Miguel Cane
¿Se acuerdan de aquellos tiempos en que Guillermo del Toro era un director de cine? Sí, cuando innovó con La Invención de Cronos (1992), cruzó la frontera con Mimic (1997), y se coronó con El Laberinto del Fauno (2006). Todo antes de convertirse repentinamente en un diletante que cada mes, más o menos, anuncia una película que eventualmente abandonará, un proyecto que no llevará a cabo o que dejará en manos de otro, como sus presuntas novelas – que él no escribe – y la cinta que hoy nos ocupa, No le temas a la oscuridad, que después de una larguísima pre-producción y rodaje, llega a salas con publicidad engañosa que la muestra como película de del Toro cuando no lo es (pero las distribuidoras creen que el público no lee los carteles, y tienen razón), si bien por años fue un proyecto muy personal para el tapatío, ya que se trata del remake de una película hecha para la TV en los 70 que vio de niño y que lo obsesionó por años, al punto de que en cuanto pudo compró los derechos para hacerlo.
La historia original – protagonizada por Kim Darby, escrita por Nigel McKeand y dirigida por John Newland – gira en torno a un ama de casa neurótica que se muda a una mansión gótica y sin saberlo libera a unos monstruitos enanos del sótano, que la acosan, pese a la incredulidad de su obstinado marido, hasta que acaban por llevársela con ellos a su madriguera. El desenlace, abrupto y desolador, ciertamente dejó huella en generaciones de telespectadores y no es difícil imaginar a del Toro como prepúber fascinado ante la pantalla. Sin embargo, es reprochable que después de años de tomarnos el pelo con el “ya merito hago esto”, el Gordo vuelva a las andadas, no haga nada y deje todo en manos de Troy Nixey, un director novel e inexperto, al que la película acaba por írsele de las manos.
La trama, salvo la introducción ambientada en 1910, que busca “explicar” la presencia de los intrusos en la mansión (y que es una secuencia muy Gordo del Toro), y el cambio de la protagonista por una niña (Bailee Madison, que da buena réplica), es básicamente la misma, solo agregando la capa de angustia del niño al que nadie le cree. Katie Holmes, que es una actriz probadamente limitada, es la madrastra dulce y sensible llamada Kim (con ese apelativo, usted ya sabe lo que le pasará) y Guy Pearce, usualmente un sólido intérprete, es aquí el cliché andante del padre obtuso que se niega a creer que en la casa que está restaurando para sacarla en Architectural Digest y ser famoso, está infestada de monstruos acondroplásicos y perversos. Pese a que hay una atmósfera lograda y la actuación de Madison es notable para ser tan pequeña, la trama – reescrita por del Toro y Matt Robinson – es una serie de clichés que se apilan para llegar a un desenlace predecible y soso.
El compromiso con el género del horror no aparece por ningún lado: todo es convencional y sin encanto, no hay inversión emocional por parte del espectador en los demás personajes como para que le importe lo que les pasa y al final, lo que pudo ser un delirio pesadillezco, acaba siendo una película del montón, una oportunidad perdida que de todos modos sacará dinero gracias a su publicidad engañosa, mientras que del Toro sigue acumulando proyectos que no va a realizar. Ha dejado de ser una promesa que generaba entusiasmo, para convertirse en, como esta película, un lugar común, un estereotipo hinchado. Qué desperdicio.
No temas a la oscuridad / Don't be afraid of the Dark
Con Katie Holmes, Guy Pearce, Bailee Madison y Alan Dale
Dirige: Troy Nixey
Estados Unidos 2011