18 mar 2012

Michael Fassbender, sin pudor alguno

Miguel Cane

En apenas un lustro este joven actor europeo se ha convertido en una conocida estrella de cine muy buscada por Hollywood; ahora protagoniza uno de los filmes más descarnados y polémicos del año: "Shame".


En poco más de cinco años, Michael Fassbender, irlandés de origen alemán (Dublín, 1977), ha saltado el atlántico para convertirse en uno de los hombres más requerido en el competido mercado de Hollywood. Con Shame, la película de Steve McQueen que ahora se estrena en México, ha obtenido los reconocimientos más grandes de su carrera hasta ahora, pero para llegar a este momento de su vida Fassbender ha ido escalando poco a poco. Su recorrido va desde Malditos bastardos, Eden Lake y X Men: primera generación, hasta Jane Eyre y sobre todo Un método peligroso, de Cronenberg, filmes donde se han dado a conocer a un público que lo ha acogido con interés, como le sucediera a otros actores de origen europeo como Viggo Mortensen.

En Shame, celebrada en San Sebastián, Venecia y Londres, interpreta a un exitoso ejecutivo neoyorquino adicto al sexo que llena su soledad a base de un torrente de carne ajena de ambos sexos, más alcohol y cocaína. Hermoso y crudo, el filme de McQueen retrata con sensibilidad la anhedonia urbana contemporánea —esa incapacidad para disfrutar de las cosas agradables y de sentir placer—, así como los excesos y miserias de una sociedad consumida por el vicio y el materialismo, algo que realizador y protagonista tienen muy claro.

MC: Shame plantea con enorme crudeza la vida contemporánea y el pesar de su personaje. ¿Merece que el espectador sienta pena por él o será acaso por nosotros mismos al vivir en un mundo tan deshumanizado?
MF: Personalmente siento compasión por mi personaje, porque es consciente de su problema y está todo el tiempo tratando de luchar contra él. Al final creo que somos responsables los unos de los otros, así que en cierto sentido todos somos “culpables” de la realidad que hemos construido. También es una cuestión de oportunidades. Yo, por ejemplo, he podido convertirme en actor, lo que para mis padres habría sido mucho más difícil. No se trata sólo de un cambio sexual: está relacionado con hechos tales como que yo ahora mismo puedo ir al aeropuerto, coger un avión e ir adonde quiera. Si me apetece estar en México, en 12 horas puedo estar allí. Tenemos muchas cosas al alcance de la mano y vamos del acceso al exceso. Creo que por eso Steve escogió Nueva York, porque representa a la perfección este acceso constante a lo que quieras cuando quieras. La gran pregunta es qué hacemos con tanta información; en el mundo actual hay una gran ansiedad, nadie sabe muy bien cómo procesar tantas opciones. Y la idea de la intimidad está adquiriendo un nuevo significado que nadie sabe cuál es, ni qué significa compartirla.



MC: En Brandon Sullivan, la sensación del vacío existencial está presente en todo momento.
MF: Brandon es un personaje que está intentando conectarse consigo mismo todo el tiempo. Por supuesto existe ese vacío. Da la impresión de que todo es muy materialista, llevar determinada ropa o tener los últimos gadgets y conocer a determinada gente. Se nos dice que eso es la felicidad. Y en este proceso hemos perdido la capacidad de conectar con nosotros mismos. Y, sin embargo, en esas interrelaciones personales es donde probablemente podríamos encontrar más felicidad.

MC: La aparición de Sissy, su hermana, funciona como una especie de detonante, como un espejo en el que no quiere verse reflejado.
MF: Los dos están muy dañados emocionalmente. Son opuestos: él es responsable y contenido, ella en cambio expresa sus emociones en carne viva. Este encuentro produce una conexión que revela todos esos misterios que esconde ante los demás. Pero no es un personaje capacitado para tener una responsabilidad emocional porque sólo se mueve con comodidad en un área de seguridad como cuando está con prostitutas y siente que tiene el control. Por eso rehuye a su hermana y prosigue con esa búsqueda emocional que canaliza a través de lo físico. Pero en el fondo en esas relaciones esporádicas no hay ninguna intimidad ni contenido profundo.



MC: Esta es la segunda vez que trabajas con Steve McQueen tras Hunger. ¿Cómo es la mancuerna entre ustedes?
MF: Steve es un cineasta increíble. Cuando trabajas con él no puede haber zonas ocultas o carriles de seguridad. Es un proceso muy libre en el que debes estar dispuesto a llegar hasta cualquier parte. Steve es un gran manipulador como todos los grandes directores. Él consigue que hagas lo que quiere dando pequeñas precisiones que convierten el trabajo en una búsqueda compartida. Sientes que viajas hacia él hasta un lugar nuevo.

MC: En la película estás la mitad del tiempo desnudo y abundan escenas de sexo. El filme retrata también escenas de una gran intimidad del personaje. ¿Llegaste a sentir esa “vergüenza” a la que alude el título?
MF: Vaya, sí ... (se ríe). Desde luego hay un momento en el que sientes ese pudor, pero tienes que hacer las escenas. Es un trabajo que se realiza desde el inconsciente y tienes que perder esos miedos. Sin duda, ayuda mucho saber que estás en las manos de un gran director como lo es él.

MC: ¿Crees que habrá muchos hombres identificados con el que interpretas?
MF: ¿Sabes algo? Mucho me temo que hay muchos, sobre todo en el mundo occidental. Creo que esta película describe una realidad que sin duda está sucediendo, y que en realidad no vemos porque quizá está demasiado cerca y ya no nos impacta. Creo que por eso la película está obteniendo unas reacciones muy fuertes, y me parece bien que haya quien prefiera no verla, pero definitivamente es una parte de la realidad. No tiene vergüenza, por así decirlo, de decir las cosas como son.

MC: Shame presenta un universo en el que la pornografía es el retrato habitual del sexo y donde tiene un papel omnipresente. ¿Cómo te acercaste a ese mundo para interpretar a Brandon?
MF: Es curioso cómo cambia el rol. Cuando yo era un adolescente, para ver porno ibas al videoclub y te llevaba dos horas tener el valor de acercarte al mostrador y pedir la película. Este elemento de vergüenza estaba allí antes incluso de que pudieras verlo. Ahora mismo está todo en internet. Eso ha cambiado de manera definitiva nuestra imagen del sexo: ya no es tabú, ahora cuesta 100 dólares al año, con descargas ilimitadas. Nos encontramos además con una pornografía que es muy violenta y agresiva con las mujeres. Una vez más, creo que conectar de una forma automática el sexo con el puro placer sin ninguna emoción es muy peligroso. Por eso fue un reto fascinante y desolador. Hacer, y ver, una película como ésta, no te deja indemne.


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