Miguel Cane
Compacta, vivaz, de mirada inquisitiva y segura de sí, Edie Falco (Brooklyn, 1963) es una actriz de extracción teatral, que podría dar cátedra en lo que a lidiar ejemplarmente con la fama se refiere. En los últimos trece años – desde que el mundo la descubriera como Carmella Soprano, esposa neurótica (aunque buena madre) que le aguantó literalmente todo a su marido mafioso, encarnado por James Gandolfini – en la saga familiar Los Soprano, que supo mezclar Falcon Crest con El Padrino para convertirse en un hito televisivo, la actriz tuvo mucho cuidado de separar los aspectos profesionales de su carrera, de su vida íntima. De este modo, no se hizo figura asidua de las páginas de chismorreos en las revistas y el internet, donde Gandolfini recibió, por varios años, rutinarias golpizas mediáticas a causa de su mal temperamento, su gusto por el juego, el alcohol y un escandaloso divorcio.
Parecía que mientras más pública era la debacle de Gandolfini, más enigmática resultaba su compañera de reparto – aunque no es ninguna blanca paloma, y ella misma lo admite, en alusión a los once meses que vivió en adulterio con Stanley Tucci entre 2003 y 2004, mientras actuaban en Broadway y él estaba casado – habla poco con los medios y se concentra en su trabajo en teatro y televisión. Fue hasta mucho después que se supo que es madre soltera. En 2004 adoptó un niño al que llamaría Anderson (en 2008 adoptó a una niña, Macy) y que también ese año padeció un brote de cáncer de mama, que lleva cinco años en remisión. Así, discreta, pero directa.
“Si la gente me pregunta, yo contesto ponderando las preguntas, claro. Hay cosas que no son de la incumbencia de nadie y es entonces que tienes que recurrir a lo que es tu oficio y hacerte la que no oíste para salir del paso. Y es que, oye, hay mucha gente muy grosera. Te hacen preguntas que no tienen nada qué ver con tu trabajo, pero que tampoco tienen nada qué ver con tu imagen pública, es decir, la “fama”. ¿Qué les puede importar lo que una haga cuando no trabaja o no está en un acto público? ¡Siempre es la misma monserga, por el amor de Dios!” y se ríe.
Después de Los Soprano, Falco se embarcó en un nuevo proyecto: la comedia negra Nurse Jackie que estrena su tercera temporada en América Latina en televisión por pago. Parodia con mucho humor ácido de los melodramas de hospitales, tan populares en los Estados Unidos, es la historia de Jackie Peyton, una enfermera que trabaja en la sala de urgencias de un hospital de Nueva York, donde es muy buena en lo suyo, capaz de trabajar largos turnos, aunque claro, Jackie tiene un secreto que descubrimos en el primer capítulo: es drogadicta: se mete cuanto ansiolítico y analgésico cae en sus manos y los obtiene gracias a que se acuesta con Eddie, el farmacéutico del hospital, sin importar que además está felizmente casada y tiene dos hijas pequeñas... y eso, es solo el principio.
-¿Por qué una comedia, después de Oz y Los Soprano? ¿Te cansaste de la temática intensa?
Pues la verdad es que al principio yo no sabía que era una comedia. Verás, al leer el guión del piloto y el segundo capítulo, que fue lo primero que leí, la serie en sí se sentía como un drama con escenas graciosas. Me gustó, pero era muy oscuro. Se llamaba Nurse Mona. Lo cambiaron un poco y encontraron esta vena de humor sarcástico, de no tomarse en serio nada, y entonces me encantó. Vemos a Jackie como lo que es; una persona real, de carácter volátil y muy imperfecta, pero básicamente buena, con un código del honor y la justicia, un poco por los pelos, pero sí. En ella hay un equilibrio entre lo bueno y lo malo. Parece moverse con una especie de doble moral en la que todo se vale a la hora de ayudar a un paciente y todo se vale también a la hora de calmar sus dolores físicos para poder hacer frente a su vida tanto profesional como familiar. No la tiene fácil.
