20 sept 2011

Sólo con tu pareja: Amor + Histeria = Clásico de culto

A dos décadas de su estreno, el primer filme de Alfonso Cuarón permanece como un clásico moderno.

Miguel Cane

Han transcurrido (aunque no lo parezca) veinte años de que se estrenó este filme que vino a cambiar muchos aspectos de escribir, hacer y ver cine en el país. Inexpicablemente condenada al limbo del olvido por más de una década, Sólo con tu pareja, que en el interim alcanzó estatus de cinta de culto, fue finalmente resucitada hace algún tiempo por el DVD, que lo acerca ahora a nuevas generaciones de espectadores, amén de ser la cinta más accesible – y que mejor ha envejecido – de lo que en su momento se llamó “Nuevo Cine Mexicano”, oleada de cinema comercial de corte independiente que llegó a las salas a principios de los 90 después de casi dos décadas de “sexicomedias” que habían dominado el panorama del cine nacional, con películas con otros títulos como La Mujer de Benjamín, Como agua para chocolate, Ciudad de Ciegos y La Invención de Cronos, que llevaron a otro tipo de público a las salas y revelaron a cineastas como Alfonso Arau, Alberto Cortés, Carlos Carrera o Guillermo del Toro.




La cinta, ostensiblemente una comedia romántica con sarcasmo sexual, marca el debut en largometraje de Alfonso Cuarón, que ya tenía en ese entonces una extensa carrera como director de televisión – algunos de sus episodios en la serie Hora Marcada fueron memorables – y de su hermano Carlos como guionista (repetirían mancuerna en la indigesta Y tu mamá también, diez años más tarde), ambos asomándose a una cultura que había sido obviada en el cine mexicano de su momento – la clase media con aspiraciones, o bien, yuppies-, expuesta en celuloide con dosis de humor postmoderno, slapstick de otra clase, sano sarcasmo y desconcertantes brotes ternura. La trama gira en torno a las aventuras y desventuras del Tenorio amateur Tomás Tomás (Daniel Giménez Cacho) brillante creativo para una agencia publicitaria [uno de sus eslogans más célebres es “Chiles jalapeños caseros Gómez: p’a que soples mientras comes…”] que en sus horas de trabajo y de solaz esparcimiento, a manera de deporte, es un mujeriego compulsivo amén de un hipocondríaco empedernido. Este sujeto, que carece de los atributos del galán convencional de cine, pero los compensa con derroche de carisma, vive en medio del decadente esplendor decimonónico de un edificio de apartamentos en la colonia Roma y como a Mike, el héroe del poema de e.e. cummings, le gustan todas las chicas: rubias, morenas, flacas, gordas… todas, excepto las verdes.




Sus amigos y vecinos, casi beatos en su paciencia y tolerancia, son el rubicundo doctor Mateo Mateos (el hoy desaparecido Luis de Icaza) y su esposa Teresa de Teresa (Astrid Hadad), quienes fungen como una especie de coro griego para las correrías amorosas y hormonales de nuestro antihéroe. Las cosas se complican cuando aparecen en su vida, casi al mismo tiempo, dos jóvenes y tentadoras mujeres: la seductora Silvia Silva (la irresistible Dobrina Liubomirova), enfermera de lúbrica intención y la celestial Clarisa Negrete (una radiante Claudia Ramírez, en un rol hecho a la medida, ya que en esa época, además de ser la única modelo que había logrado tener cinco comerciales al aire simultáneamente, era compañera sentimental del director y su musa), una sobrecargo de – la hoy extinta – Mexicana de Aviación. Ambas le cambiarán la jugada a este neurasténico donjuán, cuando aparezca también el muy real espectro del SIDA.



