30 jun 2010

Eclipse, de David Slade

Francisco Peña

Eclipse –y la saga Crepúsculo- es un fenómeno social y no cinematográfico, aunque sea por el cine donde se expresa más abiertamente, y en segundo lugar en la venta de libros. Esta tercera entrega posee ahora el record de 30 millones de dólares recabados en Estados Unidos en una sola exhibición en “estreno anticipado” de medianoche. La cinta que tenía la marca anterior de 26 millones era Luna Nueva, de la misma saga.





El cine, por sí solo, no explica estas cifras de dinero ni el arrastre popular de la saga de la enfebrecida autora Stephenie Meyer. Tampoco lo explica la sola presencia de Robert Pattinson (lo entrevista Miguel Cane) o de Kristen Stewart (la entrevista Miguel Cane). Así que, si es usted admirador@ de la saga mejor lea ambas entrevistas que este texto que va en contra de la cinta.

¿Qué es lo que hace que una serie de novelas –llevadas después a la pantalla- prendan comercialmente de esta forma? En primera instancia, rascando un poco, se encuentra un ejercicio literario y fílmico que se centra en el onanismo y deseos sexuales de la autora. En segunda instancia, ese onanismo y esos deseos activan en pantalla los clichés sentimentales y las emociones más ferales y primitivas de la audiencia –primero en la femenina, luego en la masculina y gay-.

Es decir, Eclipse es la tercera entrega fílmica de una saga que explota deseos, miedos y fobias inconscientes de las y los espectadores. Para hacerlo, este producto comercial está diseñado para MANIPULAR mediante un ir y venir entre la proyección emocional de l@s espectador@s y la introyección de las “formas” que esos “sentimientos” toman cuerpo en pantalla.




Sólo así se explica que una cinta mediocre, con momentos francamente malos y que exuda cursilería barata en cada uno de sus 123 soporíferos minutos, sea seguida por multitudes ansiosas.

El público al que se dirige Eclipse es, al igual que sus hermanitas fílmicas anteriores, las adolescentes estadounidenses de High School que se gradúan para ir a la Universidad (en México, secundaria y preparatoria). Y lo que propone la película es un catálogo de sus sentimientos revueltos por la edad, la confusión, las hormonas, la indecisión de que hacer con la propia vida y, por lo tanto, un deseo de autoafirmarse; es decir, sus primeras “decisiones”. Pero la cinta no profundiza en los problemas ni da soluciones. Expone y explota maliciosamente el hecho de que las y los jóvenes adolescentes se encuentran en etapa de formación, lo que en inglés llaman “shaping youth”, o la “edad de la punzada” en Latinoamérica.

Claro, nada de malo tiene enamorarse a esa edad, ni pasar por todas las iniciaciones sociales de la adolescencia desde la rebeldía ante los padres hasta creer que el amor dura toda la vida. Es parte del período de formación de cada uno de nosotros como seres humanos, una etapa de la vida. El problema es que libros y películas alimenten esa etapa y formación con lugares comunes y sueños bobos disfrazados de autonomía y “decisiones personales”. No hay una introducción a los problemas reales ni mucho menos una solución. Tampoco hay, al menos, una formulación de los sueños y deseos sexuales de forma honesta, imaginativa, creativa o de calidad.

Si, se vale soñar… pero con cosas mejores que Crepúsculo.

Eclipse funciona ante espectador@s en formación porque encuentran el reforzamiento de sus sueños adolescentes El problema es que sólo les ofrece ese catálogo sentimental donde “creen” que se reconocen. Pero son sólo lugares comunes, emociones superficiales.




Recoge un romanticismo de cartón desgastado sin la fuerza de sus fuentes. Del concepto de amor occidental nacido en la Edad Media en Provenza, Francia, intenta tomar el idealismo del caballero que da todo, hasta la vida, por su dama, pero los retos y celos que enfrentan Edward y Jacob por Bella son más frases manidas que realidad. En medio de la confusión emocional, las adolescentes juegan con el sueño del triángulo, de la competencia caballeresca por su amor que se resuelve, claro, en una alianza de ambos competidores cuando “ella está realmente en peligro. Los personajes masculinos lo dan todo lo dan por su amada, no son egoístas, se sacrifican todo el tiempo y jamás reclaman ante sus niñerías (revestidas con el barniz de diálogos “profundos”). Así se entretejen imágenes y diálogos como:

- Está dispuesto a recibir un balazo por ti (así define la madre de Bella a Edward).
- Imprimirse en alguien… lo demás no importa. Serías cualquier cosa por ella (dice Jacob a Bella). - Voy a pelear por ti hasta que tu corazón pare de latir (el amor es eterno, de nuevo Jacob).
- Pero no habrá nada que quiera más que Edward (dice Bella, con la clásica terquedad adolescente de que el primer encontronazo sentimental que se tiene es el definitivo “para toda la vida”).
- Papá, no hay nada que puedas decir. Edward es parte de mi vida (Bella manda por un tubo a la débil e ineficaz autoridad paterna-adulta sin ser una verdadera rebelión; es sólo mandarlo al demonio SIN CONSECUENCIAS: otra fantasía adolescente donde no hay castigos económicos por parte de los adultos).
- Sólo puedo protegerte si estoy contigo (Edward –claro- a Bella, ni modo que a Jacob, aunque uno nunca sabe…).
- Luego de resumir la “profunda” discusión sobre el matrimonio entre padre e hija en 7 líneas en la cocina, Isabella, o Bella para los cuates, le dice a su padre (Charlie, no Charles): “Papá, soy una virgen”. O sea Bella en el fondo es una conservadora, al igual que Edward que es todavía más conservador que ella.
- Soy la persona perfecta para ti (Jacob a Bella).

Otro diálogo expone a la perfección el sueño adolescente:
Edward: Lo amas (Bella a Jacob)
Bella: Te amo más
Edward: Lo sé.

Cero reclamos y escenas adultas: el sueño es el Nirvana adolescente de cero problemas, déjenme hacer lo que se me de la gana.

Estos diálogos muestran la “calidad y profundidad” de las ideas y argumentos de Stephenie Meyer. Es decir, el razonamiento brilla por su ausencia; lo que rige es el sentimentalismo y la emocionalidad desbocada… mientras no viole la frontera de los sagrados preceptos ultraconservadores: sexo y matrimonio. Dentro de este marco se pueden tener errores, cambiar de opinión, “decidir”, fantasear (pero la película dice “cómo” y no se admiten otras alternativas a las que expone Bella).



