Jacobo Bautista
La primera vez que supe de Jackie Stewart ya estaba retirado, hacía algunas de las entrevistas a los ganadores de los grandes premios –a él no lo veía en pantalla- pero pues siempre ha sido famoso por haber ganado tres veces el Campeonato Mundial de Pilotos Fórmula 1 y haber hecho mucho dinero en el proceso.
Quedaba, cuando yo comencé a ver la Fórmula 1, de los tiempos de Stewart, el ingenio del equipo de Ken Tyrrel –con quien él fue campeón- el asunto de usar la punta de los autos levantada fue una idea que Tyrrel innovó en la Fórmula 1.
La primera vez que mi generación pudo ver la mano de Jackie fue cuando se lanzó a hacer su equipo, de la nada (no compró un equipo y le puso su nombre sino que comenzó de cero). El Stewart Grand Prix comenzó mal, pero a su segundo año comenzó a llamar mi atención porque corría atrasito de los punteros y, por desgracia, comenzaba a identificarme con ellos cuando ganaron su primer carrera cuando Jackie decidió venderles el equipo a Ford (que lo echaron a perder, primero poniéndole Jaguar y luego manejándolo pésimamente mal).
Cuando mi hermano llegó de Londres con dos libros, uno de Lewis Hamilton y otro de Jackie Stawart lo primero que pensé fue en los contrastes. Hamilton apenas llevaba una temporada en la Fórmula 1, mientras que el escocés había ganado tres campeonatos, compañero y amigo de uno de los más grandes pilotos de la historia –otro escocés- Jim Clark y de Graham Hill (el único piloto en la historia en ganar el Gran Premio de Mónaco, las 500 Millas de Indianápolis y las 24 Horas de Le Mans).
O sea, el libro de Hamilton quedó hasta abajo en la pila de libros que tengo por leer y cargué el tabique de casi 600 páginas titulado Ganar no es suficiente, la autobiografía de Jackie Stawart.
Cada año la industria editorial, sobretodo la inglesa, lanza al mercado cualquier cantidad de biografías, no importando que sean de pilotos que sólo tienen 21 años... pero a veces exageran también con los pilotos legendarios y año tras año se vuelven a repetir las historias de Fangio, Senna y Schumacher... con esta idea comencé a leer el libro de Jackie, de quien ya hay un par de libros circulando, así que en el momento en que me aburriera, pasaría al siguiente libro (una compilación de las mejores entrevista publicadas en la revista Playboy).
A lo largo de todo el libro Jackie se la pasa repitiendo que, en todo lo que hace, trata de hacer lo mejor, trata de dar un poco más, de ‘agregar valor’. Alguna vez estuvo con sus mecánicos tratando de encontrar como ahorrar menos de una décima por vuelta en el autódromo de Monza en Italia, parecería poca cosa pero la carrera la ganó por menos de una décima de segundo.
El mismo cuidado se ve que tuvo en la redacción del libro, lleno de anécdotas divertidas y reflexiones interesantes; curiosamente lo mejor del libro no son las anécdotas en la pista, los grandes rebases o las grandes victorias sino las anécdotas desconocidas, su descripción detallada de la gente que ha conocido a lo largo de la vida y el cómo ha logrado lo que ha logrado a lo largo de su vida.
Uno de los primeros capítulos, el que habla de su infancia, describe los terribles días de Jackie en la escuela primaria donde, cada que lo ponían a leer frente a la clase se quedaba callado, pues no entendía nada de lo que estaba frente a él, las letras eran simplemente una gran confusión... el cambio de escuela por una de peor nivel fue su destino y el título del capítulo expresa cómo se sentía entonces: ¿Soy Estúpido?
Más de 40 años después... ya siendo triple campeón de la Fórmula 1, múltiple campeón de tiro, presentador de televisión y uno de los embajadores mundiales de marcas como Rolex y Möet Chandon, Jackie Stawart descubrió que no era estúpido, que nunca lo fue, lo que tenía y tiene es dislexia, que en aquellos años no se le diagnosticó.
Jackie es famoso por muchas cosas, entre otras por ser un gran conversador y sus discursos suelen ser fantásticos, no es raro que si se sabe que estará presente en algún evento, se le pide que sea el orador, incluso cuando está la Reina de Inglaterra. Sus historias, no solamente las de su tiempo de piloto sino a lo largo de su vida... y sólo para ilustrarles el asunto de las anécdotas les cuento un par.
