Ridley Scott es, que no quepa duda alguna, uno de los más emblemáticos cineastas contemporáneos. Sus películas son memorables por muchas razones: como muestra están Alien el Octavo Pasajero (1979), Blade Runner (1982) o Gladiador (2000). Cintas que tienen atmósfera casi tangible que logra transportar al espectador y hace que éste olvide que está viendo imágenes en una pantalla: así, uno está con Ripley (icónica Sigourney Weaver) a bordo de la nave Nostromo, participa de la caza de replicantes con Rick Deckard (Harrison Ford) o se halla en la arena del circo romano con Máximus (Russell Crowe).
Hasta sus películas “menores” tienen detalles o imágenes que logran grabarse en la memoria – el apartamento neoyorquino de Mimi Rogers en Someone to Watch Over Me (1987), Julianne Moore, vestida de Gucci, que contempla cómo Anthony Hopkins guisa partes del cerebro de Ray Liotta vivo en Hannibal (2001)-. Y ésta que hoy nos ocupa, aún pese a tener tantos detalles que la harían un épico importante, entra en ese renglón: una película menor dentro del canon de Scott.
Ambientada en 1184, la cinta (cuyo título original The Kingdom of Heaven/El Reino de los Cielos es más afortunado, ya que se desarrolla cuando las cruzadas ya casi han concluido) presenta la historia de Balian (Orlando Bloom), joven herrero francés, cuya cónyuge ha muerto en pecado mortal. Atravesando por una crisis de fe, es encontrado por Godfrey (Liam Nelson), caballero a quien lo une un lazo que desconocía.
Movido por el deseo de expiación para él y el alma de su esposa, tras haber cometido un acto violento Balian se une a su grupo para ir a Jerusalén, que se halla en endeble tregua pactada entre el leproso Rey Balduino (bajo esa máscara se deja oír la voz de Edward Norton) y Saladino (Ghassan Massoud), el gran líder musulmán. Ahí, como es de esperarse, nuestro héroe vivirá aventuras, aprenderá lecciones (cortesía de un desperdiciado Jeremy Irons), encontrará interés romántico – en la tentadora princesa Sybilla (encarnada por la hermosa franco-sueca Eva Green, que debutó en Los Soñadores de Bertolucci) así como un conflicto moral que tendrá consecuencias para todo el reino.
A esto, hay que añadir intrigas, villanos soberbios y casi caricaturescos, así como las infaltables escenas de batalla que el director sabe coreografiar como nadie, aprovechando al máximo los efectos generados por computadora. El trabajo de cinematografía de John Mathieson es tan impresionante como en Gladiador: se aprecia cuando Balian entra a Jerusalén buscando expiación, en una secuencia muy similar a cuando Máximus llega a Roma a buscar venganza. De hecho, es de notar la similitud entre numerosas tomas entre ambas cintas, que debe ser propositiva.
Cruzada es visualmente bella y bien realizada… sin embargo, hay una sensación de desencanto que se hace aparente a la primera hora y no cede. Esto se debe no tanto a las inconsistencias históricas (para quien no esté muy enterado de la historia real esto no es realmente un obstáculo). Si bien Orlando Bloom ha madurado (tras su atroz Paris en la horrenda Troya), el personaje no le queda del todo y no logra convencer como hombre atormentado por su conciencia y deseo de acercarse a la gracia divina.
Otro problema es el ritmo del guión de David Monahan, que a veces se alenta, donde otras, apresura la acción. Esta somete a la narración y así hay personajes que se desaprovechan (Jeremy Irons como el consejero Tiberias, o un casi irreconocible Jon Finch como el cínico nuncio papal), además que el convencional happy end se encaja, para beneficio del público que no estaría dispuesto a aceptar a un antihéroe más humano.
La cinta no es mala ni un desperdicio de producción… aunque pudo ser superior. Quizá un DVD con corte del director (se dice que podría durar 3 horas 40 minutos) podrá hacerle justicia.
Cruzada/The Kingdom of Heaven
Con: Orlando Bloom, Eva Green, Liam Neeson, Jeremy Irons y Edward Norton
Dirige Ridley Scott, distribuye: 20th Century Fox