Miguel Cane
“Está muerta... envuelta en plástico...” con estas palabras, pronunciadas por el confundido (pero buena gente) Pete Martell al encontrarse de manos a boca con Laura Palmer, la reina de los adolescentes, muerta en la playa afuera de su casa, la historia de la televisión cambió para siempre.
¿Quién mató a Laura Palmer? Esta pregunta corrió de boca en boca a la mañana siguiente del estreno de Twin Peaks. El 9 de abril de 1990. Nadie sabe si esto sería por la novedad – hablamos de una época en que lo de moda en la TV americana era Dallas (que estaba en sus últimas boqueadas) y aún no se estrenaba Beverly Hills 90210, por lo que su hija bastarda, Melrose Place, ni siquiera brillaba en el horizonte-, porque era diferente o porque estaba tan bien hecha, el caso es que aquel piloto impactó a millones de telespectadores y sin proponérselo, había cambiado la historia del serial televisivo para siempre, algo que no ocurría desde el estreno de Peyton Place (la celebérrima Caldera del Diablo) en 1964, cuando nació la telenovela nocturna en horario estelar, curiosamente, en la misma cadena: la ABC. En menos de 30 capítulos distribuidos en dos temporadas, el cineasta David Lynch y su socio Mark Frost revolucionaron la ficción televisiva estadounidense con a una brutal mezcla de géneros y una atmósfera surrealista y opresiva inauditas hasta aquel momento en la pequeña pantalla, y convirtieron la imagen del cadáver de la hermosa Laura Palmer (es decir, la deslumbrante Sheryl Lee) envuelto en plástico en todo un icono de la cultura popular, vigente hasta hoy. Los ocho episodios de la primera temporada fueron un auténtico bombazo. En la segunda temporada ya se notaba el intento de alargar la serie para explotar al máximo el éxito que estaba teniendo y esto devino en un alargamiento innecesario. Aún así se convirtió en serie de culto alrededor del mundo.
Una rubia en plástico
Curiosamente, como suele ocurrir con estas cosas, Twin Peaks no estaba destinada a triunfar. La ABC se quedó con ella porque, a finales de los 80, estaba hundida en las audiencias contra el superpopular Bill Cosby y estaba literalmente desesperada por invertir esa tendencia (una situación no muy diferente de la que vivió en 2004 y llevó al estreno de Perdidos y Mujeres desesperadas) y, de hecho, la famosa secuencia de la habitación roja al final del piloto se rodó para la edición europea video, por si la serie no pasaba de ahí. Lynch y Frost se basaron en un proyecto anterior sobre Marilyn Monroe que no fructificó, en melodramas como Peyton Place, donde la entonces jovencita Mia Farrow interpretaba un rol que sirvió como inspiración para la parte 'buena' de Laura Palmer y en el propio mundo de Lynch, que venía de rodar un éxito como Blue Velvet, que trataba acerca de un típico pueblito americano donde la superficie plácida y apacible oculta un mundo de violencia y corrupción.
Para Lynch y Frost, la investigación del asesinato de Laura Palmer no era más que un pretexto para contar historias sobre el pueblo de Twin Peaks, en el que todo el mundo tiene secretos y vive una doble vida de un modo parecido a como lo hacía Laura, que era al mismo tiempo la adolescente favorita de todo mundo, dulce, sensible, de buen corazón y muy popular en la escuela, y en secreto, era una prostituta drogadicta que era capaz de cualquier cosa para satisfacer sus bajas pasiones.
Del mismo modo, en el pueblo late además la sensación de que algo malvado habita en los bosques que lo rodean. Además de valerse de las historias a lo soap opera – adulterios, enamoramientos, chismorreos, madres solteras...- y de la trama policíaca, Lynch y Frost decidieron incorporar elementos surrealistas y sobrenaturales a la trama con cierto tino, valiéndose del singular agente del FBI, Dale Cooper, hecho a la medida de Kyle MacLachlan, para ser el hilo conductor de las muchas tramas. Cooper, un hombre serio y formal, con un sentido del humor un tanto absurdo. Como balance a las excentricidades de Cooper, estaba el Sheriff Harry Truman (interpretado por el canadiense Michael Ontkean) un hombre justo y humilde, que representa la cara sencilla y generosa del pueblo, opuesta al lado corrupto y sórdido que encarna el milloneta Ben Horne (Richard Beymer), que tenía negocios sucios en todas partes. El elenco lo complementaban las (en aquél entonces) jóvenes y guapas Sherilyn Fenn y Lara Flynn Boyle como Audrey Horne y Donna Hayward, amigas de Laura; una la proverbial Fille Fatale con el corazón de oro, y la otra una chica virginal y pura con un lado un tanto violento. Para completar el cuadro, Lynch eligió a la veterana y formidable Piper Laurie como la maquiavélica Catherine Martell, que era una señora de sociedad perversa y de mal corazón, que se convertía en un enigmático hombre de negocios japonés (sí. De veras. Esa era la clase de historias que se contaban en Twin Peaks).
Se acabó el pastel
A pesar del éxito en la temporada transmitida en la primavera de 1990, y de ser renovada por una segunda temporada a iniciar ese otoño y en la que aparecerían algunos rostros posteriormente célebres como David Duchovny o Heather Graham, la serie fue haciéndose cada vez más enrevesada y extraña, perdiendo así el interés de la audiencia. La identidad del asesino de Laura Palmer (podríamos decírsela, pero mejor no) se reveló a mitad de esa segunda temporada por presiones de la ABC, que terminó cancelándola, y el control de Lynch y Frost, que había sido muy cercano en la primera temporada, se hizo inexistente casi, porque Lynch ya estaba metido en otros proyectos que le interesaba hacer, como fueron Salvaje de Corazón y un fallido sitcom llamado En el aire. Desde entonces su estatus de serie de culto y de germen de gran parte de la ficción posterior no hizo más que crecer. Series como Doctor en Alaska, Expedientes secretos X, Perdidos e incluso Los Soprano (reconocido por boca del propio David Chase) le deben mucho a Twin Peaks.
Nada más por no dejar, en 1992 Lynch intentó cerrar un poco el mundo de la serie con la película Fuego camina conmigo, que contaba los últimos siete días de la vida de Laura Palmer, pero resultó en un fracaso crítico y de público. Sin embargo, la semilla ya estaba plantada. De hecho, su primera temporada resiste muy bien el paso del tiempo, sobre todo por la atmósfera inquietante del pueblo lograda no sólo gracias a esos personajes, sino también a una fotografía muy cuidada, unas imágenes con mucha fuerza (el cadáver de Laura, el interior del vagón de tren) y una música muy efectiva a cargo de Angelo Badalamenti.
Hermosa, memorable, inolvidable, grotesca... la serie ha acumulado calificativos a lo largo de estos veinte años, y todos se aplican muy bien a este proyecto sui géneris, que sigue con mucha vida gracias al DVD – es una de las series más vendidas en este formato- y sea como sea, una visita a este pueblo siempre resultará irresistible.
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