Finalmente uno de los mayores “homenajes” que recibe Bella es la autoaniquilación total y voluntaria de Edward con la frase: “Puede que sea tarde para mi alma, pero quiero proteger la tuya”. Lástima porque de dientes para afuera Bella insiste en ser un personaje activo pero es terriblemente pasiva en la película. Todos (vampiros Cullen y hombres-lobo) se desviven por protegerla y ella no tiene más que una sola acción personal en toda la cinta…

Otro sueño mojado de adolescente es el triángulo sexual –sin sexo- donde Bella es la mimada. En la punta de las montañas en una tormenta de nieve Bella tirita de frío y, claro, Edward, vampiro helado (en más de un sentido de impotencia) no puede calentarla. Así que él se sacrifica y permite que Jacob (obvio, el moreno es de sangre más caliente) se acueste para darle calor. Ella duerme (¿duerme o escucha el diálogo? No importa, las espectadoras SI OYEN/VEN el diálogo y les queda “impreso”) y mientras tanto, ambos rivales dicen que si no fuera por ella hasta se caerían bien y serían amigos. Entonces, ¿cuál es el problema de tener dos amantes si se llevan bien? La poliandría estaría bien si en el fondo no fuéramos todos tan conservadores… pero todo eso se soluciona con el matrimonio por toda la eternidad… y Bella resiste la tentación… uno de sus dos pretendientes va a perder y… racialmente… ya sabemos quién perderá el duelo por su virginidad.




Esto da pie a que en Eclipse se repita con insistencia el binomio casamiento/sexo. Ni Bella ni Edward, aunque se tienen “muchas ganas”, tienen relaciones por la cuestión de la sangre. Sólo el matrimonio previo y la transformación de Bella en vampiro las permitiría. La metáfora de la sangre es obvia –pero no para un público adolescente que cree verse “reflejad@” en pantalla-. Eclipse y la saga son profundamente ultraconservadoras por lo que este impedimento va en contra de la promiscuidad, la libertad sexual de la persona humana. Sexo fuera del matrimonio no sólo altera la esencia de las personas –Bella- sino que las expone –a violaciones, VIH/sida, enfermedades, desesperación- y ohhhhhh… mata al amor que es eterno (ojo, de entrada nada es para siempre, chic@s).




Esta cadena de situaciones y diálogos de cartón, de lugares comunes del más bajo y rascuache de los romanticismos son propuestos a los adolescentes en formación como “VERDADES IMPRESAS”. Esa es la propuesta para su educación sentimental personal, para cuando enfrenten situaciones semejantes en su vida respondan con los mismos patrones, deseos y… diálogos desgastados.

Pero, por el lado, de Stephenie Meyer surge la pregunta de si tantas situaciones emocionales repetidas a lo largo de libros y películas no dice más de ella que de sus personajes. De ser así, Sigmund Freud se hubiera dado un banquetazo psicoanalítico, o bien algún psicoanalista angelino o neoyorkino debe estar cobrando una cantidad impresionante de dólares por analizar los sueños mojados -¿frustrados o hechos realidad?- de la Meyer.

Si alguien a favor de la saga Crepúsculo llegó a este punto, me puede reclamar a gritos que qué propongo como alternativa. Fácil: POSESIÓN, de Antonia Susan Byatt en novela y la película con Gwyneth Paltrow. Véanla y luego hablamos.

Intermedio para varones
En la función a la que asistí, la mayoría del público estaba formado por grupos de mujeres adolescentes o alrededor de los 20-23 años, grupos de amigas que comentaban la cinta. Pero habían algunas parejas de novios… Para la asistencia masculina no había desnudos sino lecciones de autoborramiento de la personalidad y… escenas violentas. La confrontación anterior vampiros contra hombres-lobo se resuelve con un sueño “femenino” –que no feminista-: la alianza para proteger a Bella de otra banda de vampiros recién nacidos. Pero la batalla final son sólo lugares comunes visuales. Los vampiros ejecutan una gimnasia visual que es bastarda de Matriz; la violencia animada de los lobos es bastarda de lo mejor de la saga de Narnia. La batalla con los vampiros recién nacidos es bastarda de Matriz y Narnia. Y eso es todo amigos machistas: tienen que conformarse con eso y aprender a ser “románticos” de lugar común según Crepúsculo.



Intermedio para admirador@s del cuerpo masculino, de todas las edades
La estética visual que propone Eclipse, que se quiere novedosa y que “marca tendencia” fílmica, no es más que un refrito, un recalentado artificial de propuestas que se han visto anteriormente en revistas de élite, desde anuncios de Dolce & Gabanna hasta Vanity Fair. Es el predominio de un androginismo vacío porque recoge la forma pero no su contenido.

Por ejemplo, en un evidente giro de explotación visual, toda la tribu de hombres lobo -en especial Jacob- muestra su torso desnudo; pero no lo hacen los viejos de la tribu ni las mujeres, sólo lo muestran los hombres jóvenes. Bella no enseña ni el huesito del tobillo, pero se “imprime” en pantalla un catálogo de torsos desnudos que discretamente tampoco evade códigos visuales que explotan también la estética gay.

Eros y Thanatos
Al sumar todos estos elementos brota el tema que atrae al público para seguir esta saga: la exposición –chafa- de la dialéctica Vida/Muerte, Eros/Thanatos, que empapa todo Eclipse.

Fusilándose impunemente las imágenes más manoseadas del Prerrafaelismo pictórico inglés y su incipiente romanticismo, la fotografía (excelente y mejores paisajes de locación) se la vive entre azules y grises, con pieles blancas mortecinas dignas de sudario (exceptuando los torsos desnudos de los morenos hombres-lobo y los pupilentes rojos de los vampiros). Quien esté o haya pasado por la adolescencia sabe perfectamente que el eros/sexo que nace a la vida está mezclado con impulsos de muerte/autodestrucción/suicidio, todo parte del proceso de formación de la propia personalidad.

De ahí la atracción por el vampiro y no por el hombre-lobo. El vampiro –aún estos chupasangre prerrafaelistas y postmodernos, a su manera inmortales “vegetarianos” new age- es símbolo de un erotismo que en el orgasmo lleva a la “muerte chiquita”, a la anulación momentánea del yo en el placer que prefigura la anulación definitiva del yo en la muerte. Lo demás son masturbaciones mentales de algún filmópata consumidor exclusivo de cinebasura o especulaciones estériles.




