Miguel Cane
Ryan Reynolds (Vancouver, Canadá, 1976) no siempre fue el actor carismático y bien plantado que ahora es. De hecho, cuando llegó a Los Ángeles hace 17 años con la ilusión de convertirse en una estrella de cine, era sólo un adolescente flaquito y sin mucha gracia, que ha ido madurando ante las cámaras – su debut fue en la serie de TV Dos chicos y una chica en 1997-, al tiempo que construía una carrera en la que siempre ha parecido huir de lo fácil. Ahora, con Enterrado, dirigida por el español Rodrigo Cortés, y con el inminente estreno de una super producción de superhéroes como lo es Linterna Verde, Reynolds se ha ganado el derecho de ser respetado por la industria, más allá de su (muy envidiado) estado civil como marido de la despampanante Scarlett Johansson (con quien se casó en 2008). En la cinta que ahora promueve, Reynolds – jovial, afable, muy inquieto y desenvuelto- interpreta a un chofer de camiones civil, que es secuestrado por insurgentes en Irak y enterrado vivo. En el ataúd le dejan un Black Berry y un encendedor, y el tiempo corre...
Se trata de un filme muy inquietante, muy distinto a lo que habías hecho antes, ¿por qué arriesgarse?
¿Y por qué no? Cuando recibí el guión de Chris Sparling, le dije a Rodrigo Cortés (el director): “Esto NO puede ser una película”. Es una obra atrapante, un guión increíble, pero era totalmente imposible filmarla. Desde el punto de vista técnico, no había oído de nadie trabajando con esos desafíos técnicos. Rodrigo me covenció de que podía hacerlo, cómo lo haría y por qué. Y tenía todo lo que uno puede oír para sacar adelante algo como esta proeza de ingeniería. A los cuarenta minutos de oírlo le dije, bueno, nos vemos en Barcelona.
¿Hiciste alguna preparación o investigación para el papel?
Pues realmente, no. Es decir, es una situación tan absurda y extraordinaria que no se puede hacer nada. Sé que igual parece una forma perezosa de abordar algo tan difícil y exigente como esto, pero sólo quería saber la menor cantidad de detalles posible. Quería saber lo que sabía ese tipo, que en realidad es casi nada. Le dan un número de seguridad, le dan algunas ideas básicas de los peligros que hay, pero nada como esto. Y es un tipo común y corriente que despierta en esta situación y hace todo lo que haría un tipo normal para salir. Me encanta la preparación, pero estaba evitando activamente todo. Específicamente porque quería experimentar mucho de todo esto por primera vez en cámara. Es el papel más duro al que me he enfrentado en mi vida. 90 minutos dentro de un ataúd…
Debe ser muy angustioso. ¿Tenías una dinámica especial con el director?
Sí, si que es angustioso, y es lo que finalmente se releja en pantalla... Lo que Rodrigo y yo hicimos fue un juego de confianza. Yo confié en él para guiar en esta batalla que es una película interesante y peligrosa. Y él confiaba en que yo haría mi papel. Me cuidó mucho y yo di lo mejor de mí.
¿Padecías claustrofobia?
Bueno... (se ríe) pues la verdad... la verdad es que era como cualquiera, ¿no? Ansiedad normal en espacios muy estrechos...
¿Y ahora?
Pues ahora... digamos que ahora no me siento muy a gusto que digamos en un espacio muy confinado. Pero bueno. Es parte de dedicarte a esto.
¿Dirías que pese a ser una película independiente básicamente, ha sido el rodaje más difícil que has encarado hasta ahora?
Sí. Mira, esta película es una experiencia visceral. No es mental. Al menos para mí, no es algo para observar. Es un primer plano sostenido todo el tiempo, con la cámara aquí (se señala la cara) Y lo vi en la proyección con público en el festival de Toronto: empiezan a inclinarse en su asiento y cuando termina la película están todos en un ángulo de 45 grados. Pero como actor, es muy duro, no hay otro actor. Estoy solo. A medida que la película avanza la situación se vuelve cada vez más terrible. Finalmente, estoy tocando la parte superior del ataúd con la nariz y no hay manera de salir ni de esconderse, y no podía salir porque alargaba mucho las cosas. Los últimos cinco días estuve prácticamente todo el tiempo en el ataúd. No podía salir, sólo para almorzar. Fue agotador. Pero ver el resultado en pantalla me compensa como no te imaginas. Es una satisfacción enorme.
Teniendo la misma profesión con tu esposa, ¿comparten opiniones sobre lo que hacen?
Yo creo que es algo muy normal para un matrimonio hablar del trabajo. Te tiene que interesar lo que tu pareja hace, ¿no? Supongo que todas las parejas lo hacen. Dicen: “hola cariño, ¿qué tal tu dia?” Y le cuentas lo que hiciste en el trabajo y ella cuenta lo suyo y luego cenamos y hablamos de lo que vamos a hacer el fin de semana que no trabajamos. Somos bastante aburridos en ese aspecto. Muy de casa, nada Hollywood. Para algunos es decepcionante, pero a mí me gusta estar en mi casa.
Corriste la Maratón de Nueva York por tu padre, aquejado de Parkinson. ¿Cómo fue la experiencia para ti?
Me asombró comprobar cómo la fuerza mental puede sobreponerse a la debilidad física. Todo está en nuestra cabeza, es una cuestión puramente emocional. Casi todos corríamos por o para alguien: un familiar perdido, un familiar que iban a perder o, como en mi caso, por mi papá. La maratón me enseñó que hay que marcarse nuevos objetivos, porque cuando los alcanzas estás en paz con tu espíritu. Dicho lo cual, en la carrera me adelantaron un gordito con capa de Batman, un cojo y un ciego. Y no bromeo. Soy pésimo para correr. (Se ríe) Pero fue un buen momento para compartir con mi papá.
Eres imagen de Hugo Boss y te das el lujo de rechazar completamente la fama. ¿Cómo se puede compatibilizar ambas cosas?
Soy una persona reservada, pero no tengo secretos. Soy imagen de una marca, porque me contrataron. Es un trabajo como todo lo que yo hago. No me gusta salir y llamar la atención. Me dedico a un oficio que ya provoca eso con mi propio trabajo. Hay que encontrar un equilibrio. Creo que hay algo descabellado en pretender estar siempre en el candelero, es decir, ¿de veras quieres ser famoso sólo por ser famoso? ¡Por favor! Ser actor es ya de por sí bastante complicado, y necesitas tiempo para retirarte de la vida pública, recuperarte y llevar la vida como una persona normal. Ése es el reto, y de momento lo llevo bien.
Después de haber rodado Linterna verde, y esta película, ¿cómo te sientes como actor?
Me siento afortunado. Tengo la suerte de hacer películas de escaso presupuesto, y después hago una súperpelícula de 150 millones y medio, y luego vuelvo a una más pequeña. Es un lugar muy bueno para estar. Pero no tengo una ecuación sobre cómo llegué ahí. Sé que tengo suerte. Mi plan es no tener muchas expectativas. Es una gran una receta. Llegando a los 35 estoy muy agradecido. No cambiaría nada, ¿para qué?