"Yo tenía 13 años. Un día, a fines de la primavera de 1941, la vi por primera vez..."
Renato Amoroso
Hoy, sentado en un restaurante, observé entrar al mismo a una hermosa mujer. Venía acompañada de su pareja; ambos recorrieron prácticamente todo el lugar en busca de la mesa asignada y no pude evitar seguirla con la mirada pues su presencia era en verdad magnética. En un descuido que tuve, volteé a ver a los demás comensales y puedo asegurarles que la gran mayoría la estaba observando…
Digamos que este es uno de los principios básicos de la película de Tornatore. Malena de alguna forma está realizada para el lucimiento de su actriz protagónica, Mónica Bellucci, quien al pasearse por la plaza principal del pueblo de Castelcuto en Sicilia, despierta envidia de mujeres y el deseo de hombres. Toda la historia es seguida y narrada a los espectadores, por un niño de 13 años: Renato Amoroso, quien experimentará –al conocer a Malena-, un proceso de madurez y terminará enamorándose platónicamente de la mujer de la que todos hablan.
El director italiano Giussepe Tornatore partió de la adaptación de un cuento corto escrito por el guionista Luciano Vincenzoni. Vincenzoni (quién escribiera algunos guiones para Sergio Leone) concibió esta historia en base a sus recuerdos de una mujer que altera (con su presencia y estilo de vida) totalmente a un pueblo italiano durante la Segunda Guerra Mundial.
¿Por qué revisitar Malena? A manera de preámbulo les cuento que derivado de comentarios intercambiados hace ya algunos meses con Francisco Peña, le sostuve que Malena no terminaba de gustarme (ver crítica de Malena, por Francisco Peña). No era una cinta que yo recordara especialmente o que incluso, tuviese el deseo de tenerla dentro de mi colección. En esas conversaciones, le comentaba a Paco que no sabía exactamente qué era lo que no me gustaba de la cinta. En una respuesta posterior, mi interlocutor me hizo un comentario que me produjo el efecto inverso por el que supongo Peña me lo había efectuado, diciéndome algo parecido a “bueno…no todo el mundo va por la vida justificando porqué le gusta ó no, algo…” Fue entonces cuando tuve la necesidad de indagar el porqué de mi (aparentemente) injustificada percepción de la película.
Volví a verla dos veces más a partir del intercambio de ideas con Paco Peña. La primera de ellas, como un simple espectador que sólo sigue el desarrollo de la cinta, con la inocencia e intención de creer lo que se observa en la pantalla. Pero en la segunda vista puse especial atención a los aspectos técnicos y de realización de la misma, digamos que, con cierto sentido crítico.
Como tal, el resultado que encontré fue interesante: Malena, como simple espectador, es una ‘buena película’ (así, como se dice comúnmente cuando salimos del cine), Mónica Bellucci es impresionantemente bella (con cabello negro o rojizo), la trama es a ratos divertida y en otros angustiante, pero no es una cinta que sienta el deseo de volver a ver una y otra vez, como me ocurre con muchas otras.
Como espectador, me gustó la música de Ennio Morricone, me agradó bastante la actuación del adolescente que hizo de Renato Amoroso (Giuseppe Sulfaro), me disgustó sobremanera el episodio del casi linchamiento de Malena por las mujeres del pueblo (lo sufrí, en pocas palabras), me cayeron mal los familiares de Renato y no soporté tanto recreamiento de las fantasías de Renato con Malena, disfruté los paisajes y tomas panorámicas del pueblo de Castelcuto y me molestó la nula cercanía de Renato con Malena durante toda la cinta.
Pero con ojo crítico fue otro el resultado:
Malena muestra a un director que conoce su trabajo. Tornatore se nota experimentado, y hoy por hoy es considerado el mejor y más famoso director italiano de la actualidad y esa fama no es gratuita. Desde el primer momento en el que aparece Malena caminando al inicio de la cinta, se percibe a un director maduro que sabe cómo plantar a sus personajes y la manera de acercarlos al espectador.
Malena camina al compás de la bella música de Ennio Morricone, mientras es observada por los jovencitos sentados a un lado del camino, entre los cuáles se encuentra Renato. El desplazamiento de cámara es elegante, preciso…y de alguna forma se convierte en cómplice de Mónica Bellucci, pues es fiel a su belleza, magnificándola, casi adorándola... durante toda la película. Malena camina cabizbaja, con la mirada al suelo, casi sin percatarse de que está siendo minuciosamente observada por los lugareños.
Bajo este perfil, Mónica Bellucci desarrolla un trabajo que por ser sutil no es valorado en su justa dimensión. Prácticamente sin diálogos que impliquen un arriesgado trabajo actoral por parte de la actriz, Bellucci se convierte en una especie de traductor corporal, pues es con su cuerpo, actitudes físicas o gestos como finalmente nos descubre la personalidad de la Malena de Tornatore: enigmática, sensual, con un dejo de tristeza y una soledad que la acompaña.
Pocas veces he presenciado cintas en las que un prestigiado director no resiste la tentación de ‘apapachar’ a su bella protagonista llenándola de close ups o de acercamientos continuos de cámara en aras de hacer evidente ese rasgo de su personalidad: la belleza. Lo vi por ejemplo en El marido de la peluquera cuando Patrice Leconte se da vuelo mostrando la sensual belleza de la actriz Anna Galiena. Pero en Malena está justificado el tratamiento visual del personaje y es que sabemos de antemano qué derivado de la belleza física de esta mujer, se provocan una serie de sucesos no muy gratos en Castelcuto. “Su pecado es ser bella” dice el abogado que la defiende en un injustificado juicio y Tornatore se encarga de hacérnoslo ver en cada secuencia en la que aparece la Bellucci.