Piense usted esto: si Sólo con tu pareja se hubiera filmado en los años 60, obviamente el tema del SIDA, entonces inexistente, no habría sido tratado y posiblemente tocaría otro problema sexual, quizá menos letal y más jocundo (¿enfermedad venérea? ¿parásitos imposibles de combatir?) y el protagonista hubiera sido encarnado por Mauricio Garcés, Enrique Rambal y la siempre elegante Amparo Rivelles (¡esa dicción!) serían los vecinos y alguna tentación curvilínea y yeyé como Amadee Chabot o Jacqueline Voltaire podría ser la enfermera ardorosa, mientras la formidable Irma Lozano (nadie podía hacer señoritas virginales como ella) llevaría el papel de la joven sobrecargo que habita el apartamento de junto... ¿se imagina? Habría sido una monada... pero no la película que es. Por suerte, la sensibilidad de los 90 y las múltiples referencias que los hermanos Cuarón utilizan – se nota que son chavos que vieron con atención películas de Robert Altman y de la Nouvelle Vague, asi como del Free Cinema inglés, asi como comedias mudas de Harold Lloyd y leyeron con dedicación lo mismo a José Agustín, Carlos Fuentes y JD Salinger (no en balde el gran Juan Tovar participó en el libreto) - hacen que el material trascienda su ligereza natural y le hable a toda una generación en su idioma, con imágenes muy emblemáticas (desde el Santo hasta Ultramán) y creando sus propias tomas icónicas – la secuencia de Claudia, poseedora de una serena hermosura, haciendo ante un espejo con brazos y manos las señales de toda flight attendant para mostrar las salidas de emergencia, mientras Tomás la espía, enamorado, desde el balcón, tal y como, con algo parecido a la adoración, la capta la lente de Emmanuel “El Chivo” Lubezki, queda para la posteridad- para trascender de lo meramente pasable a convertirse en un pequeño clásico que hace al corazón pegar volteretas de puro gusto nada más aparecer en pantalla.

Con su frescor, ritmo y descaro, Sólo con tu pareja marcó un hito para un público que volvió por fin a las salas a pagar boleto por ver una película de factura nacional. Esto no detuvo a Cuarón, quien finalmente se arriesgó a dar un salto mortal sin red de protección y contando solamente con la anuencia del estadounidense Sydney Pollack – confeso admirador de la cinta-, se trasladó a Los Ángeles, donde dirigió un episodio de la serie de TV Fallen Angels y posteriormente, obtuvo la oportunidad de crear su segundo largometraje en la cinta La Princesita, donde nuevamente en mancuerna con Lubezki, pudo explorar sus inquietudes visuales como ojo detrás de la cámara, para contar una enternecedora y clásica historia basada en un libro de Frances Hodgson-Burnett. Cuarón ha logrado trascender como un director muy particular en su elección de temas y proyectos; lo mismo logró un gran éxito de taquilla con la tercera película en la saga de Harry Potter (espléndida para ser una película de encargo) que despertó un cariño entrañable en algunos círculos por su versión de Grandes Esperanzas (principalmente por el excepcional trabajo obtenido de Anne Bancroft y Gwyneth Paltrow, la banda sonora que incluía a Tori Amos y Pulp, así como la extraordinaria dirección de arte, toda en una gama de verdes, que asemeja un lienzo con vida). Su más reciente trabajo, la sublime e inquietante distopia Children of Men, con actuaciones de primera a cargo de Clive Owen, Julianne Moore y Michael Caine, lo colocó en un nivel más alejado de las complacencias comerciales de Hollywood – de las cuales su antecesor, Luis Mandoki, no pudo eludirse- y más cercano al llamado cinema de autor, sin sacrificar su interés en el cine de género (como se ve en su nuevo proyecto: Gravity, una Space Opera que actualmente está rodando, con Sandra Bullock y nada menos que George Clooney).

Avecindado en Londres, Cuarón es mucho más que la promesa hecha por su primer filme, sin embargo, éste existe para recordarnos que su voz tan distintiva para narrar, que se dejó oír por primera vez en el Cine Latino, en el corazón de la convulsa megalópolis que es la Ciudad de México y que en ella logró dejar una huella que permanece indeleble, pese al paso del tiempo.

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