Aunque es una “cara nueva”, el gran hallazgo en Contagio, impactante nuevo filme de Steven Soderbergh, no es ninguna improvisada.
Miguel Cane
Puede ser que a muchos habituales del cine comercial el nombre de esta actriz – cuyo apellido se pronuncia “Íli” y no “´Él”, señala, divertida – no les resulte familiar, pero para los devotos del circuito de cine de arte y del teatro, sí que tiene peso. No por nada; esta distinguida anglo-estadounidense (Carolina del Norte, 1969) es hija de una reconocida actriz de Broadway – la inglesa Rosemary Harris – y el célebre novelista estadounidense John Ehle, e hizo su debut en escenarios a los pocos meses de nacida, en una temporada de Un tranvía llamado deseo, en la que su madre interpretara a Blanche DuBois. Desde entonces, Jennifer ha trabajado incansablemente. Es recordada por muchos como una excepcional Elizabeth Bennet en la adaptación hecha en seis capítulos de Orgullo y Prejuicio, la novela de Jane Austen, en 1995. Ahí compartió créditos con Colin Firth (en lo que muchos han calificado como la versión definitiva de Mr. Darcy) y tuvo su primer roce con la celebridad; casada con el escritor Michael Ryan desde 2001,vive en Nueva York y es madre de dos hijos pequeños, lo que ha limitado sus apariciones en cine, mas no así en teatro, donde ha obtenido dos premios Tony (en 2000 y 2008) y ha trabajado con intérpretes de la talla de Kevin Spacey, Liev Schrieber (juntos fueron los Macbeth en una versión espectacular montada como parte del festival Shakespeare in the Park en 2007) y Angela Lansbury, lo mismo haciendo tragedia, comedia, que teatro musical -- “¡nada mal para una niña que solía cantar “Aquarius” con un disco de Hair!” se ríe – y cosechando un notable prestigio, que no se había trasladado del todo a la pantalla grande – aunque ha trabajado a las órdenes de Neil LaBute (Posesión, basada en la novela de A. S. Byatt), Itsván Szabó (Sunshine) y Tom Hooper, en la galardonada El discurso del rey – hasta ahora, que tiene el rol de la doctora Ally Hextall, uno de los personajes clave de la ecléctica y enorme cinta de Steven Soderbergh Contagio, que se estrenó en el pasado festival de Venecia y ha tenido éxito alrededor del mundo, pintando un mural escalofriante de lo que ocurre cuando un virus de desconocido origen mata casi 30 millones de personas en tres semanas, algo que no está muy lejos de la paranoia habitual en los medios y que fue uno de los temas que la atrajo al proyecto.
¿Por qué Contagio? Supongo que tu agente te hace llegar varias ofertas y tú eliges... ¿por qué esta?
No son tantas como creerías (se ríe). Conozco a Steven Soderbergh y he sido su admiradora desde hace años, cuando vi Sexo, Mentiras y Video. Yo tenía veinte años y pensé que tenía un estilo muy especial de hacer cine, que me gustaba. Un lenguaje más inmediato. Luego vi Traffic y me fascinó. Nos tratamos socialmente y un día le dije, “cuando tengas algo, estoy disponible” pero se lo dije como se lo dice un actor a un director con el que le gustaría trabajar y tiene la oportunidad de decírselo. Esto no quiere decir que vaya a ocurrir. Me envió el guión con una nota muy breve, me dijo que leyera y habláramos, que tenía algo en mente. Eso fue todo. Claro, me intrigó. Así que leí el guión. Pensé que me tomaría un par de días o así, pero llegó un momento en que no me podía levantar del sillón, tuve que pedirle a mi marido, “cariño, ¿te importaría llevar a los niños a cenar fuera?” y quedarme ahi. Fue fascinante. Todas estas historias que se van entrelazando, para mostrar esta pesadilla tan enorme en diversos puntos del planeta. Tantos personajes interesantes. Lo que más llamó mi atención es que no hay, como en Traffic, un protagonista. Todos los personajes tienen una historia que contar. Terminé de leer y estaba sin aliento. Es, definitivamente, uno de los diez mejores guiones que he leído. El lunes, recibí una llamada de Steven. No de su gente, sino de él directamente. “¿qué te pareció?” le dije que me parecia estupendo. Supuse que me querría para un papel pequeño: la mujer que contrae el virus en Macao y lo traslada a Chicago [el papel fue interpretado por Gwyneth Paltrow], o la esposa de alguno de los investigadores; soy realista, me ofrecen roles de esposa, de madre. Y está bien, puedo hacer esos, claro. Me dijo que no, que quería que fuera la epidemióloga del Centro de Control de Enfermedades de Atlanta, que descubre la vacuna tras experimentar consigo misma. Le dije que seguro estaría bromeando, y todo lo que me dijo fue “¿cuándo vas a estar disponible? Empezamos a rodar en dos meses.” No pude decirle que no.