¿Es por ello que se percibe superficial el tratamiento del personaje de Malena dentro de la cinta? Es muy posible. Y no solamente Malena sale perjudicada, sino la gran mayoría de los personajes de la cinta: Los familiares de Renato por ejemplo, son caricaturizados hasta conseguir hacerlos casi insoportables al espectador, pero en el entendido de que esto se logra básicamente por la sobreactuación de los mismos y por la gratuidad de las situaciones que ellos escenifican, percibiéndose esto también en los pretendientes de Malena, aquellos que sólo buscan hacerla suya.
Observando la cinta, se pueden también percibir dos miradas a la historia. No me atrevo a asegurar que así haya sido planeado por el director porque sería muy aventurado de mi parte, así que sólo me limitaré a subrayarlo y me refiero al tratamiento inicial y el giro que se maneja en la óptica planteada prácticamente a la mitad de la cinta…y es notorio con Renato.
Renato inicia la cinta con el diálogo en off que aparece al principio de este texto. Es una forma de compenetrar al espectador y hacerlo partícipe de la historia que está narrando, algo similar a que un conocido venga y nos cuente algo que le haya ocurrido. Este tratamiento lo practicó Tornatore exitosamente en la aclamada Cinema Paradiso.
Bajo este esquema es que nos enteramos de la devoción que el jovencito le profesa a Malena, sus fantasías sexuales (repito: creo que son excesivas y redundantes esas escenificaciones con parejas clásicas de la cinematografía, aunque se entiende que Tornatore decidió hacer un minihomenaje al cine dentro del cine, otra vez –en lo personal, me coartan la visión de la cinta y me distancian-), las cartas que le redacta, sus peticiones al santo del pueblo, etc. Pero a la mitad de la cinta es muy marcado el distanciamiento que como espectadores percibimos en Renato, pues Tornatore ahora se limita a mostrarnos la realidad social de Malena (quién se encuentra sin conseguir trabajo para finalmente terminar prostituyéndose) quedando la mirada cómplice de Renato relegada a un segundo plano, es decir, el recurso narrativo original queda disminuido (casi olvidado) en importancia o es sustituido por uno más plano ó inesperado.
¿Qué ocurre con este tratamiento en los espectadores? Un distanciamiento que provoca que la cinta se perciba en cierto momento lo suficientemente fría como para desmotivar el interés inicial de verla.
Y para muestra, el momento del cuasi linchamiento de Malena por las mujeres del pueblo.
Pienso que (repito, con ojo crítico) hay revisar la duración de ciertas secuencias. Es arriesgado manejar un planteamiento del personaje principal (la mujer sola y bella, que no cruza palabra con nadie, que cuida a su anciano padre y que le es fiel al esposo en batalla) y después sentir la saña –prolongada- del director mostrando a su personaje principal (me refiero a Malena) siendo destruído; esto no implica de ninguna manera que yo piense que el evento no podría ocurrir -aclaro-, pero considero que hay formas de mostrar ciertas situaciones sin arriesgar la intensidad dramática y más aún, sin arriesgarse a alejar al espectador de lo que le estamos contando por ese cambio de tono tan marcado en la narración de la historia.
Y es que es indiscutible que esta es una de las secuencias mejor logradas del film: desgarradora y con un gran simbolismo por la forma en la que fue desarrollada; nos muestra posiblemente el mejor momento actoral de Mónica Bellucci y un trabajo de dirección y edición impecable, pero esa perfección repito, no encuadra con la tónica inicial o planteamiento original de la cinta. Al final, sólo pude lanzar la pregunta: ¿es válido buscar el distanciamiento film-espectador? Me arriesgo a pensar que en el caso de Malena, es un error involuntario de guión, más que de otra cosa.
De los aspectos técnicos o de realización:
La música. Es innegable que Morricone compuso una de sus bandas sonoras que mejor permanecen en la memoria aunque siento que al musicalizador (que no el músico) se le fue ligeramente la mano a la hora de acompañar las imágenes pues utilizan un mismo corte con muy ligeras variaciones en gran parte de la película, por lo que ese aspecto se siente a ratos monótono, salvo dos o tres momentos de la cinta con composiciones de Morricone a la altura de sus mejores trabajos (el del arranque cuando nos presentan a Malena, es exquisito -ver video arriba-), aún así es innegable reconocer que la música ayuda muchísimo a crear esa atmósfera del pasado nostálgico alrededor de Malena y Renato.
¿Qué decir de la fotografía de Lajos Koltai (La leyenda de 1900 y Cuando un hombre ama a una mujer)? Tonalidades naranja delinean las imágenes de Malena Scordia y el pueblo de Castelcuto, con lo que la película se convierte en un gran recuerdo vívido y de sueño a la vez. El estilo y diseño visual es espléndido (ojo –por ejemplo- a los cambios de color en vestuario de la protagonista, así como la recreación de la Sicilia de los años 40, es magnífica) y se convierte en uno de los puntos altos de la cinta.
Como realizador, Giussepe Tornatore puede sentirse orgulloso de su película (el guión es otro boleto), su trabajo ‘artesanal’ es sobresaliente y como lo mencionamos en un principio, se percibe una madurez excepcional que ya se vislumbraba desde Cinema Paradiso y que en Malena se confirma.
Este texto, más allá de cualquier polémica, sólo tiene como fin el buscar dentro de MI percepción, las causas del porque no terminaba de gustarme del todo la cinta; concluyo que aún dentro de mi visión de espectador inocente, Malena ha provocado que mire hacia los otros aspectos, los del papel y la realización; aspectos que a la larga pueden también producir el gozo o disgusto por una cinta; y que en el caso de la cinta de Tornatore, sean sólo detalles los que inquieten mi visión.