Revolcándose en el abismo
Miguel Cane
Cuando se anunció que David Fincher – el mismo brillante director de Se7en y Zodiaco – sería el encargado de realizar la (inevitable) versión Hollywood de la saga de Stieg Larsson Millenium, comenzando por La Chica con el Dragón Tatuado (basada en Los hombres que no amaban a las mujeres), se generó expectación entre fans de la inquietante saga protagonizada por Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist, y los que tienen reverencia por el trabajo tan sui generis del cineasta.
El resultado es ambivalente: por un lado, es una adaptación fiel de la obra pero también es un ejercicio sórdido, que es donde Fincher se regodea, casi con sadismo.
Usted conoce la trama ostensiblemente “principal” -- tras caer en desgracia por escándalo profesional, Blomkvist (Daniel Craig, intenso) es contratado por el magnate Henrik Vanger, que cada año, desde 1968, recibe una flor enmarcada, en el aniversario de la desaparición sin dejar rastro de su bienamada sobrina Harriet, para que, bajo la guisa de escribir una biografía, ejerza de investigador y descubra dónde está la joven, si es que aún vive. -- Si usted, obviamente, leyó los libros, conoce la solución a esto y sabe que la espléndida Joely Richardson, heredera del talento de su madre Vanessa Redgrave, e indirectamente del lugar que dejó vacante al morir su hermana, Natasha, no habría aceptado un papel tan pequeño si no fuera importante al final --. De este modo, Blomkvist se traslada al pueblo/feudo de los Vanger y conoce a la familia, que incluye al muy obvio Martin Vanger Stellan Skarsgård), al que solo le falta reírse como Vincent Price para saber que es “el malo”, y se involucra en un misterio que incluye una serie de bestiales y misóginos asesinatos.
En paralelo, corre la historia de la tal Salander (Rooney Mara, muy bien caracterizada, pero a años luz de la empática creación de Noomi Rapace. Esta Salander es mecánica y plana en comparación a la original y es uno de los grandes fallos de la cinta), hacker y fille fatale que es brutalmente violada – en una escena hipergráfica y espantosamente larga – por su apoderado legal, de quien se venga de una manera enfermiza y sofisticada, en una secuencia enferma, grotesca y perturbadora, algo que Fincher parece gozar con placer casi pornográfico. Sin embargo, la indiferencia documental de Zodiac, o el nihilismo hedonista de Se7en, aquí brillan por su ausencia, todo es gratuito y sórdido a la infinita potencia, porque sí, porque puede. Que la Salander ayude a Blomkvist a descubrir que Martin es un asesino racista, misógino y bestia, es irrelevante. Fincher disfruta creando un estilo visual impactante, para lanzarnos excreta nauseabunda y sanguinolienta a la cara. La música atonal y lúgubre de Trent Reznor – presente desde la escalofriante secuencia de créditos, que es en sí, un acierto y quizá de lo mejor de la cinta, como ocurrió con los creditos de Balada Triste de Trompeta, de Alex de la Iglesia, otra cinta hundida por su propio regodearse en lo grotesco y excesivo – es atmosférica y lograda, aunque abuse del efecto “¡bu!” a veces. Las actrices, curiosamente, están todas (salvo la protagonista) bastante bien, en roles desangelados. Robin Wright y Embeth Davidtz retornan a la pantalla con elegancia e interés, pero sus roles son demasiado breves.
La obsesión del cineasta con lo excesivo, lo violento, lo grotesco y lo abyecto es suficiente como para provocar migraña o náuseas. Usted sabe si quiere arriesgarse a ver su susceptibilidad maltratada. Esta es una cinta sin piedad y sin nada que la redima. Es primorosa en su elaboración: pero el vistoso empaque está lleno de carne descompuesta. Y aún faltan dos más por ver, pero Fincher es muy macho y dice que serán más fuertes. A ver qué tal.
La chica del dragón tatuado/The Girl with the Dragon Tattoo.
Con Daniel Craig, Rooney Mara, Robin Wright, Christopher Plummer, Embeth Davidtz, Stellan Skarsgard y Joely Richardson
Dirige: David Fincher
Estados Unidos 2011