En el binomio Vida/Muerte, Eros/Thanatos es donde la mayoría del público adolescente –o adulto que aún es adolescente funcional- se proyecta, se “siente” identificad@ con la saga Crepúsculo, y de allí su popularidad y su explotación salvaje en librerías y taquillas de cine. Una personalidad en proceso de cohesión, tironeada por múltiples estímulos nuevos, puede “siente” que Eclipse expone situaciones de re-conocimiento propio. El problema, insisto, es que los patrones emocionales de la película que dan forma a esos sentimientos son de cartón.

El público no entiende que le dan gato por liebre, que sus emociones y sentimientos legítimos, personales, en proceso de formación “quedan impresos”, troquelados, moldeados por las propuestas “vacías” de Crepúsculo que, en el fondo contienen axiomas ultraconservadores que se exponen como incuestionables. La trampa de Crepúsculo y Eclipse es que propone a su audiencia una forma de vida, de amar, de sentir, que es profundamente estéril ante la realidad de la vida.

SPOILER
Claro, al final de la cinta, que abre y cierra en el mismo campo de flores, Bella arroja un dulcecito “feminista” al público, una dizque actitud independiente y reivindicadota de sí misma. No sólo quiere ser vampiro porque ama a Edward… también quiere serlo por qué…

- No soy normal. No quiero serlo.
- Escogí entre quien debería ser y quien soy.
- Es a dónde pertenezco [la comunidad de vampiros].





Las feministas, de cualquier matiz ideológico, pueden detectar la profunda contradicción de la escena final con todas las escenas y diálogos anteriores. Eclipse forma parte de un manual de emociones y sentimientos “femeninos”, en apariencia liberales (decidir por sí misma), que dan como resultado matrimonio, sexo sólo dentro del matrimonio y donde la mujer es protegida -inactivada, reducida a total pasividad- en todo momento.

Ah, y también Eclipse es un manual para mostrar que todas las adolescentes estadounidenses –y del mundo- pueden aspirar a ser Sarah Palin, la candidata republicana a la vicepresidencia de EU: como hacerse la liberal y ser profundamente ultraconservadora en el fondo.

Si las cosas son así, es mejor que Bella termine su carrera literario-fílmica en un enfrentamiento con Buffy, la cazavampiros en televisión.


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Robert Pattinson: vampiro de sangre ligera

Crepúsculo lo hizo una estrella y Eclipse sin duda lo refrenda. El joven astro británico, sin embargo, prefiere no ser un cliché y se toma en serio en un mundo casi totalmente ficticio, como el del cine.

Miguel Cane




La muy anticipada Eclipse, basada en el bestseller de Stephenie Meyer y tercera parte de la exitosa saga Crepúsculo, que ha recaudado más de 500 millones de dólares alrededor del mundo, está protagonizada por Robert Pattinson como Edward Cullen, un vampiro de 108 años de edad (pero que aparenta menos de 20), miembro de la legendaria familia Cullen, un grupo de chupasangres inmortales, algunos de los cuales se han comprometido a evitar matar humanos y sobrevivir en cambio a base de sangre de animales, su versión de un estilo de vida ‘vegetariano’, mientras tratan de mantener una vida 'normal en el aislado pueblecito de Forks, en Washington.




Nacido en Londres hace 24 años, Pattinson se ha convertido en un auténtico fenómeno de popularidad a nivel mundial, un fenómeno similar al que pasó Leonardo DiCaprio en 1997, tras el estreno de Titanic, motivo por el cual tuvo que alejarse de los sets, para esperar a que el furor adolescente suscitado por su presencia en pantalla disminuyera. Pattinson aún no ha contemplado una necesidad así, aunque tampoco se muestra reacio del todo a la idea.




¿Te ha hecho participar en esta serie de películas comtemplar lo sobrenatural?
No, la verdad es que no. Creo sin duda en ciertos elementos sobrenaturales, pero esto no me ha hecho pensar concretamente en eso porque estaba intentando no convertir la saga en algo totalmente sobrenatural. Intentamos convertirla en algo real, con lo que yo, Robert, me pudiera identificar, así que no me fijé mucho en el aspecto sobrenatural de la trama y ahora, es algo ya muy asumido..

Viendo el desarrollo en las tres películas, la química que tienen Kristen Stewart y tú, ¿es el tipo de cosa que se puede cultivar, o se trata más bien de uno de esos casos en los que se da natural?
Creo que en cierto modo se puede cultivar, pero sólo hasta cierto punto. Tienes que dedicarte mucho a ello, pero sin duda tenía algo con Kristen desde el principio que parecía bueno. Por otro lado, si te metes de lleno en el personaje y no lo abandonas, al final algo se te acaba pegando. O sea, no hablaba mucho durante el rodaje. Me pareció que la mejor manera de hacerlo sería no hablar con el resto del reparto. Así que no hablaba con ningún otro miembro del reparto de nada que no fuera la película. Creo que siempre te hace más atractivo si no dices nada, así que intentaba hacer eso. Soy muy callado de cualquier modo.




Igual que Edward Cullen, pareces poco convencional. ¿Te sientes identificado con él en ese aspecto?
Sí, creo que intenté hacer así el personaje porque, entiendo que se supone que es muy conservador en muchos aspectos en el libro, pero no veía cómo interpretarlo así de modo que resultara atractivo a gente que no conozca el libro. Edward es muy formal y tradicional. En el libro funciona porque puedes ver todo lo que piensa Bella Swan pero, si tienes que hacerlo partiendo únicamente de lo que se ve y tienes que aportar algo, si simplemente te mantienes muy serio todo el tiempo la verdad es que no funcionaría. Así que traté de hacerlo algo más impredecible.

¿Qué crees que tiene los libros para originar semejante fenómeno?
Creo que hay unas cuantas cosas distintas. Creo que una de ellas, el atractivo inicial, la primera vez que los leí no eran tan exageradamente populares, leí Crepúsculo y me pareció extraño, era como la fantasía sexual de Stephenie Meyer. Parecía que la autora se creyera Bella, había muchas cosas del personaje de Edward que eran muy específicas. Así que, en muchos aspectos, te sientes muy voyeur y ése fue uno de los aspectos extraños que me echaba para atrás, la verdad, pero entonces empecé a trabajar en la película y ese aspecto fue lo que me gustó. No sé si me explico. Creo que eso es lo que atrae a muchos, esa sensación de espiar una historia extraña... hacerla más real.

