3 ene 2012

Tenemos que hablar de Tilda

La formidable actriz británica Tilda Swinton habla en exclusiva acerca de su más reciente filme, que ha suscitado una ola de polémica y de reconocimientos a la mejor interpretación de su carrera.

Miguel Cane


Alta y delgada, afable y sencilla. No parece una estrella de cine (“¡es que no lo soy!” dice entre risas), ni tampoco da el aspecto de ser una actriz que desde Cannes 2011 ha dado mucho de qué hablar con su visceral y descarnada creación de una madre devastada por el remordimiento, el horror y la misericordia en el filme de Lynne Ramsay Tenemos que hablar de Kevin, basado en la impactante novela de Lionel Shriver. En ella, Tilda Swinton (Londres, 1960) encarna a Eva Khatchadourian, una mujer sofisticada y culta, que se descubre paralizada por las exigencias de la maternidad, por la animadversión innata de su primogénito, Kevin – interpretado con maestría por el muy joven Ezra Miller – y por las consecuencias del espantoso crimen que éste comete, obligándola a cargar con eso por el resto de su vida.


Este proyecto lo tenían Lynne y tú desde hace tiempo, y de hecho, tuvieron que hacer mucho para conseguir financiarlo. Tú no le haces ascos a los temas escabrosos (basta ver Zona de guerra) Pero, ¿cómo surge el interés por una historia como ésta?
No sé si el libro, que es estupendo, abrumador, me habría interesado tanto, si no hubiera sido yo madre al leerlo, aunque supongamos que sí. El caso es que al terminar de leerlo, al llegar a esa última carta de Eva a su marido, Franklin [la novela está escrita de modo epistolar], la carta que lo revela todo, pensé que era importantísimo filmarlo. Lo que más me impactó, fue la forma tan clara en que Lionel Shriver describe lo indecible acerca del instinto materno. Me fascinó encontrar a estos personajes: gente que no sabe ser gente, padres que no saben ser padres, un chico que no quiere ser humano.


Decías que te interesó más el libro porque eras madre, al leerlo. ¿Esto de algún modo se tradujo en tu percepción de la historia, no solo como lectora, si no al momento de encarnar a Eva?
Mis gemelos ya habían nacido cuando compré el libro. Pensé mucho en ellos, leyéndolo, y en el periodo inmediatamente posterior a su nacimiento. Lo primero que me sorprendió del hecho de pasar de estar encinta -- que de por sí, ya fue tarde en mi vida, tenía cuarenta años recién cumplidos cuando me embaracé -- a ya ser madre, fue que los niños me parecieran personas autónomas desde el principio, y curiosamente, lo apegada que me sentí a ellos sólo de verlos. Antes de decidir tenerlos, nunca se me habría ocurrido que podía ser de otra manera, y al leer cómo Eva se descubre completamente ajena al niño que acaba de parir, y cómo éste parece notarlo desde un principio, volviéndose su adversario, me sentí profundamente intrigada.


El filme, tal como está, parece enfocarse más en los aspectos de la maternidad y la relación entre Eva y Kevin, que en la tragedia que éste desencadena.
Efectivamente. Ese es el foco. No importa tanto en lo que Kevin se convierte; hay cosas más horripilantes en el corazón de la cinta. Para mí, hay más violencia en la relación familiar de Eva, Franklin y Kevin, su incapacidad de conectar el uno con el otro, que en la masacre cometida. La violencia que aparece en la película, es mínima. No necesitábamos sangre para transmitir este horror. Lo que realmente vemos, es una desconexión, una ausencia total de afecto, de compromiso, de sentimientos entre madre e hijo. Eso es más brutal que ver cómo se destripa a alguien en primer plano, creo yo.

Pero Eva hace un esfuerzo, uno genuino, por acercarse a su hijo. Incluso renuncia a su pasión, que es viajar, para intentarlo. ¿Dirías que esta es una de las causas de la guerrilla entre ambos?
Guerrilla. Esa es una buena palabra. Sí, es algo parecido a terrorismo doméstico, y domesticado. Eva se siente emboscada por su embarazo – de hecho, por ambos, aunque el caso de Celie, su hijita, es completamente diferente – y por lo mismo, su estado de negación cuando nace Kevin es palpable. Es como una niña testaruda que se niega a aceptar el cambio, hasta que se acostumbra a él: Kevin lo nota, de hecho, lo verbaliza claramente. Eva finje que quiere ser madre, del mismo modo que Franklin también se engaña a sí mismo jactándose ante sí mismo de ser un padrazo con Kevin y de tener la familia perfecta en un hogar perfecto y que logró domar a Eva, que era un potro salvaje, para convertirla en el ama de casa perfecta. Lo cual obviamente, contribuye a que el niño desde muy temprana edad sepa cómo manipularlos como un titiritero supremo.


¿Dirías entonces que todos en la familia, con la excepción de Celie, fingen ser lo que no son?
Exacto. Franklin adopta siempre la irritante pose de “Papá Santa Claus” lo que reduce a Eva a ser “la bruja de tu madre”, mientras que ella piensa todo el tiempo “preferiria estar en Francia, o en Tangañica, o en Rusia, pero no voy a dejar que nadie lo note, para que no me odien.” Naturalmente, Kevin se da cuenta de todo, es superdotado y lo sabe aún antes que sus padres, que son tan inmaduros, así que se dedica a representar otros papeles para ellos, mientras calcula sus límites para hacer lo que realmente desea. En realidad, la única en esa maldita casa que es honesta y pura y que no se merece lo que le pasa es Celie. Ella es el verdadero mártir, no Kevin, ni Eva, ni nadie más.

¿Entonces la actitud del padre es aún peor que la de Eva, dadas las consecuencias?
Sí, es algo muy claro. Franklin, como padre, le escurre al bulto, para no tener que ser “el policía malo”. Lo más terrible, es que lo vemos con frecuencia en otros casos. Uno de los padres se instala en la negación al punto de que su ceguera es absoluta. Creo que esto es también un comentario muy agudo que hace Lionel Shriver sobre el estado de las cosas en los Estados Unidos en la década pasada, particularmente entre los círculos de la gente adinerada, que piensa que el horror no puede tocarlos. Que no lo generan porque tienen la típica casa en los suburbios, con valla y jardín. Ella, como autora toma todos esos elementos, les arranca la cosmética y nos los muestra tal cual son. Lynne hace exactamente lo mismo, pero con su óptica particular.

Has trabajado con grandes directores independientes – desde Derek Jarman y Sally Potter, a Wes Anderson, Bèla Tarr y Luca Guadagnino; de este modo haz adquirido una reputación como una artista que busca colaborar con creadores de visiones únicas. ¿Es difícil lograrlo, decirle que no a proyectos más lucrativos?
Es que yo no querría trabajar de otra manera. No puedo. No me interesa el dinero que pueda o no ganar. Me malacostumbré, al empezar mi trabajo con Derek. Podía haber hecho otras cosas, buscar más seguridad económica o celebridad, pero no se trata de eso. Yo siempre he querido algo más, algo que me signifique cosas a nivel personal y estas colaboraciones que mencionas, como Kevin, Orlando o Yo soy el amor, son importantes para mí, porque me dan la libertad de explorar lo que deseo. Me siento muy honrada de haber colaborado con tantos y tan buenos cineastas. Eso ha definido mi carrera. Y ha dado un sentido a mi vida, también.

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