A Roger Cortés Carrillo,
con mi admiración por el profundo amor
que profesa a sus hijos.
Lo pensé en su momento mientras veía la cinta: ‘el título es incorrecto, esta película debió llamarse Belleza Americana’
Este sí pretende ser un jalón de orejas a todos aquellos cinéfilos que menosprecian al cine norteamericano y que descalifican anticipadamente cuanto título produce ese país. Es cierto que son pocos los directores valiosos que trabajan al margen de esa poderosa industria y que se pueden contar con los dedos de la mano: Jim Jarmush, los Hermanos Cohen, John Sayles y uno que otro que debe estar escapando a mi memoria y es que usualmente estos realizadores consiguen financiar sus proyectos después de pasar por muchas dificultades, de hacer verdadera labor de convencimiento a diversos productores para poder ver realizadas sus muy personales obsesiones.
Pero, ¿qué pasa cuando esta industria ‘elige’ a un buen director y lo provee de cuantos recursos se dispongan, otorgándole total libertad creativa y rodeándolo de los mejores profesionales en las distintas áreas artísticas que implican el rodaje de una cinta? los resultados pueden ser deslumbrantes. Créanme que en esta situación son todavía menos los afortunados y entre ellos se encuentran entre otros, Tim Burton, Darren Aronosfky y el recién llegado, Sam Mendes.
Este último, afamado y respetado director de teatro, se hizo del rogar durante mucho tiempo para dar el salto de plasmar su oficio al celuloide y cuando por fin se animó, lo hizo por supuesto, de una manera brillante debutando en 1999 y ganando el Oscar al Mejor Director por Belleza Americana, el aclamado y multipremiado film protagonizado por Kevin Spacey y Annette Bening. Esposo de Kate Kinslet (Titánic) y con una impresionante carrera como director teatral, Mendes goza de la admiración de una de las voces fuertes de Hollywood: Steven Spielberg.
Así, la productora de Spielberg, Dreamworks, lo trajo de regreso con Camino a La Perdición, una película de hermosa factura, espléndidas actuaciones y una cautivante historia, elementos que hacía tiempo no disfrutaba en una cinta estadounidense. La película es una gran muestra de lo que el cine de ese país puede ofrecer al mundo cuando se lo propone.
Camino a La Perdición entreteje en su título dos significados que convergen en la trama. La Perdición como un lugar físico, al que se dirige Michael Sullivan huyendo con su hijo, pero… también implica el infierno y el drama que vivirá el personaje de Tom Hanks derivado del oficio al que se dedica.
Vayamos por partes. En los créditos iniciales se puede leer que la historia es la adaptación de la novela gráfica (término que no es más que una derivación de los cómics o historietas, dirigida a aquellos que buscan relatos más complejos) “Road To Perdition”, escrita por Max Allan Collins e ilustrada por Richard Piers Rayner. El primero, escribió durante décadas capítulos de cómics como Dick Tracy y Batman, entre otras historias de detectives (Eliot Ness, por ejemplo).
"Road to Perdition" apareció en 1998 como la primera parte de una trilogía y fue el productor Dean Zanuck quien tuvo el primer contacto con esta novela que narra una historia ubicada en los turbulentos años 30, años de la gran Depresión americana…época de gángsters.
Es la historia de Michael Sullivan (o El Ángel de la Muerte, según la propia historieta aunque es un detalle que nunca nos mencionan en la cinta), un matón a sueldo interpretado por Tom Hanks, al servicio de una poderosa banda irlandesa lidereada por John Rooney, personaje actuado soberbiamente por Paul Newman.
Sullivan posee una personalidad sombría, su pequeña familia la componen su esposa Annie y sus dos hijos: Michael y Peter. El mayor de ellos, Michael, se siente intrigado por desconocer el oficio de su padre. Sólo sabe que sale por las noches, que trabaja para el Sr. Rooney y que le guarda un profundo respeto, perceptible porque cuando está cerca de él, el silencio que impera entre ambos es casi sepulcral.
Es esa curiosidad la que, durante una noche lluviosa, provoca que el pequeño Michael se esconda en el auto en el que viaja su padre y observe por sí mismo el oficio que éste ejerce.
El Ángel de la Muerte, es frío a la hora de matar, hábil y certero. Por el arrebato del hijo de John Rooney (Connor Rooney, un siniestro Daniel Craigh) que mata a uno de los enemigos de su padre, no le queda más remedio a Michael Sullivan que intervenir en la masacre. Toda la escena es vista por el niño quien es descubierto instantes después y quien, a partir de entonces, deberá ser liquidado para no poner en peligro la seguridad de la poderosa familia Rooney.
Michael Sullivan ha mantenido en secreto su profesión. Es el favorito de John Rooney a quien debe todo lo que tiene. El viejo Rooney adora a los hijos de Michael, pero desprecia todo lo que su propio hijo Connor, hace. La cinta es principalmente una historia de amor filial; la compleja y por momentos brutal relación de John Rooney con su hijo Connor, contrasta con la que mantiene Michael y su vástago. "Michael Sullivan se considera en camino al infierno y ahora está luchando por el alma de su hijo”, apuntó Sam Mendes.
