Es uno de los más célebres intérpretes de su generación. No obstante, para él la fama no tiene ninguna importancia, permitiéndole hacer exactamente lo que le gusta.
Miguel Cane
A Denzel Washington, ganador de dos premios de la Academia y reconocido alrededor del mundo, no le gusta la fama. Pese a ser uno de los rostros más célebres de Hollywood, prefiere mantener un perfil más bien bajo, haciendo pocas películas – casi todas ellas con directores con quienes ha trabajado con anterioridad- y dedicándose a hacer cosas que “le interesan más” como dirigir (tiene dos películas en su carrera: Antwone Fisher y The Great Debaters) y estar con su familia. Su encuentro con la prensa para promover Asalto al tren, la nueva cinta de Tony Scott, en la que comparte créditos con John Travolta, es en sí, algo raro. Se muestra cordial, aunque con algunos medios es un poco distante y muy estricto en la regla de no hablar casi de su vida personal “mi vida no tiene nada que le interese a nadie, en realidad y soy respetuoso de la privacidad de los míos.”
Usted suele interpretar a los héroes de las películas. ¿Le gusta sentirse así, o será que poder ser un villano es más divertido?
Lo cierto es que me da igual (risas). No lo pienso mucho, la verdad. Todo depende de tener un buen guión, una buena historia. En Hollywood tienen la tendencia a encasillarte en un determinado papel; por ejemplo, después de Día de Entrenamiento [Oscar en el año 2000] me llegaron un montón de ofertas para interpretar a policías malos y corruptos, y a todas les dije que no.
Muchos colegas suyos sostienen que los papeles de villano son más interesantes.
Lo cual es verdad. Bueno, te permite hacer un poco lo que quieras. Todo el mundo quiere ser malo, todos tenemos ese lado oscuro. Es más divertido. Voy a confesarte algo: el segundo día de rodaje, yo ya quería hacer el papel de John Travolta (risas).
¿Cómo elige sus proyectos? Repite con asiduidad con un puñado de directores. ¿Le dan confianza?
En efecto. Tengo una gran afinidad con ellos, por supuesto. He trabajado cuatro veces con Tony, una con su hermano Ridley, cuatro veces con Spike (Lee), tres con Ed Zwick, dos con Jonathan Demme. Es fundamental estar cómodo mientras trabajas para que el resultado sea bueno, tienes que sentir que estás en buenas manos. ¡Y es Tony el que me llama, no yo a él! Lo cierto es que nos entendemos bien y trabajar juntos es algo estupendo.
Durante prácticamente la mitad de esta película no hay una confrontación entre Walter Garber y su oponente. ¿Resultó esto especialmente complicado a la hora de desarrollar al personaje?
No, porque John y yo hablábamos mucho más. Cuando trabajas mano a mano con otro actor ruedas tu escena y te vas; en este caso, sobre todo cuando yo estaba fuera de plano, me quedaba delante de mi micrófono y charlábamos, cantábamos canciones… Creo que llegué a conocerle incluso mejor que si estuviésemos juntos. Además, John es muy agradable, muy simpático. Un hombre excepcional en muchos aspectos.
Pronto cumplirá tres décadas – se dice fácil- dedicándose a esta profesión. ¿Qué cree que ha cambiado en el Hollywood actual, y hacia dónde supone que se dirige? Creo que cuando grandes compañías compraron los estudios, Sony, AOL, etc, a principios de los 90, la presión aumentó sobre los propios estudios, lo que deriva en que ahora tienen que pensar más en el dinero. Las empresas quieren obtener un rendimiento por compromiso con sus accionistas, y hay ocasiones en las que pretenden más de lo que realmente se puede producir. Pasa lo mismo en tu profesión; en Estados Unidos hay algunos medios como el Washington Post que siguen siendo independientes, pero recuerdo haber leído que cuando comenzó a cotizar en Bolsa sus márgenes de beneficio debían ampliarse. Es una presión tremenda, que genera situaciones imposibles. Imagino que la mayoría de los estudios preferirían ser independientes, claro.
¿Y cómo afecta esta situación su carrera, específicamente?
Principalmente afecta al material que recibes como actor. Ahora, desde que los adolescentes son el barómetro que rige la industria, hay montones de secuelas tipo Transformers 2, Harry Potter 6, American lo que sea parte 97, etcétera. Entiendo la parte de negocio y mi responsabilidad en ese sentido, porque cuanto más cuesta una película más dinero debe generar; pero los personajes no suelen estar ya tan desarrollados como antes, y tienes que volcar tu propia voluntad para hacer cada papel más interesante. A mí me gusta hacer cine para adultos. A Tony le gusta trabajar conmigo, y a mí me encanta ponerme a sus órdenes porque hace películas de acción, pero están basadas en personajes y son para un público con un criterio más amplio, aunque sin desdeñar la acción o el entretenimiento.
Usted es director. En 2007 se presentó su segundo filme, The Great Debaters, basada en una hostoria real. ¿Cómo selecciona qué proyectos le interesan para aventurarse detrás de las cámaras? Es de suponer que en cierta forma es una buena vía de escape y una manera de expresarse.
Desde luego. La primera película que dirigí fue Antwone Fisher y lo hice porque estaba cansado de actuar; mi segunda experiencia como director llegó porque estaba cansado de actuar (risas); y mi tercera experiencia (risas)… En serio, me gusta estar detrás de la cámara, es un desafío, algo muy excitante y que da un poco de miedo. Trabajo más duro, eso sí. La verdad es que yo no me crié pensando que iba a ser actor, quería ser jugador de fútbol. En fútbol trabajas en equipo, y así hago las cosas como actor o director; nunca, incluso ahora, pensé que yo sería la estrella, que centraría la atención de la gente. Disfruto viendo el éxito en los demás, y dirigir me permite ese lujo.
Pero una carrera como la suya, supone un importante grado de presión en el sentido de que cada propuesta tiene que mantenerse en línea con el resto…
Hay presión, claro, pero son dos campos distintos. Como director hago películas pequeñas, con presupuestos más modestos, porque el propio tema marca que el rendimiento comercial va a ser más limitado. Tengo que ser responsable, lógicamente. Si te presto dinero, quiero recuperarlo. Sí, hay una cierta presión, es inevitable. Ya lo dije, esto es un negocio y hay que seguir a veces sus reglas.
¿Está pensado ya en su tercera película?
Sí. Pero no te puedo revelar nada al respecto, sólo que puede que vea la luz a lo largo del próximo año o en 2011.
¿Tendrá algún consejo para quienes empiezan ahora?
Rezar y estudiar. No perder la fe en sí mismos. Especialmente estudiar. Mi hija menor tiene ocho años y quiere ser actriz. Me acompañó a presentar el Premio a la Mejor Película en los MTV Awards; la convencí para que subiera conmigo al escenario, y lo hizo muy bien. Al día siguiente teníamos llamadas de tres representantes que la querían para programas televisivos. Me negué, por supuesto; ahora mismo, la naturaleza de este negocio tiene más que ver con ser conocido que con tener talento. Y yo no creo en eso. Si quieres algo, tienes que luchar por ello. De otro modo, es algo que nunca valorarás.