Como es natural a esa edad, muchos adolescentes sienten que no encajan, ¿crees que el hecho de que Edward y Bella sean en cierto modo marginados es el principal atractivo para los espectadores?
Sí, claro, sin duda alguna. Ése me pareció el tema central de la historia y no los vampiros. O sea, esta no es una simple historia de amor. Es una historia de marginados y lo que la hace interesante, sobre todo en el caso de Bella, es que no es evidente que sea una marginada. Cae bien a todo el mundo, pero en su interior piensa: “Me falta algo. No consigo conectar con este mundo”. Es casi como si, de no conocer a Edward, habría acabado exactamente en la misma posición. Pensaría: “No debería estar aquí, debería estar en otra parte”, y creo que ése viene a ser el paralelismo entre ambos.




Aunque este es el personaje que te ha hecho famoso, llevas muchos años actuando ¿Es algo que sientes necesidad de hacer, o lo haces porque quieres?
Pues la verdad, es que no me gusta el proceso de actuar. Me gusta intentar crear algo, me gusta intentar sacar más de algo. Intento crear un personaje con intención de que resulte memorable, que es la razón por la que se filma. En todos mis trabajos he mezclado algo de mi propia vida y a la vez he tratado de incorporarlo a una película. En cada período de mi vida, cuando he hecho una película, he sido una persona distinta. He tenido amigos distintos y he tenido un estilo de vida completamente distinto. Nunca he sido totalmente antisocial, aunque fui muy, muy antisocial en Portland, donde rodamos, y eso desgasta mucho. Si no hablas con ninguna otra persona en tres semanas, empiezas a temerlo todo en general. Incluso si solo intentas pedir algo en un restaurante, tiendes a ir a sitios donde puedes simplemente hablar entre dientes. Resulta extraño que no salgas y hagas vida social. No iba a bares ni nada y salía a correr en plena noche (ríe). Actuar es algo serio y he hecho mi elección. No puedes hacerte el tonto. Todavía me da vergüenza decir que soy actor, así que con gente qye no me reconoce, digo que me dedico a todo tipo de cosas.

¿Te da vergüenza porque consideras que no te mereces llamarte actor o porque crees que es muy presuntuoso decirlo?
(Ríe) Creo que es muy esnob andar presumiendo de eso, la verdad.

Pero, ¿no andan por ahí hordas de chavitas diciéndote lo fabuloso que eres? ¿No son tus bromas más graciosas ahora que antes de que protagonizaras la saga Crepúsculo?
(Ríe) Bueno, pues sí, pero cuanta más gente te dice lo estupendo que eres, más tienes que demostrarlo luego. Y, además, más riesgo corres de caerte luego. O sea, todo el mundo dice lo genial que eres y ni siquiera has hecho nada (ríe), todas tus aspiraciones se ven distorsionadas y no sabes ni qué hacer contigo mismo. La fama puede volverte loco. Apesta. Se te suben los humos.

Y si eso pasa ¿Cómo es que lo evitas?
Ignoras a todo el mundo y te vuelves muy crítico contigo mismo (ríe), no dejas de repetirte que todo lo que haces es una soberana tontería. (Ríe) Por eso me alegro de ser inglés. Mis padres me educaron para que no me tomara nada de estas faramallas de la fama en serio. Cuando se acabe esto, yo tengo que seguir viviendo y no tengo inconveniente en que sea de manera anónima, otra vez.





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28 jun 2010

Cruzada / El reino de los cielos / The Kingdom of Heaven, de Ridley Scott

Miguel Cane


The box art from 20th Century Fox's DVD release of Kingdom of Heaven


Ridley Scott es, que no quepa duda alguna, uno de los más emblemáticos cineastas contemporáneos. Sus películas son memorables por muchas razones: como muestra están Alien el Octavo Pasajero (1979), Blade Runner (1982) o Gladiador (2000). Cintas que tienen atmósfera casi tangible que logra transportar al espectador y hace que éste olvide que está viendo imágenes en una pantalla: así, uno está con Ripley (icónica Sigourney Weaver) a bordo de la nave Nostromo, participa de la caza de replicantes con Rick Deckard (Harrison Ford) o se halla en la arena del circo romano con Máximus (Russell Crowe).


Crusaders in 20th Century Fox's Kingdom of Heaven


Hasta sus películas “menores” tienen detalles o imágenes que logran grabarse en la memoria – el apartamento neoyorquino de Mimi Rogers en Someone to Watch Over Me (1987), Julianne Moore, vestida de Gucci, que contempla cómo Anthony Hopkins guisa partes del cerebro de Ray Liotta vivo en Hannibal (2001)-. Y ésta que hoy nos ocupa, aún pese a tener tantos detalles que la harían un épico importante, entra en ese renglón: una película menor dentro del canon de Scott.


Orlando Bloom and Velibor Topic in 20th Century Fox's Kingdom of Heaven


Ambientada en 1184, la cinta (cuyo título original The Kingdom of Heaven/El Reino de los Cielos es más afortunado, ya que se desarrolla cuando las cruzadas ya casi han concluido) presenta la historia de Balian (Orlando Bloom), joven herrero francés, cuya cónyuge ha muerto en pecado mortal. Atravesando por una crisis de fe, es encontrado por Godfrey (Liam Nelson), caballero a quien lo une un lazo que desconocía.


Jeremy Irons as Tiberias in 20th Century Fox's Kingdom of Heaven


Movido por el deseo de expiación para él y el alma de su esposa, tras haber cometido un acto violento Balian se une a su grupo para ir a Jerusalén, que se halla en endeble tregua pactada entre el leproso Rey Balduino (bajo esa máscara se deja oír la voz de Edward Norton) y Saladino (Ghassan Massoud), el gran líder musulmán. Ahí, como es de esperarse, nuestro héroe vivirá aventuras, aprenderá lecciones (cortesía de un desperdiciado Jeremy Irons), encontrará interés romántico – en la tentadora princesa Sybilla (encarnada por la hermosa franco-sueca Eva Green, que debutó en Los Soñadores de Bertolucci) así como un conflicto moral que tendrá consecuencias para todo el reino.


Edward Norton as King Baldwin IV in 20th Century Fox's Kingdom of Heaven


A esto, hay que añadir intrigas, villanos soberbios y casi caricaturescos, así como las infaltables escenas de batalla que el director sabe coreografiar como nadie, aprovechando al máximo los efectos generados por computadora. El trabajo de cinematografía de John Mathieson es tan impresionante como en Gladiador: se aprecia cuando Balian entra a Jerusalén buscando expiación, en una secuencia muy similar a cuando Máximus llega a Roma a buscar venganza. De hecho, es de notar la similitud entre numerosas tomas entre ambas cintas, que debe ser propositiva.


