Miguel Cane
Es sorprendente que, en estos tiempos en que las actrices parecieran estar obsesionadas casi exclusivamente por menguar su talla y arrancarle gramos a la báscula todos los días, la alta pelirroja Christina Hendricks (Knoxville, Tennessee, 1975), haya sido nombrada la mujer más sexy del mundo, según la prestigiosa revista norteamericana Esquire. Christina, que revela sin tapujos ser una talla grande, se empeña en desmontar el canon imperante de la sílfide muerta de hambre y lo va consiguiendo. Es una de las protagonistas de la serie Mad Men, que desde su debut en 2007 se ha convertido en una de las favoritas para la crítica especializada y que también ha calado hondo entre el público de todo el mundo. En México ha estado disponible por cable desde hace tiempo y hará su debut en señal abierta por Once TV.
Sin embargo, no todo ha sido fácil para esta intérprete, que empezó literalmente desde abajo “como extra y haciendo comerciales en los que doblaban mi voz”, eventualmente el productor Joss Whedon le dio una oportunidad en sus series Angel y Firefly y desde entonces, ha tenido trabajo constante en la pantalla pequeña, hasta que su papel de Joan Holloway Harris, la manipuladora, soberbia, pero a la vez compasiva y vulnerable administradora de la agencia publicitaria Sterling Cooper, la convirtió en la chica de la que todo el mundo habla.
Desde tu punto de vista personal, ¿cómo describirías a Joan?
Creo que Joan es una mujer ambiciosa que quiere triunfar en su carrera y también obtener lo mejor posible de su vida, casarse, tener una familia, etcétera. La veo muy perfeccionista, orgullosa, tratando de mejorar día a día. Pero eso también la ha llevado a cometer terribles errores de juicio, de los que no se da el lujo de arrepentirse.
¿Dirías que Joan es una mujer adelantada a su tiempo?
Oh, yo creo que esa es una de sus mejores cualidades. Mi personaje es fuerte, inteligente, sabe de política y se mueve en su ambiente como un camaleón. Con algunos círculos es de cierta forma, especialmente con los hombres, porque sabe que puede obtener algo si hace eso. Con otras mujeres, como las secretarias, es una especie de Reina Abeja. Con Peggy, su relación es distinta. Primero la trata con rigor, como una maestra, pero ahora ya se ven una a la otra como iguales. Eso para Joan es un gran logro, porque no trata a ninguna otra figura femenina así a lo largo de la serie. Muchos opinan que Joan utiliza su sex-appeal como un arma, yo no creo que Joan sea excesivamente agresiva con ella. Tiene confianza en sí misma y los hombres responden ante su seguridad, eso es todo.
Mad Men se sitúa en los años sesenta, ¿Cómo sientes la comparación entre ambas épocas?
Aunque los '60 me parecen glamorosos y muy importantes, personalmente pienso que estamos mejor en el 2010. Dicho esto quisiera ver el regreso de ciertas formalidades sociales, como que los hombres se levanten cuando una mujer entra en una habitación. Afortunadamente mi marido (el actor Geoffrey Arend) se comporta así conmigo, es profundamente caballeroso.
Las mujeres en los años sesenta tenían curvas y una figura completa. ¿Es un alivio para ti que Joan represente esa idea?
Es un placer no ser esclava de la dieta, si no comer sanamente. La ropa que me toca vestir realza mi figura de forma sugerente y eso hace que reciba muchísima atención positiva por mi voluptuosidad. Me siento muy orgullosa de mi cuerpo y sobre todo, de que esto sirva para dar un enfoque diferente a ser una talla 14 en vez de una talla 0. ¡Ya está bien de esqueletos chic! De hecho, Matt Weiner, el creador de la serie, nos ha prohibido hacer demasiado ejercicio porque en esa época, el músculo no estaba definido y no quiere que tengamos cuerpos esculturales. Por otra parte, me ha influido de muchas otras maneras, por ejemplo, antes de empezar a grabar la serie, jamás habría pensado en ponerme una falda de tubo. Ahora disfruto mucho más con mis curvas, he crecido como mujer gracias a este personaje.
¿Cuando niña soñabas con actuar?
La actuación fue en lo que siempre soñé. Mis padres no eran ricos, aunque trabajaban mucho y yo siempre era la niña que crecía con ideas raras. Mi madre me hacía mi ropa en lugar de comprarme nueva. Me sentía diferente y en ocasiones muy sola. Me gustaba la actuación como un escape. Cuando no tienes muchos amigos, los inventas. Luego estuve en un grupo de teatro escolar. Y en otro de teatro comunitario y fue una revelación: Ahora bien, sé cómo me veo, el espejo me lo dice y eso de algún modo ayuda, Aunque a nadie le gustas por ser vanidosa, tampoco te hace popular.
¿Y ahora que eres la mujer más sexy del mundo?
¡Creo que es una exageración! La verdad eso de ser bonita es una espada de doble filo: todas querían ser diferentes y yo quería ser como ellas, no como soy. Los 90 no fueron de chicas bonitas. Si ves a las actrices que se volvieron populares en esos años eran de una belleza extraña. Creo que soy más convencional… y es algo con lo que he tenido que aprender a trabajar. Y mira, para la serie me sirvió. Supongo que es una moda que hay que agradecer y aprovechar mientras dura, pero no me obsesiona mi fisico ni mi aspecto. Me gusta ir con cara lavada si no estoy trabajando.
A la recepción del público y la crítica se suma este año una nominación al Emmy en categoría de mejor actriz dramática de la televisión. ¿Cómo ha cambiado eso tu vida?
En todos los aspectos. Sobre todo en el campo profesional. Por primera vez en mi carrera voy a reuniones con directores, con productores, con gente que está interesada en trabajar conmigo y que yo he admirado desde siempre. Es tremendo el cambio. Sobre todo porque tengo la seguridad de tener trabajo el próximo año. Mad Men ha sido un regalo.