¿En qué consistió tu preparación para el personaje?
Creo que aquí es muy importante decir que tanto Steven como Scott Burns, que escribió el guión, se aseguraron de que todos los aspectos científicos de la película fueran correctos. Que no hubiera ninguna falsa representación de los hechos. Creo que eso es lo que contribuye más al impacto de la película, ¿sabes? Porque lo que vemos en pantalla es prácticamente real, puede ocurrir. Eso es algo muy importante. Cuidaron todos los detalles y nosotros, los actores, teníamos que buscar la manera de sustentar ese plan. Concerté una cita con el doctor Ian Lipkin, que es epidemiólogo en la Universidad de Columbia. Tuvo la gentileza de recibirme en su oficina, y de ser, durante dos semanas, mi maestro en toda la terminología que mi personaje necesitaría manejar, así como en el uso del equipo de laboratorio, porque yo no tenía ni idea. Lo encontré fascinante. También hablé con Steven acerca de mi personaje; ¿quién es Ally Hextall? ¿De dónde viene? ¿Cuáles son sus pasiones, sus motivos para hacer lo que hace? La vi un poco como esos investigadores visionarios, como Jonas Salk, el creador de la vacuna contra la Poliomielitis. Ally es hija de médico, sabe que esto es lo que tiene qué hacer, por eso no sucumbe al pánico. Y lo que hace, es con una enorme empatía por la humanidad, no por un reconocimiento o un premio, un Nobel. Lo hace casi anónimamente – si por ella fuera, estoy segura, de que ni siquiera dejaría que se supiera su nombre – por el gran bien común.
Pero Ally se perfila como la heroína secreta de la película. Es un gran logro.
Sí, bueno, pues en parte por eso no creí que me fuera a ofrecer ese papel. Pensé que sería algo que le ofrecerían a Kate Winslet, por ejemplo. A alguien con un rostro más “familiar”. Además, no es una película con un solo protagonista. Hay un gran cuadro de actores. Matt Damon, Kate, Laurence Fishburne... creo que hasta las breves escenas de Gwyneth, que dan pie a la trama, son de gran calibre. Yo no sabía hasta ver la película completa, cómo iba a quedar y Jude Law me impresionó muchísimo. Es bueno que haya muchos rostros famosos, eso la hace más inmediata para el espectador, sobre todo, porque no hay tiempo de contar demasiado sobre los personajes, todo va sobre la acción, el virus que se extiende.
Ahora te empezamos a ver en muchas partes: aquí, en El discurso del rey, en Los idus de marzo, en una serie de TV... ¿cómo te sientes al respecto?
Yo sigo siendo la misma de siempre. Mucha gente piensa que por dedicarte a esto, salir en películas, eres una celebridad y nadas en dinero. Ojalá eso fuera cierto para todos. Habemos algunos que tenemos hipotecas y seguros médicos qué pagar, hijos que llevar a la escuela. Somos gente ordinaria, con un trabajo que es destacado a veces, pero que tiene muy poco de glamoroso. Si ahora me van a reconocer más, está bien. Me confunden mucho con Meryl Streep [el parecido entre ambas es sorprendente], así que estoy acostumbrada a que me paren en la calle para decirme que les encanté en El diablo viste de Prada (Risas). Supongo que será simpático que lo hagan por algo propio, para variar. (Más risas)
Tú eres muy selectiva, de cualquier forma, con tus proyectos.
Sí. Eso obedece no a otra cosa, mas que al hecho de que decidí tener una familia. Mis hijos son pequeños, así que procuro tomar proyectos que me permiten estar cerca de casa. Por eso no hice Juego de Tronos. Mi hija Talula tenía un año de edad y yo iba a tener que pasar meses rodando en Irlanda. El personaje que iba a realizar (Catelyn Stark, la matriarca de la serie) aparecía mucho. No quise estar tanto tiempo lejos de mi casa. Me apenó tener que dejar el proyecto, porque además tenía mucho éxito comercial asegurado, pero hay cosas con las que no transijo. Una, es mi familia. Van primero. Antes que el estrellato, que al final de cuentas, dura bastante poco.
¿Y tu verdadera pasión? ¿El teatro?
¡Ni duda cabe! Hacer cine es muy bonito y divertido y rápido. Pero nunca se compara con la adrenalina de cada noche en teatro: cada que se levanta el telón es como si fuera un estreno. Siempre, siempre, el teatro. Es un amor inexplicable, obsesivo. Solo los que se paran en un escenario podrán entenderlo. El espectador comparte y le damos lo mejor que podemos, pero como el furor que te provoca estar en escena ante ellos, creo que no hay nada comparable.