- Pero eso es lo que hizo el personaje atractivo para ti, supongo. Romper las reglas.
Claro. Jackie está llena de claroscuros y es un personaje que hace cosas tradicionalmente masculinas, pero creo que es hora de entender que eso no la hace un hombre, sino un tipo particular de mujer. Quiere ser una superheroina, trata de hacer todo por todos, pero le cuesta mucho. El precio lo paga en su vida personal, en su sanidad mental, y es demasiado alto, creo.
-¿Son muy distintas Carmella y Jackie?
No podrían ser más distintas. Son de planetas completamente diferentes. Claro que tienen en común que son mujeres fuertes que siempre consiguen lo que quieren. Pero Carmella era una mujer más bien ociosa y neurótica. Jackie no puede darse esos lujos. Aunque sean de un origen parecido, económicamente sus situaciones son muy distintas. Jackie no tiene los mismos patrones de pensamiento. Yo diría que Carmella es más pasional, mientras que Jackie, en su condición de adicta que siempre busca estar alerta, es mucho más astuta y hábil que Carmella.
-¿Cómo acepta el público a una heroína que es, como mencionas, una adicta?
Pienso que como están las cosas actualmente, a la gente le cuesta mucho vivir a la altura de la versión idealista del héroe y que está cansada de ver a personas que hacen las cosas a la perfección y de sentir que ellos fracasan. En cambio, cuando alguien es imperfecto, se puede entender mejor cómo piensa. Mira, yo soy alcohólica. Por eso entiendo perfectamente la situación de Jackie. Hace quince años que no bebo, y seguí los doce pasos de Alcohólicos Anónimos. Y me ayudó. Mucho. Por eso sé, que para alguien que trata de librarse de una adicción, una vida estable es imprescindible a su alrededor, porque un adicto tiene cada vez más problemas, y -tal como mi personaje- termina no queriéndose a sí mismo por todas las cosas que no puede poner de manifiesto. Ella genera caos adonde vaya, y sin embargo la gente la quiere. Ahí están la doctora Elinor, que es Eve Best, y Gloria, la administradora del hospital, que es la maravillosa Anna Deavere Smith, que hace un personaje fabuloso y Merrit Wever, que es Zoey, la enfermera estudiante que es tan excéntrica. Todas ellas le dan fuerza a Jackie cuando menos lo imagina y aunque actúa como si no las soportara a veces, lo cierto es que sin su gente en el hospital, estaría perdida.
-¿Por qué tan poco cine en vez de series de TV? ¿Te da más libertad de espacio?
Creo que es un momento interesante en la TV porque hay muchos programas protagonizados por mujeres que ya no tienen 20 años. Es fantástico porque creo que lo más interesante de la vida empieza a los 40. Le estamos dando una voz a la generación a la que pertenezco. No hago cine, mas que algunas cosas independientes, porque, te seré sincera, lo que me ofrecen en películas son estereotipos. Todos los papeles se parecen a algo que ya vi antes, algo que interpreté antes y algo que no me atrae demasiado. Por eso vuelvo a la televisión, porque me da lo que quiero y lo que necesito. Lo que me sorprende. En esta carrera nunca sabes qué va a pasar después, pero cada día me siento afortunada porque tengo muchos amigos que son actores de mi edad y que todavía no pueden ganar suficiente dinero para vivir. O sea que yo me siento muy, muy afortunada, porque no tengo que llamar a mi madre para que me eche una mano con la renta, porque puedo sostenerme a mí y a mis hijos. Trabajé mucho durante muchos años; tuve que ser mesera y hacer otros trabajos que no me gustaban nada. Pero de verdad, nada. Pero por el hecho de poder mantenerme y hacer lo que me gusta, cada día desbordo de gratitud y esa es la verdad. Tengo cuarenta y ocho años de edad, y lo mismo esto se termina mañana mismo, así que no me preocupo por lo que no tengo. Siempre verás el vaso medio lleno si eso es lo que realmente necesitas. Y en eso, mal que me pese, me parezco mucho a Jackie.