Jacobo Bautista
Cuando a uno le platican que estará en el desierto, se imagina un calor abstracto, quizá parecido al de la playa… porque –aceptémoslo- las criaturas urbanas no tenemos idea de lo que es el frío ni el calor, mucho menos en una ciudad como la Ciudad de México, donde no distinguimos bien a bien las estaciones del año.
“Lleven siempre una botella con agua” era la recomendación. Y el agua aliviana, pero el agua también se calienta y uno, ser urbano al fin y al cabo, siente como si fuera sopa. El asunto no es refrescarse sino hidratarse.
A uno le han vendido la idea de refrescarse con agua carbonatada con azúcar.
Total que andaba por un pueblo llamado Esna, donde hay unas ruinas de un templo muy bonito. Para no ocupar las tierras fértiles a las orillas del Nilo, los antiguos egipcios construyeron la gran mayoría de sus templos y edificaciones no esenciales (entendiendo como esencial lo que les daba de comer) en el desierto.
Y ahí anduvimos viendo las ruinas y unas grandes escalinatas que han cuidado muy bien los arqueólogos polacos, porque si todo se lo dejaran a los egipcios, quién sabe cómo estaría. El calor seco del desierto, con una humedad escasísima en el aire hacen que uno aprecie el tener agua potable a la mano, pero también hace que la aparición de un refri con el logotipo de la Coca-Cola luzca bastante sexy.
Durante mis primeros cuatro días en Egipto tomé solamente agua embotellada y té, que es lo que ofrecen los locales a sus invitados para refrescarse. El refri en Esna fue mi primera aproximación a la Coca-Cola como la hacen en Egipto.
El metal de la lata fue lo que primero llamó mi atención, porque no es el aluminio delgado al que ya estamos acostumbrados en occidente, sigue siendo esa lata más parecido a las latitas de Jumex que hemos conocido en México. Además la cosita esa con que se abre –cuyo nombre ignoro- no es como la de nuestras latas sino son esas pestañitas que se desprenden.
Pasado esto, descubrí que la Coca que compré –una Coca-Cola Light- estaba totalmente congelada… y en medio del valle del Nilo, esto es bastante bienvenido. Claro que cuando estuve de regreso en mi barco y un rato después, todavía no me acababa de acabar la Coca, pero estuvo fantástico.
Con las bebidas congeladas es complicado evaluar, pero sentí entre todo el hielo que la Coca traía muy poca azúcar, o, en el caso de la Light, lo que sea que la endulce. Mi siguiente compra fue de una Coca normal, cerciorándome que no estuviera congelada esta vez.
Por alguna razón, los egipcios han decidido ponerle tal vez una cuarta parte menos de gas a sus Coca-Cola y algo así como la mitad del azúcar que trae en México. La concentración del jarabe este que le echan también es mucho menor y por tanto, el sabor mucho más agradable.
No sé si sea por costos, porque Egipto es un país pobre que se mantiene mucho por el turismo. La Coca cuesta allá casi cuatro pesos, que es casi la mitad de lo que nos cuesta aquí y mucho menos de la mitad de lo que cuesta en Estados Unidos y más barata aún si la comparamos con el costo de una Coca en Euros.
Curiosamente la Coca Light y la Zero, allá tienen exactamente el mismo sabor, así que yo sospecho que lo único que cambia es la pintura de la lata, porque el precio es exactamente el mismo. Independientemente de las condiciones en que me topé con la Coca-Cola en aquél país, al día de hoy pienso que es la mejor Coca-Cola de todo el mundo.