Orlando Bloom as Balian in 20th Century Fox's Kingdom of Heaven


Cruzada es visualmente bella y bien realizada… sin embargo, hay una sensación de desencanto que se hace aparente a la primera hora y no cede. Esto se debe no tanto a las inconsistencias históricas (para quien no esté muy enterado de la historia real esto no es realmente un obstáculo). Si bien Orlando Bloom ha madurado (tras su atroz Paris en la horrenda Troya), el personaje no le queda del todo y no logra convencer como hombre atormentado por su conciencia y deseo de acercarse a la gracia divina.

Otro problema es el ritmo del guión de David Monahan, que a veces se alenta, donde otras, apresura la acción. Esta somete a la narración y así hay personajes que se desaprovechan (Jeremy Irons como el consejero Tiberias, o un casi irreconocible Jon Finch como el cínico nuncio papal), además que el convencional happy end se encaja, para beneficio del público que no estaría dispuesto a aceptar a un antihéroe más humano.


Jeremy Irons and Orlando Bloom in 20th Century Fox's Kingdom of Heaven


La cinta no es mala ni un desperdicio de producción… aunque pudo ser superior. Quizá un DVD con corte del director (se dice que podría durar 3 horas 40 minutos) podrá hacerle justicia.

Cruzada/The Kingdom of Heaven
Con: Orlando Bloom, Eva Green, Liam Neeson, Jeremy Irons y Edward Norton
Dirige Ridley Scott, distribuye: 20th Century Fox

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Las Crónicas de Narnia: El león, la bruja y el ropero / The Chronicles of Narnia: The Lion, The Witch and The Wardrobe, de Andrew Adamson

Miguel Cane


Walt Disney Pictures' The Chronicles of Narnia: The Lion, The Witch and The Wardrobe


Cuando los hermanos Pevensie, Peter, Susan, Edmund y Lucy (William Moseley, Anna Popplewell, Skandar Keynes y la pequeña Georgie Henley, que es una revelación), son enviados al igual que otros centenares de niños, a la campiña para alejarlos del Londres asolado por los bombardeos del Blitzkrieg de 1940, poco imaginan que están siendo apartados de una guerra para adentrarse en otra batalla aún más épica en proporciones, que se librará en otro mundo y de la cuál los cuatro son piezas clave.

Esta es la premisa que da comienzo a la trama de El león, la bruja y el ropero, adaptación realizada por Andrew Adamson (Shrek y Shrek 2) a la segunda novela del ciclo Las Crónicas de Narnia, creado por C.S. Lewis y considerado desde su aparición como uno de los grandes clásicos de la literatura infantil y juvenil.


Anna Popplewell as Susan in Walt Disney Pictures' The Chronicles of Narnia: The Lion, The Witch and The Wardrobe


Realizada como una labor de amor a lo largo de varios años, la cinta refleja no sólo la visión de su creador literario, sino también la ilusión del cineasta y de todo su equipo, lo que se traduce en una sensación de asombro que trasciende cada escena.

La cinta abre con la violencia “real” de los bombardeos y con la tristeza de los Pevensie, cada uno con un carácter muy definido (Peter es noble, Susan protectora, Lucy es candorosa y Edmund cobarde y ruin), ante el prospecto de abandonar su hogar y su familia.

Cuando se encuentran en la mansión campestre del profesor Diggory Kirke (un estupendo Jim Broadbent) primero tratan de adaptarse y de combatir de algún modo el tedio, hasta que al jugar a las escondidas, Lucy encuentra dentro de un hermoso ropero de madera, la entrada secreta al mundo de Narnia, una tierra prodigiosa de bosques y planicies, habitada por seres fantásticos donde, desde hace cien años, es invierno, mas nunca Navidad.

Esto es gracias a la perversa, colérica e implacable Jadis (Tilda Swinton, en una interpretación espectacular, valiéndose de todos los elementos a su alcance para presentar una presencia realmente temible en pantalla) que ha usurpado el trono de Cair Parabel y convirtió a todos sus detractores en estatuas de piedra.


Tilda Swinton as the White Witch in Walt Disney Pictures' The Chronicles of Narnia: The Lion, The Witch and The Wardrobe


No obstante, hay una profecía que podría poner fin a su reinado del mal, y esto es que cuando cuatro niños humanos entren a Narnia, su verdadero rey y creador, el león Aslan (con la voz de Liam Neeson en su versión original en inglés) volverá y habrá una batalla de la cuál sólo uno emergerá victorioso. Como no está dispuesta a perder el trono, la bruja se valdrá de todo – incluyendo a uno de los hermanitos- para destruir a su oponente. Cuando los cuatro hermanos crucen el umbral, comenzarán a vivir la aventura más grande de sus vidas.

Esta versión de Las Crónicas (ya hubo antes otras realizadas para la TV) es una adaptación fiel y magistral no sólo del libro, sino del mito creado por Lewis: de repente, en la pantalla, bajo la lente de Donald MacAlpine (Moulin Rouge!) Narnia existe. Se siente real.

Las escenas épicas de batalla y sacrificio son intensas y fascinantes.


The White Witch ( Tilda Swinton ) in battle from Walt Disney Pictures' The Chronicles of Narnia: The Lion, The Witch and The Wardrobe


Acaso los niños muy pequeños no podrán involucrarse del todo con la trama, pero para todos aquellos que leyeron los libros en su niñez o adolescencia y que admiran su narración (así como aquellos que comprenden la sutil alusión a la pasión judeocristiana) se encontrarán satisfechos y maravillados ante una de las mejores películas del año, donde se puede ver que la magia del celuloide se presta para transmitir una cinta que tiene algo para todos y transmite una sensación única que pocas veces se encuentra en una película: la de haber realizado un viaje a otro mundo y estar ahí, como parte de todo lo que desde nuestra butaca vemos.


Visual effects of the Centaur charge from Walt Disney Pictures' The Chronicles of Narnia: The Lion, The Witch and The Wardrobe


Las Crónicas de Narnia: El león, la bruja y el ropero / The Chronicles of Narnia: The Lion, The Witch and The Wardrobe
Con: Tilda Swinton, Jim Broadbent, Georgie Henley, William Moseley, Anna Popplewell, Skandar Keynes y Liam Neeson
Dirige: Andrew Adamson

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27 jun 2010

Kristen Stewart, tal como es

En la transición de actriz infantil a estrella ha tenido mucha suerte. Sin embargo, la protagonista de la saga Crepúsculo no se duerme en sus laureles y acumula nuevas propuestas de trabajo.

