11 sept 2014

Annette Bening: El teatro mantiene vivo mi oficio

Miguel Cane.

Dos Globos de Oro, un BAFTA, cuatro nominaciones a los Oscar y más de 20 películas filmadas bajo otros tantos legendarios directores como Tim Burton, Mike Nichols, Itsvan Szabó, Sally Potter o Sam Mendes, dan fe de que Annette Bening (Topeka, Kansas, 1958) es una de las actrices de mayor prestigio y respeto en el mundo.



Ahora llega a México en un filme inspirado en hechos reales, titulado Reinventando el amor, que protagoniza junto a Ed Harris y el recién fallecido Robin Williams. La cinta fue estrenada hace un año en el festival de Toronto y la actriz —casada desde 1991 con Warren Beatty y madre de cuatro hijos— encarna aquí a Nikki, una mujer que enviuda y encuentra la posibilidad del amor en un hombre con un extraordinario parecido con su difunto marido, lo cual resulta en una sorprendente situación que cambia su vida.

¿Reinventando el amor es una historia de amor o una historia de pérdida?
Las dos cosas. Hay obsesión y duelo. También la posibilidad de un romance. Y sobre todo el descubrimiento de una vida nueva, después de la pérdida. Eso fue lo que encontré tan atractivo en el personaje y en la historia. No es un melodrama nada más, es una historia muy completa y muy humana.



¿Usted cree que puede combatirse el duelo con amor?
Espero que así sea (se ríe). No soy viuda y espero no serlo..., nunca he experimentado una pérdida semejante pero a todos nos sobrecoge la posibilidad. Aunque igual, mi personaje no es consciente al principio del nivel de duelo que sufre. No es algo que le pegue de golpe. Es una comprensión gradual.

La cinta narra una experiencia que le ocurrió a la madre del director. ¿Qué pensó cuando se enteró?
Hay que matizar. En realidad lo que le pasó a la madre de Arie Posin (el director) fue solo una semilla de una situación que luego germinó en su imaginación, al convertirla en la historia que quería filmar mediante un guión estupendo. Su madre es una mujer extraordinaria y Arie tiene una historia familiar muy interesante, sus padres emigraron de la Unión Soviética a Israel y después a Canadá; en algún momento tuvo que criarlo sola y lo hizo muy bien. Quizá por eso es tan poderoso el guión. Es una mujer que ha sufrido mucho dolor, es muy bella en todos los sentidos y cuando hablas con ella te transmite todos sus sentimientos.



Nikki trata de recuperar la felicidad del pasado, ¿hay algo que le gustaría recuperar a usted del suyo?
¿Sabes qué es lo mejor de entrar en una edad madura? Que puedes comenzar a mirar el pasado de otra manera y todo lo que te ha sucedido va transformándose según nuestra propia percepción. Vamos eligiendo quién ha sido realmente importante en nuestras vidas, y la experiencia nos permite moldearlo según nos conviene. Yo creo que no hay felicidad solo en el pasado. Creo que la hay en todos los momentos de la vida.

Es sabido que usted investiga a fondo sus papeles, pero que en esta ocasión se dejó guiar por el instinto…
Lo de investigar el papel es importante sobre todo si tu personaje tiene una profesión especial que debes aprender, como si se trata de un científico, un médico. Cuando estaba en la universidad pensaba que cuanto más investigabas, cuanto más ensayabas, más puntos ibas a ganar; pero lo más útil es la intuición. No investigué demasiado para este papel, lo que pasa es que los actores solemos presumir de lo mucho que trabajamos nuestros personajes para que parezca que hacemos mucho más de lo que realmente hacemos (ríe).



Pero usted no acepta papeles que no le supongan un desafío.
Cierto, esa es una de mis normas. El papel de Nikki fue todo un desafío por el hecho de que tenía que vivir dentro de él y no podía ser demasiado explícita con mis actos, ya que es un personaje que no sabe lo que está haciendo. Tenía que aceptar que el filme me llevara por el trayecto de la historia. No le di muchas vueltas antes de interpretarlo, trataba de dejar que mi mente estuviera libre para actuar y, así, poder estar en el momento con Ed Harris y entrar en la situación.

Usted tiene una carrera muy rica en interpretaciones.
He sido afortunada, supongo. He hecho mucho trabajo en el teatro de los que nadie sabe porque los hago en un pequeño teatro en Los Ángeles, y es casi anónimo. Y me encanta. Son trabajos que son muy gratificantes para mí y mantienen vivo a mi oficio. De joven siempre tuve la ambición de actuar toda mi vida y contar historias que reflejasen mi propio periodo de vida, así que he tenido mucha suerte de haber podido encontrar esos proyectos en el momento adecuado.

Usted prueba que aún hay papeles para actrices mayores de 50. ¿Se presiona menos hoy a las actrices maduras?
No creo que haya menos presión. Lo que sí he notado es que esa presión no solo existe en mi profesión, aunque obviamente te observan más cuando trabajas delante de una cámara. No es que me encante verme cada vez más arrugada (ríe), pero es inevitable, todo el mundo envejece, ya sabes, y hay que saber aceptarlo y verlo de forma positiva. Envejecer con gracia. Creo que en general se va aceptando más la idea de que la mujer, al llegar a esta edad, puede hacer las mismas cosas que el hombre.

Oí una anécdota sobre usted ¿Es cierto que sus padres nunca la llevaban al cine?
Sí, es verdad, ¿cómo supiste? (ríe). No, a ellos no les gustaba mucho el cine. Creo que una de las pocas películas que vi con ellos fue La novicia rebelde, con Julie Andrews, cuando era niña. Años después tuve una maestra que nos llevaba a toda la clase a ver obras de Shakespeare, y eso es lo que me inspiró. Luego vino el cine, pero mi vocación se origina en el teatro, que es mi gran amor.

Ha sido cuatro veces candidata al Oscar, ¿Todavía le interesa o no le quita el sueño?
¿Qué te puedo decir? Haber estado nominada cuatro veces es fantástico y ganar premios es muy lindo, pero me da la sensación que la importancia que se les da es hoy mucho mayor que cuando yo empecé. Es todo muy mediático, muy publicitario. Recuerdo un tiempo en el que no era tan complicado. Yo no pienso en premios ni en nada de eso cuando hago un trabajo. No le veo el caso.

¿Podría decirse que no es ambiciosa?
De joven, cuando empezaba, lo fui y creo que en cierta medida lo sigo siendo, pero de un modo muy diferente. Hay muchos tipos de ambición, pero ciertamente no soy Lady Macbeth (risas). Verás, la ambición es un elemento importante a la hora de querer hacer cosas y tener el deseo y la energía para hacerlas bien. Empecé a tener hijos en la cumbre de mi carrera y, como ocurre en la vida de toda mujer cuando llega ese momento, tuve que decidir. Me decidí por la familia y en ningún momento me he arrepentido. Ser madre de cuatro hijos se dice fácil, pero quizá es el rol más difícil y gratificante a la vez, porque son cuatro personas completamente diferentes y cada una es un mundo en sí misma. Han sido mi mayor escuela. Así que mi ambición se ve colmada con ellos.

Y a todo esto ¿cómo lleva eso de estar casada con una leyenda viviente?
Quizá a mi marido no le hará mucha gracia si digo que no es muy diferente (risas), pero la verdad es que probablemente sea como estar casada con cualquier otra persona, que se dedique a cualquier otra cosa. Es un gran padre, un gran compañero, un magnífico amigo y el complemento perfecto para mí. Básicamente, porque es un ser humano maravilloso, y lo sería de todos modos.