Miguel Cane
Puede ser que a muchos habituales del cine comercial el nombre de esta actriz – cuyo apellido se pronuncia “Íli” y no “´Él”, señala, divertida – no les resulte familiar, pero para los devotos del circuito de cine de arte y del teatro, sí que tiene peso. No por nada; esta distinguida anglo-estadounidense (Carolina del Norte, 1969) es hija de una reconocida actriz de Broadway – la inglesa Rosemary Harris – y el célebre novelista estadounidense John Ehle, e hizo su debut en escenarios a los pocos meses de nacida, en una temporada de Un tranvía llamado deseo, en la que su madre interpretara a Blanche DuBois. Desde entonces, Jennifer ha trabajado incansablemente. Es recordada por muchos como una excepcional Elizabeth Bennet en la adaptación hecha en seis capítulos de Orgullo y Prejuicio, la novela de Jane Austen, en 1995. Ahí compartió créditos con Colin Firth (en lo que muchos han calificado como la versión definitiva de Mr. Darcy) y tuvo su primer roce con la celebridad; casada con el escritor Michael Ryan desde 2001,vive en Nueva York y es madre de dos hijos pequeños, lo que ha limitado sus apariciones en cine, mas no así en teatro, donde ha obtenido dos premios Tony (en 2000 y 2008) y ha trabajado con intérpretes de la talla de Kevin Spacey, Liev Schrieber (juntos fueron los Macbeth en una versión espectacular montada como parte del festival Shakespeare in the Park en 2007) y Angela Lansbury, lo mismo haciendo tragedia, comedia, que teatro musical -- “¡nada mal para una niña que solía cantar “Aquarius” con un disco de Hair!” se ríe – y cosechando un notable prestigio, que no se había trasladado del todo a la pantalla grande – aunque ha trabajado a las órdenes de Neil LaBute (Posesión, basada en la novela de A. S. Byatt), Itsván Szabó (Sunshine) y Tom Hooper, en la galardonada El discurso del rey – hasta ahora, que tiene el rol de la doctora Ally Hextall, uno de los personajes clave de la ecléctica y enorme cinta de Steven Soderbergh Contagio, que se estrenó en el pasado festival de Venecia y ha tenido éxito alrededor del mundo, pintando un mural escalofriante de lo que ocurre cuando un virus de desconocido origen mata casi 30 millones de personas en tres semanas, algo que no está muy lejos de la paranoia habitual en los medios y que fue uno de los temas que la atrajo al proyecto.
¿Por qué Contagio? Supongo que tu agente te hace llegar varias ofertas y tú eliges... ¿por qué esta?
No son tantas como creerías (se ríe). Conozco a Steven Soderbergh y he sido su admiradora desde hace años, cuando vi Sexo, Mentiras y Video. Yo tenía veinte años y pensé que tenía un estilo muy especial de hacer cine, que me gustaba. Un lenguaje más inmediato. Luego vi Traffic y me fascinó. Nos tratamos socialmente y un día le dije, “cuando tengas algo, estoy disponible” pero se lo dije como se lo dice un actor a un director con el que le gustaría trabajar y tiene la oportunidad de decírselo. Esto no quiere decir que vaya a ocurrir. Me envió el guión con una nota muy breve, me dijo que leyera y habláramos, que tenía algo en mente. Eso fue todo. Claro, me intrigó. Así que leí el guión. Pensé que me tomaría un par de días o así, pero llegó un momento en que no me podía levantar del sillón, tuve que pedirle a mi marido, “cariño, ¿te importaría llevar a los niños a cenar fuera?” y quedarme ahi. Fue fascinante. Todas estas historias que se van entrelazando, para mostrar esta pesadilla tan enorme en diversos puntos del planeta. Tantos personajes interesantes. Lo que más llamó mi atención es que no hay, como en Traffic, un protagonista. Todos los personajes tienen una historia que contar. Terminé de leer y estaba sin aliento. Es, definitivamente, uno de los diez mejores guiones que he leído. El lunes, recibí una llamada de Steven. No de su gente, sino de él directamente. “¿qué te pareció?” le dije que me parecia estupendo. Supuse que me querría para un papel pequeño: la mujer que contrae el virus en Macao y lo traslada a Chicago [el papel fue interpretado por Gwyneth Paltrow], o la esposa de alguno de los investigadores; soy realista, me ofrecen roles de esposa, de madre. Y está bien, puedo hacer esos, claro. Me dijo que no, que quería que fuera la epidemióloga del Centro de Control de Enfermedades de Atlanta, que descubre la vacuna tras experimentar consigo misma. Le dije que seguro estaría bromeando, y todo lo que me dijo fue “¿cuándo vas a estar disponible? Empezamos a rodar en dos meses.” No pude decirle que no.