Miguel Cane




Aunque debutó en el cine a los 11 años y había participado en películas conocidas como La habitación del pánico, dirigida por David Fincher y protagonizada por Jodie Foster; Hacia rutas salvajes, dirigida por Sean Penn, y el thriller de terror Los mensajeros, Kristen Stewart ha encontrado en la exitosa y millonaria saga basada en las novelas de Stephenie Meyer —Crepúsculo, Luna nueva y Eclipse— la gran oportunidad de convertirse en estrella. Su papel de Bella Swan la ha convertido en ídolo de adolescentes de todo el mundo. Sin embargo, Kristen no ha dejado que su carrera se estanque y ha participado en otros filmes, como Adventureland, de Greg Mottola, donde comparte pantalla con Ryan Reynolds y Bill Hader. Aunque tiene sólo 19 años, las propuestas de trabajo se acumulan en la mesa de su agente, lo que revela que el suyo es uno de los rostros más solicitados, como lo deja ver su participación en Eclipse, tercera cinta de la saga, que se estrena como novedad este verano.




MC: Esta es la tercera vez que haces de Bella... ¿dirías que ya tienes dominado al personaje?
KS: Sí, aunque yo no tengo esa especie de capacidad esquizofrénica que logran algunos actores cuando parece que se convierten en otra persona completamente distinta. Eso es algo que todavía no he hecho, pero si asumes la experiencia vital de un personaje y sus características en general, siempre es fácil que las adoptes. Es realmente difícil no hacerlo. Cuando hago de Bella no siento que sea otra persona distinta. En esencia, esa persona soy yo, es sólo un personaje.

MC: ¿No hay nada de ella con lo que te identifiques, como la idea del amor obsesivo?
KS: Sí he pasado por algo parecido. Incluso si no es el caso, a veces simplemente te obsesionas con la idea de algo, aunque nunca se haga realidad o nunca llegues a hacer frente físicamente a algo así; sí he llegado a estar obsesionada con algunas cosas: proyectos, objetos. Supongo que a todos nos pasa. Sobre Bella te diré que al principio me pareció su propia entidad aparte. Yo soy exageradamente analítica, me cuestiono las cosas mucho más que ella. Bella es así como muy recta, muy sencilla. No se cree la gran cosa, no cree tener nada especial. Cuando llega al pueblo de Forks se pregunta por qué se siente así por Edward, no por qué debería sentirse él así por ella. Se cuestiona a sí misma en ese sentido, pero no cuestiona sus sentimientos. En ese aspecto, me parezco y soy distinta a la vez.




MC: ¿Por qué dirías que la saga Crepúsculo se ha convertido en un fenómeno?
KS: ¿Los libros? Pues creo que leerlos es algo muy voyeurístico. Es muy íntimo y personal, como si te tropezaras con el diario de alguien, con sus sueños más íntimos. Es una minuciosa narración de lo que esta chica piensa en todo momento sobre sus obsesiones y sus fijaciones, que a veces son muy extrañas. Como pasarse todo un capítulo obsesionada por cierto aspecto de la mano de Edward o algo por el estilo. Normalmente no encuentras un libro entero escrito así. Ignoro completamente por qué, pero leer una cosa así resulta extrañamente interesante. Y sobre las películas, pues no sé... supongo que es similar: es como ver lo que te habías imaginado, hecho una realidad. Y si a tanta gente le gustaron los libros, es natural que les gusten las películas y creo que las tres son visualmente muy atractivas. Me gustan.

MC: ¿Qué opinas acerca del fenómeno de los vampiros en esta cultura popular?
KS: Me gusta mucho la idea. Me parece interesante que se remonte tres mil años y aparezca en culturas completamente distintas que por lo general no tenían ninguna relación entre sí. Tienen mitos muy similares en los que unas personas consumen a otras y viven eternamente. Yo no creo en esas cosas. Creo que los vampiros son personajes tristes. No son orgullosos, fuertes o triunfadores. Realmente ocultan lo débiles que son. Resulta extraño tener un villano fuerte que da miedo y que está disminuido emocionalmente. No sé qué tienen. Son sexys, son seductores, porque no los conoces bien. No puedes tenerlos y eso te hace quererlos más.




MC: Pattinson y tú tienen una química fantástica en pantalla. ¿Surgió de manera natural?
KS: Robert y yo somos actores. Todo mundo cree que las escenas de amor son ¡wow! En realidad son muy difíciles, a veces simplemente no se te da la química con ciertas personas, como si, por la razón que sea, simplemente no te gustan. Eso habría sido imposible en este caso. Habría tenido que decir: “Van a tener que conseguir a otra para que haga de Bella, porque no puedo hacerlo”. Sería espantoso. Pero, no sé, esa química es muy difícil de definir. Nos vimos, se dio, y eso era muy importante. Pero no es sólo “oh, bueno, podemos bromear e improvisar diálogos”.

MC: Has declarado que tienes una relación amor-odio con la actuación, que te cuesta mucho actuar.
KS: Exacto. Puede resultar muy pesado cuando se trata del trabajo en sí. A veces resulta doloroso y apabullante, es como si al contar una historia y formar parte de la vida de otras personas se supusiera que ya lo sabes todo; yo nunca me atrevería hacer a algo así. Y sin embargo, si no fuera actriz, no sé qué estaría haciendo... Me costaría mucho ganarme la vida porque soy muy perezosa (ríe). Quiero decir que a veces tengo una ética de trabajo de locos, puedo tener el proyecto adecuado pero me hace falta mucho más que eso. Hace falta mucho para sentirme inspirada.




MC: Eres muy analítica y selectiva, ¿ya eras así desde niña?
KS: Pues desde la escuela, cuando hacía mis trabajos, siempre tenía que hacerlo todo completo, porque no tiene ningún sentido si solamente haces una parte y no lo terminas. Y si no tiene sentido, entonces ¿qué estoy haciendo? Sí, supongo que cuesta más. Hace falta ser cierto tipo de persona, una persona que sea capaz de ignorar ciertas ideas de los demás y opte por ser perfeccionista por ella misma.