Stewart organizó un evento anual de tiro, para reunir fondos para obras de caridad, en dicho evento acudía casi cada año otro escocés famoso, Sir Sean Connery –curiosamente, el mejor de los James Bond nunca, hasta este evento, había disparado un arma de fuego– quien cuando rodaba la película de Indiana Jones y la Última Cruzada invitó a Steven Spielberg y a Harrison Ford al evento. Cuenta Jackie que mientras platicaba con Spielberg, éste estaba muy distraído hasta que de plano el director interrumpió la plática para decirle “perdón, es que hay un sujeto allá atrás igualito al Rey Hussein de Jordania”... y no es que fuera igualito, era el Rey Hussein, uno de los grandes amigos de Stewart, quien no desaprovechó para presentarlos. En la plática, Spielberg le comentó al Rey que habían tenido muchos problemas para conseguir los permisos necesarios para filmar parte de su película en Petra... el Rey le dijo que por él no había bronca y la secuencia final de La Última Cruzada se pudo filmar en Petra gracias a esta feliz coincidencia.
Tiene anécdotas lo mismo que con Sean Connery y Harrison Ford con George Harrison y Andy Warhol... con este último compartió algún día la mesa en una cena (donde estaban también sentadas otras personalidades) y Wahol le propuso a Jackie el hacerle una pintura, lo que al escocés le pareció formidable. ‘¿Hay algún trato?’ preguntó el entonces campeón de la Fórmula 1... ‘tú te quedas con el original y yo retengo los derechos de reproducción’ le contestó el artista pop... ‘¿y qué tengo que hacer?’ preguntó Jackie ya emocionado con el prospecto... ‘pues venir a mi estudio en Nueva York, nos llevaríamos alrededor de cinco días’... pero entonces la agenda del obsesivo de Stewart –y más que nada la obsesión de Stewart por mantenerla apretada- le hizo responder que cinco días eran imposibles. Hoy, claro, Stewart se arrepiente de no tener un retrato suyo pintado por Warhol, que valdría su buen millón de dólares...
A la par de las anécdotas, Jackie va dando tips de lo que a él le sirvió para triunfar, de cómo vestir bien, de cómo saludar y de cómo jamás perder el suelo, ser proactivo y siempre, siempre, siempre, buscar agregar valor en todo lo que uno haga... y así, el libro trae un DVD con un pequeño documental de su vida –que está fantásticamente bien realizado- pero el mismo libro en sí, caray, es la mejor autobiografía que he leído y por mucho el libro que se relaciona con el automovilismo más entretenido que ha caído en mis manos.
La primera vez que supe de Jackie Stewart ya estaba retirado, hacía algunas de las entrevistas a los ganadores de los grandes premios –a él no lo veía en pantalla- pero pues siempre ha sido famoso por haber ganado tres veces el Campeonato Mundial de Pilotos Fórmula 1 y haber hecho mucho dinero en el proceso.
Quedaba, cuando yo comencé a ver la Fórmula 1, de los tiempos de Stewart, el ingenio del equipo de Ken Tyrrel –con quien él fue campeón- el asunto de usar la punta de los autos levantada fue una idea que Tyrrel innovó en la Fórmula 1.
La primera vez que mi generación pudo ver la mano de Jackie fue cuando se lanzó a hacer su equipo, de la nada (no compró un equipo y le puso su nombre sino que comenzó de cero). El Stewart Grand Prix comenzó mal, pero a su segundo año comenzó a llamar mi atención porque corría atrasito de los punteros y, por desgracia, comenzaba a identificarme con ellos cuando ganaron su primer carrera cuando Jackie decidió venderles el equipo a Ford (que lo echaron a perder, primero poniéndole Jaguar y luego manejándolo pésimamente mal).
Cuando mi hermano llegó de Londres con dos libros, uno de Lewis Hamilton y otro de Jackie Stawart lo primero que pensé fue en los contrastes. Hamilton apenas llevaba una temporada en la Fórmula 1, mientras que el escocés había ganado tres campeonatos, compañero y amigo de uno de los más grandes pilotos de la historia –otro escocés- Jim Clark y de Graham Hill (el único piloto en la historia en ganar el Gran Premio de Mónaco, las 500 Millas de Indianápolis y las 24 Horas de Le Mans).
O sea, el libro de Hamilton quedó hasta abajo en la pila de libros que tengo por leer y cargué el tabique de casi 600 páginas titulado Ganar no es suficiente, la autobiografía de Jackie Stawart.
Cada año la industria editorial, sobretodo la inglesa, lanza al mercado cualquier cantidad de biografías, no importando que sean de pilotos que sólo tienen 21 años... pero a veces exageran también con los pilotos legendarios y año tras año se vuelven a repetir las historias de Fangio, Senna y Schumacher... con esta idea comencé a leer el libro de Jackie, de quien ya hay un par de libros circulando, así que en el momento en que me aburriera, pasaría al siguiente libro (una compilación de las mejores entrevista publicadas en la revista Playboy).
