Miguel Cane
Han pasado casi ocho años antes de que Mark Romanek retomara su carrera cinematográfica después de la sorprendente Retratos de una obsesión, y numerosos videoclips de excelente factura. Nunca me abandones constituye su tercer trabajo hasta la fecha (debutó, en 1985, con Static), y como en toda progresión profesional lógica apunta más alto.
Así, presenta un filme basado en la aclamada novela de Kazuo Ishiguro: en 1978 un grupo de niños convive en un selecto internado inglés; al cabo de los años, acabarán convirtiéndose en Carey Mulligan, Andrew Garfield y Keira Knightley. El espectador es testigo de su crecimiento, de cómo surge el triángulo amoroso entre un chico y dos chicas (la tímida Kathy y la voluntariosa Ruth) en un ambiente estrictamente controlado y forzados a verse día tras día durante toda su vida. Claro que, también, descubriremos el secreto inenarrable que esconden los muros del colegio, y que condicionará de manera inapelable las vidas de los protagonistas y a partir de esta revelación, la película afectará al espectador de manera totalmente distinta a lo esperado.
Obviamente, una bomba argumental de este tamaño (aquí no encontrarán spoilers) puede alterar la percepción de la cinta y en el caso de Nunca me abandones es muy claro. Durante los primeros veinte minutos se juega a un juego concreto y tan sólo el prólogo permite entrever algo tenebroso e inquietante que se irá dejando ver conforme avanza la trama, demostrando que ésta no es una película romántica cualquiera, sino que es una historia sobre algunas facetas insólitas del amor.
Una mención especial merecen la aparición de Charlotte Rampling (esa diva de lo poco común) en sus contadas escenas como la directora del colegio, y la prodigiosa Sally Hawkins, como Miss Lucy, una profesora de artes que se compadece de sus alumnos. De hecho, es ella quien sirve como detonador del gran secreto de la trama.
La película sigue el tránsito de la infancia a la juventud, con una mirada muy genuina y triste a la aparente 'normalidad' de la niñez, (ecos de Cría Cuervos de Saura) y de hecho, para estas secuencias, Romanek utiliza un estilo frío y restringido; esto ha resultado en el disgusto de algunos críticos que lo acusan de falta de riesgo artístico; sin embargo, más allá de esta rigidez ostensible, en el filme hay algo más, un brote de angustia ante lo inevitable que lucha por salir y que evita que la cinta pueda considerarse estéril.
Esta es una fábula, de amor y pérdida, de terror y ciencia especulativa, fiel a los planteamientos de la novela; un drama monumental y gélido (como Gritos y susurros de Bergman, por ejemplo), como se ve en el tercer acto del film. A partir de ahí, es inevitable que que el espectador sienta una oleada de pánico y tristeza por lo que ve: las secuencias se despojan del refinamiento inicial y la cinta adquiere una nueva dimensión: Kathy, por amor, entra en una carrera desbocada contra reloj, destino y horror. Así la vive el espectador que sigue todo desde su butaca, deseoso por abandonar este juego lúgubre al que ha llegado sin percatarse.
Nunca me abandones es una de las grandes novelas del siglo XXI y la cinta, adaptada con devoción por Alex Garland (Exterminio, Sunshine) alcanza sus objetivos con maquiavélica crueldad, valiéndose de un gran trabajo a cargo de Carey Mulligan, que no solo es una actriz: tiene carácter y se nota. Romanek vuelve a plantear las ambigüedades que le gustan y lo hace con solidez y oficio: esta es una película que perdura en la víscera y en la consciencia, y eso mismo es lo que hace de ella una cinta muy notable, que merece más crédito – por sus muchos elementos que sobrepasan sus defectos- del que algunos le han dado.
Never let me go/Nunca me abandones
Con Carey Mulligan, Andrew Garfield, Keira Knightley, Nathalie Richard, Sally Hawkins y Charlotte Rampling
Dirige Mark Romanek
Gran Bretaña/EEU 2010