ha agotado la variedad (El aro, que tanta sorpresa causó, no es más que un replanteamiento americanizado de una serie de películas japonesas), han surgido algunas propuestas alternativas, que eluden la etiqueta de “película de miedo”, aunque lo sean: algunos ejemplos son Psicópata americano (Mary Harron, 2000), Se7en (David Fincher, 1995), Bajo la arena (Francois Ozon, 2001) o Mulholland Drive (David Lynch, 2001).
Es así que llega a esta nueva categoría la más reciente película de Danny Boyle, cineasta escocés que debutó en 1993 con la sórdida y mordaz Tumba al ras de la tierra y saltó a la fama con Trainspotting: La vida en el abismo, cinta antidrogas que lograba dar su mensaje al tiempo que parecía glorificar el uso y abuso de las mismas, convirtiendo, de paso, a Ewan McGregor en estrella. Después de dos calamitosos fracasos al hilo, Vidas al límite (1997) y la degradante La playa (2000), Boyle hace un retorno a los básicos con Exterminio (título original 28 days later...), que es una cinta de horror apocalíptico, sin caer en las convenciones del género, aunque las utiliza a más no poder.
La trama parte de dos anécdotas: Jim (Cillian Murphy) es un mensajero que tras sufrir un accidente está en coma en un hospital de la capital británica. Mientras permanece inconsciente, un grupo de ecoterroristas – muy similares a los que lidereaba Brad Pitt en 12 Monos, de Terry Gilliam- se da a la faena de liberar a chimpancés que han sido sometidos a experimentos en un laboratorio. Cuando los animales se hallan libres, proceden a infectar a la población con un virus llamado “Rabia” (ecos de David Cronenberg) que provoca exactamente eso: en cuestión de minutos, el contagiado se vuelve literalmente loco salvaje y procede a matar a todo aquél que se le acerque. Cuando Jim despierta de su coma, han transcurrido 28 días del brote de infección y se encuentra con que Londres es una especie de pueblo fantasma a gran escala. Los que no han muerto y no están infectados, se hallan ocultos... el mundo se acabó, por así decirlo, mientras dormía.
La trama parte de dos anécdotas: Jim (Cillian Murphy) es un mensajero que tras sufrir un accidente está en coma en un hospital de la capital británica. Mientras permanece inconsciente, un grupo de ecoterroristas – muy similares a los que lidereaba Brad Pitt en 12 Monos, de Terry Gilliam- se da a la faena de liberar a chimpancés que han sido sometidos a experimentos en un laboratorio. Cuando los animales se hallan libres, proceden a infectar a la población con un virus llamado “Rabia” (ecos de David Cronenberg) que provoca exactamente eso: en cuestión de minutos, el contagiado se vuelve literalmente loco salvaje y procede a matar a todo aquél que se le acerque. Cuando Jim despierta de su coma, han transcurrido 28 días del brote de infección y se encuentra con que Londres es una especie de pueblo fantasma a gran escala. Los que no han muerto y no están infectados, se hallan ocultos... el mundo se acabó, por así decirlo, mientras dormía.
En total estado de shock, el personaje da tumbos por la ciudad, sin comprender lo que ha ocurrido y por supuesto, apenas logra salir con vida de su primer encontronazo con un infectado – que es nada menos que un sacerdote-. Es así que se halla con algunos sobrevivientes como Selena (Naomie Harris), Mark (Noah Huntley), Frank (Brendan Gleeson), y su pequeña hija Hannah (Megan Burns, quien da una actuación brillante). Juntos, forman un equipo peregrino que busca defenderse con cualquier arma que tengan a la mano de los “monstruos”, que son muchos y están hambrientos.
Hasta ahí, técnicamente, ésta podría considerarse una película de zombis – algo así como una versión posmoderna de La noche de los muertos vivientes (1968) o El alba de los muertos (1979), ambas de George A. Romero, que mostraban las reacciones de un grupo de personajes comunes ante el inesperado colapso de la “civilización”, en su caso, la sociedad consumista estadounidense; de hecho El alba... se desarrolla en un lujoso shopping mall que es invadido por zombis- o un homenaje a Yo soy leyenda, novela clásica de Richard Matheson, con el mismo tema apocalíptico y llevada a la pantalla en dos ocasiones... y lo es... pero también es mucho más.
