Desde hace cierto tiempo los uruguayos nos hemos acostumbrado a ver no sólo uno, sino a veces más de un estreno de películas nacionales en el año, ya sean documentales o de ficción. Para un país de nuestras dimensiones, y donde hacer cine es complicado sobre todo a nivel económico, no deja de ser sorprendente el impulso que ha tenido el cine en estos últimos años. Sin embargo y casi increíblemente, el cine en el Uruguay tiene una trayectoria más larga de lo que se podría suponer: existen datos de una película de ficción de menos de una hora, del año 1919, y de otra que podríamos llamar documental, realizada en una toma en 1898: se trata de una carrera de ciclismo… Es decir que esta historia de idealistas que creen que es posible hacer cine en nuestro país, no es historia reciente.
Las películas uruguayas se llevan numerosos reconocimientos internacionales, tal vez mayor es el reconocimiento fuera de fronteras que dentro. Esto sucede porque el público uruguayo no es fácil: sucede que tendemos a desacralizar todo y podemos ser muy críticos y duros en cuanto a las creaciones nacionales.
Por otro lado, y no por falta de talento, se dio el caso hace tiempo ya de que las películas nacionales compartían casi por defecto una cualidad: tendían todas a la introspección, a la solemnidad, o incluso alguna al surrealismo, llegando a ser impenetrables para el espectador: en 1994 la película El dirigible (de Pablo Dotta) se convirtió en una broma local, porque se decía que se ofrecía un premio a quien lograra comprender qué se había querido decir… Fue la película más costosa de la historia de nuestro cine, pero aún se leen críticas donde se la califica como presuntuosa y confusa. Lo que sucede es que hubo un tiempo en que parecía que, en el empeño de hacer cine de algún modo testimonial o exploratorio de nuestra identidad nacional, la cosa se salía de curso y el resultado era desalentador para el espectador. Como si hacer cine de otra forma no fuera hacer buen cine.
Es cierto que el temperamento uruguayo tiende a la melancolía, y que el arte refleja al artista, pero sin dudas, se tardó en transitar un camino que resultara más atractivo al público sin descuidar el contenido, con lo cual aún hoy muchos dudan en ver películas nacionales ya que están catalogadas como “un bajón” o “aburridas”. Por esto ha costado un poco que el público nuestro acepte las películas nacionales, y vayan a verlas al cine sin ideas preconcebidas.
Sin embargo, poco a poco se empiezan a ver producciones que si bien eligen tratar temas “serios” o incluso dramáticos recurren a un toque de humor para hacerlo. Se exploran nuevas forms de contar las historias, si bien también hemos tenido la oportunidad de ver algún estreno nacional que pese a partir de una idea novedosa para nuestro medio, termina en un resultado mucho menos que satisfactorio: fue el caso de El Noctámbulo, de Gabriel Díaz, que no colmó las expectativas.
Los esforzados cineastas cuentan con el apoyo del FONA (Fondo para el Fomento y Desarrollo de la Producción Nacional Audiovisual) que desde 1995 apoya estos emprendimientos por iniciativa de la Intendencia de Montevideo en conjunto con los canales privados de televisión abierta y por cable, así como la Asociación de Productores y Realizadores de Cine y Video del Uruguay. Los proyectos que se presentan son tanto documentales como ficciones, y cada año se premia a dos documentales y dos ficciones; se firma entonces un contrato de financiación de producción audiovisual, que establece también los plazos para el comienzo de la producción. Por otra parte y como es usual en esta región, las películas son coproducciones con otros países, sobre todo en el aspecto económico.
Whisky (de Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll, reseñada para Cine Visiones), El Viaje hacia el Mar (de Guillermo Casanova, basada en un relato de Juan José Morosoli) y la más reciente El Baño del Papa (de Enrique Fernández y César Charlone, quien también fue el director de fotografía, conocido por su trabajo al lado del brasileño Fernando Meirelles) son algunas de los proyectos premiados, y como ya es sabido fueron muy bien recibidas no sólo en el Uruguay sino también en el exterior. Por su parte en el rubro documental se destacaron La Matinée y la más reciente Cachila, ambas de Sebastián Bednarik.
Viendo el recibimiento que han tenido las últimas producciones nacionales (a las ya nombradas hay que agregar La Cáscara , de Carlos Ameglio, estrenada en Uruguay en 2007 al igual que El Baño del Papa), podemos esperar que se siga creyendo en que se puede aunque por momentos sea muy difícil, y que los cineastas sigan ofreciendo más producciones de buen nivel y competitividad internacional.
Los espectadores, como hasta ahora, estaremos agradecidos.
Ciudad de la Costa, febrero de 2008
Sitios de las películas:
El Baño del Papa - http://www.montevideo.com.uy/banodelpapa/
La Cáscara - http://www.lacascara.com.uy/