Tim Burton es uno de los escasos directores que pueden ser llamados genios, sin que sea hipérbole, en tiempos recientes y su trabajo como cineasta, aún con algunas inconsistencias, es siempre de primera. Tiene una visión tan particular que habitualmente no se limita sólo a dirigir a los actores de sus cintas: en todas ellas, en mayor o menor grado, Burton tiene un papel importante. Elige personalmente al elenco, edita el guión, contribuye al estilo visual y al diseño de producción, dándole siempre su sello personal.
En esta divertida comedia de humor negro – que por ser animada no quiere decir que sea únicamente para niños, que conste- Burton retoma uno de los temas que más le gustan: la exploración de las posibilidades de la muerte y lo que hay más allá de esta, tratado todo con desenfado, humor ácido, ternura, y lleva al espectador al mundo Burtoniano que hemos llegado a conocer y querer.
Siguiendo la tradición de su primer trabajo, el corto animado Vincent (realizado hace más de veinte años) y de la célebre El Extraño Mundo de Jack (donde no dirigió, pero hizo labor de productor y creativo por lo que la cinta es tan suya como de Henry Selick, director quien casi siempre es olvidado cuando se habla de dicha cinta), Burton presenta aquí la historia de Víctor Van Dort (voz de Johnny Depp) un muchacho tristón, que está a punto de casarse con Victoria Everglot (la inconfundible Emily Watson), una chica sombría pero gentil, a la que acaba de conocer y cuyos padres están desesperados por ver casada con él – por motivos económicos, naturalmente.
Nervioso, antes de la ceremonia, Víctor va a un paraje del bosque y ahí, ensaya cómo decir sus votos durante la boda. Pero no contaba con que esto lo hará terminar casado con una chica muerta (Helena Bonham-Carter) quien, dichosa de haber encontrado el amor, le mostrará cómo es el mundo del que proviene, mismo que es un enorme contraste con el que habita Víctor y así le cambiará, literalmente, la manera de ver la vida… ¡y la muerte!
Con un maravilloso trabajo de animación realizado utilizando figuras de tercera dimensión, esta película es un relato divertido, un musical interesante (hay cuatro números creados por el genial Danny Elfman, indispensable en el ouvre de Burton) y una fabulita oscura e irreverente acerca del amor y la muerte. Tecnológicamente – y sin dejar de dar debido reconocimiento al maestro Ray Harryhausen-, la cinta es prodigiosa: el diseño de personajes, supervisado es llamativo e interesante. Cada personaje, tanto en el reprimido mundo de los vivos como en ultratumba – que asemeja un cabaret de la República de Weimar-, tiene una personalidad definida y quien se roba cada escena en la que está, es el personaje de Finnis Everglot (padre de la novia viva) cuya voz es interpretada en inglés por el magnífico Albert Finney.
El Cadáver de la Novia tiene algo que va a gustar tanto a los muchos fans del director, así como los admiradores del séptimo arte y especialmente aquellos, chicos y grandes, que disfrutan de la animación casi-viva, como en este caso. Con una duración de 76 minutos, no aburre y se desarrolla con un gusto cuyo entusiasmo trasciende la pantalla y es contagioso. Al ver algunas películas, a veces uno quiere morirse… pero con esta, el deseo es ese precisamente ¡ojalá pudiéramos ir al mundo de los muertos!
El Cadáver de la Novia/Corpse Bride
Con Johnny Depp, Emily Watson, Helena Bonham-Carter, Albert Finney y Tracey Ullmann.
Dirige: Tim Burton
Guión: John August, Pamela Pettler y Caroline Thompson
Música: Danny Elfman
Distribuye: Warner Bros. (EEUU/Reino Unido 2005)