MC: Pareces sentirte atraída por papeles de gran intensidad emocional. ¿No te gustaría tomarte un descanso?
KS: (Ríe). Ay, si me fuera a tomar un descanso acabaría haciendo otra película. ¡Me ofrecen muchos proyectos y no sé estar sin hacer nada, aunque sea tan floja! Si vas a trabajar en algo, no tiene por qué tener necesariamente gran intensidad emocional pero, incluso cuando no aparenta tenerla, siempre acaba apareciendo (ríe). Como en esta película, no creí que fuera a resultar tan dura. Sólo vi lo que se apreciaba a primera vista y me gustaba lo interesante que era y lo atractiva que me resultaba. Luego me di cuenta de que tenía mucho en qué pensar y era mucho más complicada de lo que pensaba en un principio. Eclipse es una cinta más madura, es diferente.

MC: ¿De las tres películas de Crepúsculo es ésta la que más te gusta?
KS: Me gustan todas las películas que he hecho. Si no me hubieran gustado desde la propuesta no las hubiera hecho. No soy perfecta, pero me gusta ser fiel a lo que hago. Yo no sé... sólo soy así.

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16 jun 2010

Constantine, de Francis Lawrence

Jacobo Bautista


Warner Bros. Pictures' Constantine


Y sí, esta es otra película salida de los cómics, que han resultado ser una excelente fuente para los agotados guionistas de Hollywood que ahora o hacen remakes o toman cosas de los cómics. Las primeras les salen generalmente muy mal, las segundas han venido estando mejor.


Monsters in Warner Bros. Constantine


Ahora veamos… ¿de dónde sale este personaje de Constantine?… de la historiera Hellblazer y Hellblazer es la historieta insignia de la editorial Vertigo… la editorial Vertigo es como una subsidiaria de DC Comics, los mismos que publican a Batman, Superman y La Mujer Maravilla. Vertigo fue creado dentro de la editorial DC para incluir temas que no eran precisamente para niños (DC publica las historietas de Scooby Doo y las Chicas Superpoderosas).

No son historieras pornográficas ni mucho menos, a veces tampoco son violentas, pero sí un poco más complejas y la etiqueta que les ponen “Para lectores maduros” atrae a hartos chavales a leer estos cómics; Vertigo es buena editorial, ellos publicaron el que me parece el mejor cómic de la historia: V de Vendetta, que está próximo a hacerse película.


Keanu Reeves in Warner Bros. Constantine


En fin… una vez establecido el origen de la película en el comic, vayamos a la película, no sin antes decir que el comic me parece muy bien dibujado, excelentemente dibujado diría yo, pero en los argumentos e historias a veces se pasan ‘de lanza’ con explicaciones esotéricas para todo, le da cierto encanto, que usen a arcángeles, pedazos de la Biblia y todo eso más o menos bien investigado, pero a veces siento que abusan.

Y que quede claro, yo no soy fan de Hellblazer, he leído un poco y sólo para conocer de qué se trataba la insignia de Vertigo, cuyo trabajo editorial se me hace muy innovador. Por lo cual, no me sé los detalles acertados que le encantan a los fans ni todo lo que se les fue a los realizadores que pudieran molestar a los que sí leen cada mes el Hellblazer.


Rachel Weisz and Keanu Reeves in Warner Bros. Constantine


En fin… en el cómic siempre se ha dicho que el protagonista de la serie Hellblazer, John Constantine es “El infierno lo quiere, el Cielo lo rechaza, la Tierra lo necesita”. Y el tema es más o menos ese que estuvo de moda ahí por el 1999 y el año 2000 cuando se pusieron de moda las películas que hablaban del fin del mundo de modo muy religioso, luchadores solitarios que conviven con ángeles y demonios que luchan del lado de Dios para que no nos lleve el diablo a todos.

La trama es simple, John Constantine es un vidente que identifica en nuestro mundo a los diablos y a los ángeles, cuando alguno de los dos se porta mal (obviamente más en el caso de los demonios), él los regresa a donde vinieron y de hecho la película comienza con un exorcismo practicado por él.

Así se gana la vida y así se busca ganar el cielo. Porque en su lejana juventud (o infancia, no entendí) se buscó suicidar y perdió con ello la entrada al cielo, está condenado a –muera como muera, haga lo que haga– irse al infierno. El detalle curioso es que es un fumador empedernido, consumido ya por el cáncer, esto le da carácter al personaje y es precisamente el cáncer que lo va a matar un personaje en la película pues, con menos de un año o medio año de vida y la seguridad de irse al infierno se va acercando al desdichado.


Keanu Reeves in Warner Bros. Constantine


Como les dije, el guión es sencillo, Constantine se entera de que el hijo del diablo quiere llegar al mundo y conquistarlo o algo y toda la película gira en torno a que lo tiene que detener. La fórmula ya la hemos visto.

El asunto se vuelve fino a la hora de que se meten en las escrituras, aparece el Arcángel Gabriel y figuras y símbolos del catolicismo. Para que el bueno tenga armas se busca alguna bonita imagen para que el arma le haga daño, el agua bendita, un insecto de no sé donde, tal cosa de tal tumba, agua de tal lugar, cosas así… o las balas que son hechas de metal fundido también de alguna otra cosa bonita y sagrada.

Vi que la discusión de los fans del cómic cuando se anunció la película y apareció el trailer (los dos momentos anteriores al estreno donde se habla mucho de las cintas) giró en torno a Keanu Reeves y es que el actor es todo menos actor. El rango de Reeves va de enojado a muy enojado a mucho muy enojado… y nada más, el resto del tiempo tiene cara de ‘¿Qué estoy haciendo aquí?’. Afortunadamente el guión le explota todo su rango y si uno de entrada sabe quién es el actor principal, no se espera absolutamente nada de él, así que no hay nada qué criticar.

Hace el papel decorosamente, eso sí.


Keanu Reeves in Warner Bros. Pictures' Constantine


La galana que le escogieron fue Rachel Weisz, una mujer de belleza inobjetable que nunca ganará un Óscar, pero hace un papel más que decoroso y no tiene broncas es verse realmente fea cuando es necesario. Le hace muy bien el juego a Keanu Reeves al que no opaca –lo cual hubiera sido nefasto para la película– y hay unas cuatro o cinco escenas en que el director nos muestra cierta tensión sexual en una escena del beso que no llega, ahí hicieron bien en recargar la tensión en ella y las escenas se vuelven memorables.


