6 nov 2010

Anthony Hopkins y la carrera de sus sueños

Es uno de los grandes de la actuación y por fin ha logrado trabajar con Woody Allen, pero además del cine y el teatro, tiene otra gran pasión: la música.

Miguel Cane




Cuando se mencionan las palabras “primer actor” es natural que uno piense en Sir Anthony Hopkins (Port Talbot, Gales, 1937), que ha dado vida a personajes inolvidables como el monstruoso dictor Hannibal Lecter, el ex presidente estadounidense Richard M. Nixon o Mr. Stevens, el inolvidable mayordomo de Lo que queda del día, filme en el que actuó al lado de la formidable Emma Thompson. Ahora, el histrión se ha puesto en manos del legendario Woody Allen para ser uno de los protagonistas de su más reciente filme: Conocerás al hombre de tu sueños, en la que interpreta a Alfie, un londinense recién divorciado sumido en una grave crisis existencial, a la cual decide hacer frente involucrándose en una descabellada relación con una explosiva mujerzuela, interpretada por Lucy Punch.




Si bien el actor es el primero en señalar que su personaje poco o nada tiene qué ver con él, el propio Hopkins superó una crisis personal que le llevó a anunciar una retirada del cine que realmente nunca se materializó. Y aunque ha participado con ilusión esta aventura con Allen –con quien deseaba colaborar, dice, desde hace más de veinte años, “pero no conseguíamos coincidir”-, es consciente de que el mundo, y en concreto la industria que le rodea, no le entusiasma: “no me gusta Hollywood, no me gustan las fiestas y el glamour y esas cosas. ¡Basura! Cada vez es menos atractivo hacer películas por eso, ser actor hoy en día, no significa absolutamente lo mismo que cuando yo empecé en esta carrera. Hay una búsqueda de la celebridad, pero no hay casi un respeto por el esfuerzo.”




Sin embargo, hacer una película con Woody Allen es algo muy diferente, ¿cierto?
Claro. Pero es otra cosa. Es Woody Allen. Él es parte fundamental de la cultura americana, cuando Woody entra en una habitación todo el mundo se calla y se le queda mirando. Es esa figura legendaria, enfrascada en un tipo pequeño pero extremadamente divertido. Muy inteligente. No le gusta estar en la primera plana, y a mí tampoco. Pero es alguien único Cuando él me mandó el guión con una carta y tras leerlo no lo dudé en aceptar. Ya habíamos querido trabajar juntos hac años en Poderosa Afrodita, pero no pudimos coincidir. Ahora, nada iba a impedirme trabajar con él.




Ha trabajado con algunos de los más formidables directores, Robert Wise, Jonathan Demme, Steven Spielberg, Ridley Scott, Oliver Stone... ¿cómo ha sido su relación con ellos?
Te diré que nunca he soportado a los directores duros, a los que gritan. Stone es muy duro, pero nunca se pasa. Nunca te falta al respeto. Lo mismo ocurre con Spielberg. Es una cuestión de disciplina. Quisiera contar una anécdota. Un célebre director de orquesta inglés, sir Thomas Beecham, tenía fama de dictador. Pero en una charla dijo: "Nunca hay que decir a los músicos cómo deben tocar sus instrumentos; hay que dejarles hacer su trabajo". Lo fundamental es respetar la individualidad del artista. Woody hace eso. Solo tomamos cuatro tomas y ya. No te presiona, te sugiere y espera que tú, como actor, participes le des ideas. En esta película eso era algo importante porque se trataba de una comedia. Hay que tener un ritmo muy especial para hacer comedia, sabes, y es algo que habitualmente no me ofrecen, así que esa fue otra razón para aceptar.




Usted también ha dirigido un par de películas, ¿qué es lo que prefiere, dirección o actuación?
Dirigir es mucho más difícil que actuar. De hecho, actuar no representa casi un desafío para mí, salvo cuando hace poco me propusieron un papel que me pedía engordar muchos kilos. Y no quise perder la línea que tanto me cuesta guardar, mi mujer me mataría (risas). Lo cierto es que es un esfuerzo muy grade el dirigir y algo que aprendí dirigiendo es que comienzas planificando cada cosa, pero luego te das cuenta de que tienes que confiar en la capacidad de los profesionales que están a tu lado e improvisar con lo que tienes a la mano muchas veces.




¿Prefiere el cine o el teatro? ¿Qué encuentra en uno que no le da el otro?
Mira, lo cierto es que en mi profesión yo no establezco categorías. Yo no puedo explicarle a la gente cómo actúo. Simplemente, lo hago y ya. Yo no soy el público, y no trabajo pensando si lo que hago le gusta o no. La verdad es que es algo que no me importa mientras estoy trabajando. No puedes tratar de complacer a un público todo el tiempo. Eso hace que el trabajo no tenga sentido. La verdad es que si yo no actúo nunca más, el mundo va a seguir andando y no le va a importar en absoluto si trabajo o no. Si nunca más compongo una melodía, lo mismo. Ésa es la exacta medida del valor del trabajo de nosotros, los actores. Lo mismo en teatro que en cine. Da igual.

¿Prefiere su carrera como compositor y pianista?
Sí, aunque no la llamaría una carrera, porque no lo hago profesionalmente, aunque es algo con lo que he soñado alguna vez y es una de mis pasiones en la vida, hacer música. ¿Sabes? He recibido una formación musical muy extensa, y mi memoria está llena de recuerdos de melodías que escuchaba en mi niñez, en plena posguerra. En mis películas he preferido crear mi propia música a acudir a Chopin o Mozart, ¿me entiendes?. Yo soy un compositor tanto como soy actor, aunque no me dedique a ello. Componer no es parte de un ego trip delirante, sino que nace como una necesidad creativa que surgió a lo largo del proceso de mi educación profesional y sentimental.

Usted es muy celoso de su vida privada y la mantiene al margen de lo sensacionalista
Por suerte. Tengo suerte de que, como soy un viejo, a nadie le importa lo que hago con mi vida privada, no tengo basura qué airear en los tabloides y en esos blogs repelentes de chismes. Es la maledicencia, el virus de estos tiempos. Es preocupante que el mayor interés de la prensa sea la relación entre Brad [Pitt] y Angelina [Jolie]. Demasiada gente quiere pan y circo. Cuando pienso en los sacrificios de quienes como actores o como obreros tienen que luchar para sobrevivir cada día, soy consciente de lo privilegiado de mi situación. Hay que apartarse del cinismo, pues no hay mayor mediocre que el cínico y el petulante que se cree el juego de la fama y olvida de donde viene. Te diré algo, me siento muy apegado a mis orígenes. Me siento profundamente galés, con permanente nostalgia de Port Talbot. Para mi último cumpleaños quise estar con mis amigos. Vuelvo a Gales siempre que puedo. Eso es lo que representa la vida real para mí, no esas alfombras rojas que a la larga no te dejan nada.


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