10 sept 2011

El año “perdido” de Joaquín Phoenix

El actor nominado a un Oscar le “tomó el pelo” a todo el mundo para rodar Aún sigo aquí, un falso documental sobre su carrera. ¿Cuáles serán las consecuencias de esto?

Miguel Cane


Joaquin Phoenix in Columbia Pictures' We Own the Night


En 2008, Joaquín Phoenix (1974), hermano menor del malogrado River – ícono de los 80 y 90 que se fuera “de repente” al otro mundo por “tontear” con las drogas en un sórdido nightclub del Sunset Boulevard, propiedad de Johnny Depp en 1993 – había logrado quitarse esa etiqueta y ser considerado un actor serio e interesante, con una carrera versátil y sólida. Así fue como, para promover una cinta, la interesante Dos Amantes de James Gray, acudió al programa de David Letterman, que diariamente transmite la cadena CBS, desde Nueva York. Ahí, Phoenix apareció desaseado, incoherente, con muy mal aspecto y anunciando que abandonaba el cine – donde había logrado dos nominaciones al Oscar – para entregarse de lleno a lo que llamó su “verdadera vocación”, ser un rapero estrella del hip-hop.




Estupefacto, Letterman, que es famoso por tratar de pescar todas las bolas curvas que le lanzan sus invitados (véase el caso de Madonna, que literalmente se lo sonó), le preguntó si se trataba de una vacilada. Ostensiblemente ofendido, Phoenix (que se rehusó a quitarse los lentes oscuros todo el tiempo que duró su entrevista) dijo que no, que nunca antes había hablado tan en serio. Su carrera actoral había llegado a su fin. Gracias.


Joaquin Phoenix in Strand Releasing's It's All About Love


Las reacciones fueron variopintas y no exentas de morbo. Los portales-tabloide como TMZ y Perez Hilton, se dieron vuelo especulando acerca de esta revelación: ¿había perdido la cordura Joaquin? ¿Serían (¡Ay qué miedo!) drogas? ¿Era verdad? Durante algunos meses, y hasta que otras celebridades se ocuparon de distraerlos, la presunta transformación del actor de Señales y Gladiador en un rapero barbudo y melenudo parecía tan genuina como desastrosa. Muchos acabaron por atribuirlo a un inevitable colapso mental. Fue tan irresistible el vacilón, que hasta en programas como Padre de Familia y la entrega de los Oscares, se parodió el incidente del show de Letterman.

Joaquin Phoenix se había convertido en un hazmerreír.

Pero... ¿era posible que esto fuera propositivo y no accidental?




Corte a: Festival de Venecia 2010. Casey Affleck y Joaquin Phoenix, que además de cómplices son cuñados – Affleck está casado con Rain Phoenix, la benjamina de la familia – presentan I'm still here, un “docudrama” acerca del año que Phoenix se tomó para “ser rapero” y declaran ante los medios reunidos para la Mostra que “todo era una broma” que “era ficción”.

El presunto documental retrataba la caída -sin paracaídas- de Phoenix, que lo llevaría a dar tumbos por los lobbies de los hoteles más lujosos de Hollywood a los antros más sórdidos de Nueva York. En teoría, todo esto se debía a la frustración del actor en el mundo del cine y, en teoría también, Affleck tendría permiso para filmar el proceso.




La presunta desintegración se inicia cuando el público descubre (al mismo tiempo que el actor, o esa era la teoría hasta que Affleck abrió la boca, en el Lido) que Phoenix tenía las mismas posibilidades de convertirse en una figura del hip-hop que un pepenador de cantar en la ópera de Milán. Su desesperación psíquica acababa contagiando a su cuerpo, y del tipo de mirada sexy y perdida que volvía locas a sus fans se pasaba a un obeso con problemas con su higiene personal y que apenas podía balbucear sus intenciones por andar hasta arriba de droga y alcohol. En escenas del filme, Phoenix aparecía metiéndose rayas de coca del escote de una prostituta, gritando sandeces a su pobre secretario y conversando de manera incoherente con Ben Stiller sobre un proyecto que este le ofrecía y que Phoenix declinaba con un rebuzno disfrazado de "no". Lo más humillante se guardaba para el final, cuando uno de sus asistentes se vengaba de sus malos tratos defecando en la cara del actor. (Sí, con esto le acabamos de ahorrar el costo de un boleto de cine. De nada.)




Después de la proyección, Affleck soltó la verdad de sus mentiras y ardió la proverbial Troya, mientras que el debutante director (que también es actor y hermano de un actor más guapo que él, el inefable Ben) se trataba de justificar, diciendo que su “gracia” obedecía a un interés meramente artístico, hacer metaficción: "Joaquin da aquí la interpretación de su vida".


Joaquin Phoenix in Touchstone's Signs


Los medios y la industria no se lo perdonaron. Como broma, se pasó de tueste o quizá fuera demasiado sofisticada para una industria que se sostiene principalmente de humor estrictamente rudimentario. Esto fue más allá del interés sobre si la actuación de Phoenix era real o el extremo de la pose, muestra de la descomunal capacidad del actor para meterse en los zapatos de su propio yo y hundirse en el fago hasta el cuello en un tour-de-force interpretativo que no se recordaba desde los tiempos de Marlon Brando, o una “puntada” que se les fue de la mano a los involucrados.


Joaquin Phoenix at the LA premiere of 20th Century Fox's Walk the Line


El precio ha sido muy alto. En este tiempo, su estatus en Hollywood se ha ido al caño y muchos/as de los que forman parte de ese ente tan maleable y de gustos cambiantes llamado "audiencia" le han dado (tal vez merecidamente, eso lo decide usted) la espalda. A pesar de ello y según su agente, Patrick Whitesell, las ofertas vuelven a llegar. Para hacer control de daños, Joaquin, bañadito, en forma y sin esos pelos en la cara, volvió con Letterman a ofrecer una profusa disculpa, con el nada sutil interés por resucitar ahora sí que como ave Fénix, de sus cenizas, habiendo demostrado estar bastante afectado de sus facultades mentales (o tal vez no), como para seguir dándole al trabajo en la Meca del Cine.

Por lo pronto, Paul Thomas Anderson lo ha “perdonado” y lo ha incorporado al reparto de su muy anticipado filme The Master, con Philip Seymour Hoffman, Amy Adams y Laura Dern: una historia acerca de un hombre que se inventa una religión muy lucrativa (no del todo ajena su anécdota a la de L. Ron Hubbard y la polémica Cientología). De este filme depende que la audiencia pueda perdonar o no a Phoenix, o en todo caso, olvidarse de su ausencia y sus motivos. Si bien, el estreno de Aún estoy aquí en México sirve para que el público pueda ver de primera mano en las salas cinematográficas y juzgar por sí mismos, si esta es una vacilada, una estafa o una obra de arte.

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