28 mar 2010

Te doy mis ojos, de Icíar Bollaín

David Guzmán

A Nancy, ella sabe por qué.



Hay ciertos temas a los que siempre rehuyo en el Cine, tal vez bajo la nada oculta intención de no sufrir con situaciones que seguramente veo de forma repetida en las noticias o incluso entre mis allegados. Situaciones en las que la realidad supera a la ficción, sin duda. Y uno de los temas que particularmente rehuyo es ver el maltrato hacia los indefensos, sean niños o mujeres.



Es el caso de 'Te doy mis ojos', película española de 2003 dirigida con rigor pero también con sensibilidad por Icíar Bollaín, una directora y actriz que traía un par de largometrajes bajo el brazo (actualmente dirige a Gael García Bernal en su nuevo film) pero siendo sin duda éste el que la dio a conocer internacionalmente. La premisa, sencilla en su anécdota pero con tratamiento interesante trata sobre Pilar, una mujer que una noche decide abandonar con su hijo, a su esposo Antonio. No sabemos los motivos, pero algo anda mal donde decide irse sin revisar siquiera el calzado que lleva puesto. Pilar acude al apoyo de su hermana, una restauradora de arte próxima a casarse que la recibe inquieta, pues desconoce lo que ocurre. La causa es develada posteriormente: Antonio es violento y tiene a Pilar atrapada en una especie de montaña rusa de celos, deseo, golpes y dependencia.


El mosaico de situaciones está servido y uno pensaría que todo el asunto tiene tintes casi didácticos pues aparecen todas las aristas que uno desearía tener para estudiar una conducta así: por un lado, el enojo de la hermana que no tolera ver el maltrato que sufre Pilar; en otro el pequeño, que empieza a generar miedo ante su padre al verlo estallar en esas crisis; la madre de Pilar como presencia de las costumbres y tradiciones ‘la mujer tiene que estar siempre al lado del esposo’ etc.; en otra arista, toda la preparación de una boda que nos recuerda lo bonito que puede ser el inicio de una vida en pareja; por supuesto Antonio, que ha empezado a buscar ayuda asistiendo a terapia grupal entendiendo lentamente el daño que provoca y por último, la parte más afectada: Pilar misma, padeciendo el terror que le infunde su esposo cuando la violencia se apodera de él. Especial atención a ella, a Pilar pues no carece de culpa en la maraña (si de buscar culpables se tratara), su actitud es la de una mujer que parece no quererse a sí misma, aunque su miedo no le permite percatarse de ello.


Hay que tener capacidad narrativa para lograr que lo planteado, no nos suene a lección moralina y Bollaín lo logra de forma sobresaliente. Me gusta mucho la forma en que la directora aborda el tema, consigue proyectarle vitalidad y fuerza sin trampas ni sentimentalismos baratos. En este tenor se agradece que la tonalidad del film no sea explícita gráficamente y que el punto medular de la cinta sea que estamos asistiendo a un periodo de reconstrucción en la relación de este par, no a una fotografía prolongada de la crisis; sin embargo, con un par de secuencias clave lo suficientemente poderosas podemos entender el problema en toda su magnitud sin recurrir al flashback: la co-dependencia, la baja autoestima y la violencia como ejes de toda la narración y en el centro, la labor actoral de una exquisita Laia Marull (tiene años que no veía una actuación tan plena de matices, tan vívida y real) como Pilar y de Luis Tosar (brillante como el frustrado e inseguro esposo) como contraparte. No está de más repetirlo: el trabajo de Laia excede cualquier expectativa, ver sus ojos, el terror que expresa con su cuerpo y manos, deja afectado a cualquiera.


Ahí está ‘Te doy mis Ojos’ para concederle la oportunidad de ser vista, al menos (y sin querer caer en lección moralina), para recordarnos las trampas del amor o como mencioné alguna vez, los falsos rostros de él.

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