28 sept 2010

Los Picapiedra: Bodas de Oro con la risa

La mancuerna de cavernarios más famosa del mundo llega a los 50 años de su debut tan divertidos como el primer día: ¡Yabba-Dabba-Dú!

Miguel Cane



Creados por la imaginativa dupla de William Hanna y Joseph Barbera, creadores de personajes emblemáticos para generaciones enteras, Los Picapiedra (o bien, originalmente los Flintstone), la sátira social más célebre de la edad de piedra, debutaron en la cadena ABC de la televisión a las 8:30 pm del viernes 30 de septiembre de 1960, patrocinados por la marca de cigarrillos Winston, convirtiéndose desde el primer momento en un éxito apoteósico, dando pie a una serie que duraría seis temporadas y que, hasta la aparición de Los Simpson (que mucho, pero mucho le deben a esta serie) en 1989, mantuvo el récord como la serie de dibujos animados de mayor duración transmitida en horario nocturno (y dirigida, originalmente, a un público adulto).




Ostensiblemente, la serie surgió como una comedia de situaciones basada en los contrastes entre dos parejas de amigos y vecinos: el atolondrado, necio y formidable Pedro Picapiedra lleva la iniciativa mientras su bonachón, irresponsable y simpático vecino Pablo Mármol será el obligado cómplice de sus locuras, mientras que sus abnegadas, generosas y sagaces esposas, Vilma y Betty, son quienes usualmente terminan rescatándolos de sus alocados planes, haciendo uso tanto del sentido común, como de la intuición femenina y el buen humor.




Originalmente titulada “Los Flagstone”, la serie en un principio buscaba una identificación más bien comercial con el estadounidense promedio de clase media de aquellos días: Pedro trabajaba en una cantera, luego salía a pasear por Piedradura con sus amigos, con los que jugaban a la baraja, los viernes iba a jugar a los bolos y con Pablo era miembro de la hermandad de los Búfalos Mojados. Barbacoas de brontosaurio en el jardín los sábados y, los domingos, excursiones familiares en el troncomóvil.




Ésta era una mirada muy acertada al “American Way of Life”, salpicada por elementos de humor que llegaría a ser una rúbrica en la serie: las amas de casa utilizaban electrodomésticos como un pequeño mamut que ejerce de aspiradora, el tocadiscos con un cuervo que con su pico da pie al sonido del material piedragráfico y el inolvidable cuernófono, original artefacto de piedra cuyo auricular es un cuerno; otro detalle memorable es poner pies en polvorosa para arrancar el troncomóvil o bien, los delirantes planes de Pedro para hacerse rico que casi siempre salian mal. Eventualmente, la serie se iría por derroteros más fantásticos y delirantes, que atrajeron más a un público infantil (y eventualmente, los cigarros Winston dejaron de patrocinarlos, siendo reemplazados por cereales Post, que crearon toda una línea inspirada en los personajes).




Opuesta a su marido, la esbelta pelirroja Vilma – que seria una pionera de la TV al ser el primer personaje animado cuya preñez formó parte integral de la trama y culminó en 1963 con el nacimiento de la pequeña Pebbles- era una mujer sensata, centrada, dulce, sensible, prudente y racional. Un ama de casa muy de su tiempo, que, no obstante los convencionalismos vigentes entonces, se las ingeniaba, apoyada por Betty, para establecer alguno que otro detalle proto-feminista, de paso dándole una lección a sus maridos quienes en algunas ocasiones tendían a ser machistas y... sí, cavernarios.




Un sinúmero de personajes entrañables surgieron en episodios de la serie, como el monumental Dino – leal dinosaurio mascota de Pedro, que se convirtió por mérito propio en una de las estrellas de la serie, así como Bamm-Bamm, un niño de sorprendente fuerza adoptado por Pablo y Betty, y el gran Gazú, una suerte de duende marciano con poderes mágicos. También aparecieron parodias de estrellas de cine como Cary Grant (“Gary Granito”), Ann-Margret (“Ann-Margrock”), Tony Curtis, o el mismísimo Alfred Hitchcock, y la serie resultó ser tan popular que la aprovecharon desde caricaturistas hasta cineastas para llevar a los personajes a revistas, cómics y a la gran pantalla, en una superproducción de Steven Spielberg, que vino a demostrar que no todas las adaptaciones de un medio a otro son buenas (la cinta, de 1994, protagonizada por John Goodman, Rick Moranis y Halle Berry, resultó repelente y abyecta).

Más allá de todas sus aventuras, después de su cancelación en 1966, Los Picapiedra – que seguirían vigentes en décadas posteriores con una serie de 1971, protagonizada por Pebbles y Bamm-Bamm adolescentes (de muy mediano éxito) y una horrenda versión “infantil” de los personajes a mediados de los 80- dejaron un legado: A partir de su creación, Hanna y Barbera se soltaron el pelo, y de su establo surgieron otras series, como Don Gato y su pandilla (que pese a haber durado sólo una temporada, tiene un legendario y obsesivo estatus de culto especialmente en México), Maguila Gorila, Los Supersónicos (que eran básicamente una variación de la primera serie, sólo que ambientada en el siglo XXIII), Scooby Doo y muchas más, que sirvieron para iluminar a generaciones enteras, que no pueden evitar un golpe de alegría al escuchar, fuerte y claro el grito de guerra de Pedro Picapiedra: “¡Yabba-Dabba-Dú!”


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