Hasta ahí, técnicamente, ésta podría considerarse una película de zombis – algo así como una versión posmoderna de La noche de los muertos vivientes (1968) o El alba de los muertos (1979), ambas de George A. Romero, que mostraban las reacciones de un grupo de personajes comunes ante el inesperado colapso de la “civilización”, en su caso, la sociedad consumista estadounidense; de hecho El alba... se desarrolla en un lujoso shopping mall que es invadido por zombis- o un homenaje a Yo soy leyenda, novela clásica de Richard Matheson, con el mismo tema apocalíptico y llevada a la pantalla en dos ocasiones... y lo es... pero también es mucho más.
Por ejemplo, los infectados no se mueven torpemente por la calle. Parecen lucidos, son capaces de llevar armas y de cazar a su víctima sin piedad. La “rabia” se transmite a través de los fluidos corporales (como el VIH) y es más volátil que el Ébola, lo cuál resulta especialmente efectivo cuando alguien te muerde o escupe... los “monstruos” son especialmente horripilantes para el espectador, porque en un cierto sentido ellos son nosotros. La comparación es inevitable y, por supuesto, genera una sensación de malestar que persiste a lo largo de la cinta.
Hacia el segundo acto, la cinta cambia de tono y es una especie de lúgubre “road movie”, con todos los personajes metidos en el claustrofóbico taxi de Frank; buscan ya sea un escape o una cura o por lo menos a otros sobrevivientes. Saben que en la última transmisión de TV se reportó que el virus se había extendido a París y Nueva York (ironía del destino: la cinta se escribió y realizó antes del escándalo del SARS, por lo que su exhibición ahora obtiene una oportunidad horrenda). De los protagonistas, Selena tiene la filosofía más simple: olvídense de la cura, sobrevivir es lo que importa. Así, con un coro de voces angelicales que cantan In Paradisium for Requiem en el soundtrack (supervisado por Brian Eno), desde la butaca, uno se solidariza y siente que está en la lucha por seguir viviendo junto con ellos, a veces riendo – el humor, especialmente negro y ácido, es infaltable en la obra de Boyle- y otras con la angustia hundiéndole las uñas en los hombros.
Al acercarse al desenlace, hay preguntas clave que se vuelven aún más apremiantes: ¿habrá más sobrevivientes? ¿Existirá de verdad una cura? Y en caso de que lo haya... ¿será peor que la misma enfermedad? – esto la sabrán hasta el final y les sugerimos esperar a que terminen los créditos para enterarse... sean pacientes, que vale la pena.
Boyle maneja esta historia intrincada y maravillosa (obra del escritor Alex Garland) con mano firme y sin apasionamientos. Los actores, totalmente desconocidos, logran identificarse plenamente con el público más allá de los estereotipos y los tributos a los grandes del género, contribuyen a crear un filme atmosférico e impresionante que refrenda el talento de un director que había sido acusado de comprometer su visión en nombre del marketing. Exterminio no es una película que uno pueda olvidar fácilmente, se mete por debajo de la piel, es textualmente infecciosa y sin duda no es como las películas de zombis que la precedieron. ¿Será que un género renace? La incógnita queda en el aire, como el miedo que genera caminar por un Londres desierto, sabiendo que alguien te observa.
Boyle maneja esta historia intrincada y maravillosa (obra del escritor Alex Garland) con mano firme y sin apasionamientos. Los actores, totalmente desconocidos, logran identificarse plenamente con el público más allá de los estereotipos y los tributos a los grandes del género, contribuyen a crear un filme atmosférico e impresionante que refrenda el talento de un director que había sido acusado de comprometer su visión en nombre del marketing. Exterminio no es una película que uno pueda olvidar fácilmente, se mete por debajo de la piel, es textualmente infecciosa y sin duda no es como las películas de zombis que la precedieron. ¿Será que un género renace? La incógnita queda en el aire, como el miedo que genera caminar por un Londres desierto, sabiendo que alguien te observa.
Exterminio / 28 Days Later...
Director: Danny Boyle
Con: Cillian Murphy, Naomie Harris, Megan Burns, Noah Huntley, Brendan Gleeson y Christopher Eccleston
Director: Danny Boyle
Con: Cillian Murphy, Naomie Harris, Megan Burns, Noah Huntley, Brendan Gleeson y Christopher Eccleston