Así, en medio de traiciones y asesinatos dolorosos, Michael Sullivan se ve obligado a enfrentar a la peligrosa familia Connor tratando de salvar a su hijo, mientras huye con él a La Perdición, el sitio en el que habrá de refugiarse mientras organiza su venganza.
El actor Stanley Tucci (El diablo viste a la moda), quien generalmente se mueve en los terrenos de la comedia, sorprende en el papel del socio de John Rooney. Vestido impecablemente y con una frialdad fársica, trata de proteger a John contratando a Harlen Maguire, un fotógrafo que tiene como segundo oficio el ser un asesino a sueldo.
Maguire va tras Sullivan y es entonces cuando comienza una espléndida mezcla de road movie con cine negro de los años 40, con lo que la cinta se inscribe en la línea de títulos como Los Intocables (1987) de Brian de Palma o la magnífica El Padrino (1972) de Francis F. Coppola.
Maguire es especialista en fotografiar muertos; en ocasiones llega en el momento justo de la lenta agonía de las víctimas, paga para estar sólo con ellas e indiferentemente, termina de matarlas; coloca su cámara fotográfica y plasma el tétrico momento en su negativo.
Jude Law está excepcional como este obsesivo rastreador que acecha a su presa sigilosamente; prácticamente calvo y con una palidez similar a la de los muertos que fotografía, Law construye un ser complejo capaz de mostrar una actitud cálida en un momento y al siguiente disparar a sangre fría, con esa misión que planea llevar hasta sus últimas consecuencias.
¿Y Tom Hanks? No sé, pero presiento que a pesar de haber hecho una labor actoral sobresaliente, el perfil del Angel de la Muerte que muchos conocen de la novela original, requería por lo menos de alguien con otras características físicas. Aunque está visto que estos actores que ya empezaban a encasillarse en cierto tipo de papeles, están lidiando por encontrar personajes totalmente diferentes a los que usualmente han interpretado (el caso de Robin Williams es muy notorio con su reciente participación en Insomnia y One Hour Photo, por ejemplo). Pero Hanks tiene los medios y las influencias para hacerse de un papel que huela a Oscar, así que era inminente su participación en esta cinta.
Caso contrario al de Paul Newman, cuya personalidad hace las veces de una variante de Al Capone. Newman es un actor con cualidades infinitas que todavía tiene mucho que mostrar; ese Oscar que ganó por El Color del Dinero está muy bien respaldado.
Con gran economía de movimientos de cámara, Mendes va penetrando en la personalidad de cada uno de los personajes de la historia y es posible incluso empezar a identificar algunas situaciones que el director utiliza para retratar mejor la psicología y el momento que atraviesan los protagonistas.
Por ejemplo: el uso de la mesa familiar, lo vimos en Belleza Americana y lo volvemos a presenciar en Camino a La Perdición, como el lugar donde mejor captamos los espectadores, esos complejos lazos afectivos que existen entre los personajes principales.
A diferencia de Belleza Americana, en donde vemos –mientras comen- a Annette Bening luchar por el poder con su esposo (el personaje de Kevin Spacey); en Camino a La Perdición vemos que Michael Sullivan, su callada esposa Annie (una irreconocible y madura Jennifer Jason Leigh) y sus dos hijos sólo intercambian miradas, la segunda con actitud pasiva sirviendo la cena y los niños observando al padre con sumo respeto.
La importancia de la lluvia. En Belleza Americana sirvió como preámbulo al diálogo climático sostenido entre los personajes interpretados por Kevin Spacey y Chris Cooper, el estricto militar retirado que cree que su hijo es homosexual. En Camino a La Perdición, una intensa lluvia es el elemento fundamental que sugiere y da fuerza a la idea de que la vida del personaje de Paul Newman ha llegado a su fin; es en medio de la lluvia también, en el que el pequeño Michael observa a su padre matando.
También como en su debut, Mendes volvió a trabajar con Conrad L. Hall, un extraordinario mago de la luz que logra imágenes de una magnífica belleza visual que provocan un deleite que no termina de asimilarse sino hasta finalizada la proyección...magia pura. Hay especialmente una secuencia que deslumbra: la llegada de Michael Sullivan a la esplendorosa y creciente ciudad de Chicago, con sus edificios y amplias avenidas, atestadas de autos de la época; logrando una ambientación e imágenes realmente impresionantes.
El compositor Thomas Newman, a quien recordamos por sus realizaciones para Sueño de Fuga y Milagros Inesperados, ha compuesto el que considero su mejor trabajo musical a la fecha. Los momentos importantes de la cinta, están matizados por un acompañamiento exquisito con reminiscencias de música irlandesa, tenue pero contundente y totalmente acorde a la atmósfera de la cinta.
La imagen del niño que reflexiona y madura frente al apacible y extenso mar, en un claro homenaje al poético final de Los 400 Golpes de Francois Truffaut, nos confirma que Sam Mendes es uno de los mejores directores de la nueva camada norteamericana (es inglés de nacimiento pero toda su carrera cinematográfica la está desarrollando en Estados Unidos) y demuestra que sabe cómo hacer cine, aunque esta sea su segunda cinta.
Si no la han visto, réntenla y confíen -de vez en cuando- en lo que el cine norteamericano artísticamente nos puede ofrecer; Camino a la Perdición es una buena muestra.