¿En qué consistió tu preparación para el personaje?
Creo que aquí es muy importante decir que tanto Steven como Scott Burns, que escribió el guión, se aseguraron de que todos los aspectos científicos de la película fueran correctos. Que no hubiera ninguna falsa representación de los hechos. Creo que eso es lo que contribuye más al impacto de la película, ¿sabes? Porque lo que vemos en pantalla es prácticamente real, puede ocurrir. Eso es algo muy importante. Cuidaron todos los detalles y nosotros, los actores, teníamos que buscar la manera de sustentar ese plan. Concerté una cita con el doctor Ian Lipkin, que es epidemiólogo en la Universidad de Columbia. Tuvo la gentileza de recibirme en su oficina, y de ser, durante dos semanas, mi maestro en toda la terminología que mi personaje necesitaría manejar, así como en el uso del equipo de laboratorio, porque yo no tenía ni idea. Lo encontré fascinante. También hablé con Steven acerca de mi personaje; ¿quién es Ally Hextall? ¿De dónde viene? ¿Cuáles son sus pasiones, sus motivos para hacer lo que hace? La vi un poco como esos investigadores visionarios, como Jonas Salk, el creador de la vacuna contra la Poliomielitis. Ally es hija de médico, sabe que esto es lo que tiene qué hacer, por eso no sucumbe al pánico. Y lo que hace, es con una enorme empatía por la humanidad, no por un reconocimiento o un premio, un Nobel. Lo hace casi anónimamente – si por ella fuera, estoy segura, de que ni siquiera dejaría que se supiera su nombre – por el gran bien común.
Pero Ally se perfila como la heroína secreta de la película. Es un gran logro.
Sí, bueno, pues en parte por eso no creí que me fuera a ofrecer ese papel. Pensé que sería algo que le ofrecerían a Kate Winslet, por ejemplo. A alguien con un rostro más “familiar”. Además, no es una película con un solo protagonista. Hay un gran cuadro de actores. Matt Damon, Kate, Laurence Fishburne... creo que hasta las breves escenas de Gwyneth, que dan pie a la trama, son de gran calibre. Yo no sabía hasta ver la película completa, cómo iba a quedar y Jude Law me impresionó muchísimo. Es bueno que haya muchos rostros famosos, eso la hace más inmediata para el espectador, sobre todo, porque no hay tiempo de contar demasiado sobre los personajes, todo va sobre la acción, el virus que se extiende.
Ahora te empezamos a ver en muchas partes: aquí, en El discurso del rey, en Los idus de marzo, en una serie de TV... ¿cómo te sientes al respecto?
Yo sigo siendo la misma de siempre. Mucha gente piensa que por dedicarte a esto, salir en películas, eres una celebridad y nadas en dinero. Ojalá eso fuera cierto para todos. Habemos algunos que tenemos hipotecas y seguros médicos qué pagar, hijos que llevar a la escuela. Somos gente ordinaria, con un trabajo que es destacado a veces, pero que tiene muy poco de glamoroso. Si ahora me van a reconocer más, está bien. Me confunden mucho con Meryl Streep [el parecido entre ambas es sorprendente], así que estoy acostumbrada a que me paren en la calle para decirme que les encanté en El diablo viste de Prada (Risas). Supongo que será simpático que lo hagan por algo propio, para variar. (Más risas)
Tú eres muy selectiva, de cualquier forma, con tus proyectos.
Sí. Eso obedece no a otra cosa, mas que al hecho de que decidí tener una familia. Mis hijos son pequeños, así que procuro tomar proyectos que me permiten estar cerca de casa. Por eso no hice Juego de Tronos. Mi hija Talula tenía un año de edad y yo iba a tener que pasar meses rodando en Irlanda. El personaje que iba a realizar (Catelyn Stark, la matriarca de la serie) aparecía mucho. No quise estar tanto tiempo lejos de mi casa. Me apenó tener que dejar el proyecto, porque además tenía mucho éxito comercial asegurado, pero hay cosas con las que no transijo. Una, es mi familia. Van primero. Antes que el estrellato, que al final de cuentas, dura bastante poco.
¿Y tu verdadera pasión? ¿El teatro?
¡Ni duda cabe! Hacer cine es muy bonito y divertido y rápido. Pero nunca se compara con la adrenalina de cada noche en teatro: cada que se levanta el telón es como si fuera un estreno. Siempre, siempre, el teatro. Es un amor inexplicable, obsesivo. Solo los que se paran en un escenario podrán entenderlo. El espectador comparte y le damos lo mejor que podemos, pero como el furor que te provoca estar en escena ante ellos, creo que no hay nada comparable.