A lo largo de todo el libro Jackie se la pasa repitiendo que, en todo lo que hace, trata de hacer lo mejor, trata de dar un poco más, de ‘agregar valor’. Alguna vez estuvo con sus mecánicos tratando de encontrar como ahorrar menos de una décima por vuelta en el autódromo de Monza en Italia, parecería poca cosa pero la carrera la ganó por menos de una décima de segundo.
El mismo cuidado se ve que tuvo en la redacción del libro, lleno de anécdotas divertidas y reflexiones interesantes; curiosamente lo mejor del libro no son las anécdotas en la pista, los grandes rebases o las grandes victorias sino las anécdotas desconocidas, su descripción detallada de la gente que ha conocido a lo largo de la vida y el cómo ha logrado lo que ha logrado a lo largo de su vida.
Uno de los primeros capítulos, el que habla de su infancia, describe los terribles días de Jackie en la escuela primaria donde, cada que lo ponían a leer frente a la clase se quedaba callado, pues no entendía nada de lo que estaba frente a él, las letras eran simplemente una gran confusión... el cambio de escuela por una de peor nivel fue su destino y el título del capítulo expresa cómo se sentía entonces: ¿Soy Estúpido?
Más de 40 años después... ya siendo triple campeón de la Fórmula 1, múltiple campeón de tiro, presentador de televisión y uno de los embajadores mundiales de marcas como Rolex y Möet Chandon, Jackie Stawart descubrió que no era estúpido, que nunca lo fue, lo que tenía y tiene es dislexia, que en aquellos años no se le diagnosticó.
Jackie es famoso por muchas cosas, entre otras por ser un gran conversador y sus discursos suelen ser fantásticos, no es raro que si se sabe que estará presente en algún evento, se le pide que sea el orador, incluso cuando está la Reina de Inglaterra. Sus historias, no solamente las de su tiempo de piloto sino a lo largo de su vida... y sólo para ilustrarles el asunto de las anécdotas les cuento un par.
Stewart organizó un evento anual de tiro, para reunir fondos para obras de caridad, en dicho evento acudía casi cada año otro escocés famoso, Sir Sean Connery –curiosamente, el mejor de los James Bond nunca, hasta este evento, había disparado un arma de fuego– quien cuando rodaba la película de Indiana Jones y la Última Cruzada invitó a Steven Spielberg y a Harrison Ford al evento. Cuenta Jackie que mientras platicaba con Spielberg, éste estaba muy distraído hasta que de plano el director interrumpió la plática para decirle “perdón, es que hay un sujeto allá atrás igualito al Rey Hussein de Jordania”... y no es que fuera igualito, era el Rey Hussein, uno de los grandes amigos de Stewart, quien no desaprovechó para presentarlos. En la plática, Spielberg le comentó al Rey que habían tenido muchos problemas para conseguir los permisos necesarios para filmar parte de su película en Petra... el Rey le dijo que por él no había bronca y la secuencia final de La Última Cruzada se pudo filmar en Petra gracias a esta feliz coincidencia.
Tiene anécdotas lo mismo que con Sean Connery y Harrison Ford con George Harrison y Andy Warhol... con este último compartió algún día la mesa en una cena (donde estaban también sentadas otras personalidades) y Wahol le propuso a Jackie el hacerle una pintura, lo que al escocés le pareció formidable. ‘¿Hay algún trato?’ preguntó el entonces campeón de la Fórmula 1... ‘tú te quedas con el original y yo retengo los derechos de reproducción’ le contestó el artista pop... ‘¿y qué tengo que hacer?’ preguntó Jackie ya emocionado con el prospecto... ‘pues venir a mi estudio en Nueva York, nos llevaríamos alrededor de cinco días’... pero entonces la agenda del obsesivo de Stewart –y más que nada la obsesión de Stewart por mantenerla apretada- le hizo responder que cinco días eran imposibles. Hoy, claro, Stewart se arrepiente de no tener un retrato suyo pintado por Warhol, que valdría su buen millón de dólares...
A la par de las anécdotas, Jackie va dando tips de lo que a él le sirvió para triunfar, de cómo vestir bien, de cómo saludar y de cómo jamás perder el suelo, ser proactivo y siempre, siempre, siempre, buscar agregar valor en todo lo que uno haga... y así, el libro trae un DVD con un pequeño documental de su vida –que está fantásticamente bien realizado- pero el mismo libro en sí, caray, es la mejor autobiografía que he leído y por mucho el libro que se relaciona con el automovilismo más entretenido que ha caído en mis manos.