Rachel Weisz in Warner Bros. Constantine


La presencia de la chica de acción (es una detective) sirve para que el protagonista explique lo que está haciendo y cuáles son sus planes, su origen y por qué sufre. Pero Weisz es fenomenal en ese humor –no de chiste fácil– sino de esos de la media sonrisa. Rachel es encantadora en esos momentos y más junto al acartonado Keanu, la niña se ve encantadora. No para colocarla en el rango de favorita, pero es lindísima.

La película, en términos de personajes, se la llevan Tilda Swinton y Peter Stormare. Al salir de la sala y cuando la película se comenta en la cena, el café o el camino de regreso del cine, se habla de ellos. Tilda hace al Arcángel Gabriel a quien nos pintan de tal manera que no sabemos si es él o ella, es claramente una mujer o al menos eso pensamos, va de traje de tirantes y en los close ups parece un hombre con facciones finas, pero algo maltratadas… al final al menos yo me decidí por que era mujer, pero lo decidí solamente porque Tilda Swinton es mujer.

El otro personaje genial, cuya aparición le brinda un nuevo y refrescante aire a la película –en un momento en que parece que se va a definir el final de la cinta– es el Diablo. Como al principio alguien le comenta a Constantine que el mismísimo diablo va a venir por él, personalmente… cosa que parece broma hasta este momento (con esto no echo a perder la trama para quien no la ha visto ¿eh?).

Peter Stormare aparece como Lucifer, con un maquillaje discreto, en las tomas abiertas no se ve muy especial, pero en las tomas cercanas se ven las venas azules y los ojos muy extraños, igual que los dientes. ¿Cómo vestiría el diablo? Pues de blanco, un traje blanco impecable y el hermoso detalle para los que hemos estudiado alguna vez la demonología: los pies descalzos, llenos de lodo. De ese tipo de detalles está llena la película, lo que la hace muy interesante para verla otra vez e incluso para rentarla cuando salga en DVD (y le falta un poquito, sólo un poquito para ser elegible a la compra por Amazon).

¿La recomiendo? Sí, está entretenida, no se arma una maraña ni muy grande o compleja para perderse, pero las soluciones van saliendo de donde uno no lo espera y el mundo de Constantine es tan extraño, que lo vamos descubriendo junto con la trama.

Los efectos no son muy importantes, se recrea el infierno en varias tomas, pero ¿quién demonios sabe cómo es el infierno? Nadie, así que cualquier interpretación podría atinarle. Esta interpretación y su ejecución en pantalla es buena.

Constantine
Dirigida por Francis Lawrence
Actúan Keanu Reeves y Rachel Weisz
Basada en el cómic Hellblazer, de editorial Vertigo

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14 jun 2010

El Código Da Vinci / The Da Vinci Code, de Ron Howard

Miguel Cane


Tom Hanks and Audrey Tautou star in Columbia Pictures' The Da Vinci Code


La adaptación de una novela exitosa a la pantalla, inevitablemente resulta en inconformidad por parte de algún sector del público que previamente ha devorado el libro en cuestión.

Baste recordar el caso de Lo que el viento se llevó, sin ir más lejos. La elección de Scarlett O’Hara fue posiblemente uno de los momentos primigenios de la batalla publicitaria que rodearía la transformación de incontables novelas a películas, hasta llegar a las populares adaptaciones de cómics a cine, o las novelitas de Harry Potter o bien, el caso que hoy nos ocupa: El Código Da Vinci.


¿Qué se puede decir sobre la novela de Dan Brown que tanta alharaca ha causado en ciertas ultraconservadoras esferas con su más bien ñoña propuesta de que presuntamente existe una “conflagración” para ocultar “ciertos [ficticios] aspectos de la vida privada de Jesús”, que no se haya sobado hasta el cansancio en otra parte?

El libro es exitazo de librerías – para supuesta ‘vergüenza’ de los libreros que se han llenado los bolsillos con él- que ha colocado a su (aceptémoslo) bastante anodino autor como un paradigma de éxito y argüida envidia, aún si está muy, pero muy lejos de llegarle a los talones a alguien como Jane Austen, Julio Cortázar o Stephen King, quienes pertenecen al género de la literatura que por entretener no deja de ser literatura, donde lo presentado por Mr. Brown sólo es mero entretenimiento confundido por millones de lectores con otra cosa.


Audrey Tautou and Tom Hanks in Columbia Pictures' The Da Vinci Code


La anticipación generada por el estreno de esta cinta ha sido algo rayano en lo absurdo. Pero desde ahora hay un punto que es mejor dejar claro. No importa lo que suceda con ella – taquillazo seguro que acabará por humillar al pobrecito Tom Cruise-, siempre habrá alguien que no esté conforme. De hecho, ya lo están, aún antes de verla: “es que es sacrílega” (¡!), “es que yo no quería que Tom Hanks fuera Langdon”, “Es que me cae gorda Amèlie” etcétera, etcétera.

Pero esto no importa: la película la dirige Ron Howard, director capaz; uno no se atrevería a llamarlo extraordinario (el señor no entrará nunca a los cánones de imprescindible a los que pertenece gente como Louis Malle, Robert Altman, Roman Polanski, Bernardo Bertolucci o Ingmar Bergman, por mencionar algunos), pero es diligente y puede hacer una película que guste al público.



Director Ron Howard of Columbia Pictures' The Da Vinci Code



No acostumbra ser muy imaginativo: la última vez que lo intentó, con su Western-Gótico Las Desapariciones (con Cate Blanchett, en interpretación magistral), lo que recibió fue confusión e indiferencia. Por lo mismo, ahora Howard – el año pasado realizó la competente Cinderella Man, como anzuelo de Oscar- se busca sacar la espinita con esta transubstanciación de best-seller a hitazo de taquilla.

Lo cierto es que no le cuesta trabajo: la lente de Salvatore Totino es ágil, fluida y capta con elegancia locaciones y escenas que Howard y su socio-guionista Akiva Goldsman arman con precisión y su paleta de luces es, uno supone, una manera de tratar de replicar la perspectiva de la obra de Da Vinci en lenguaje cinematográfico, cosa que logra, aún pese a los caprichos narrativos de la trama, que es de todos conocida: un asesinato en el Museo del Louvre desencadena un misterio dentro de otro misterio y Robert Langdon (Hanks, extrañamente coartado, le faltó algo de su sello de humor) y Sophie Neveau (Audrey “Amèlie” Tautou) deben resolverlo, enfrentándose a sociedades secretas y otras lindezas para descubrir un “impactante secreto” que a estas alturas del poema todo mundo sabe.


Audrey Tautou in Columbia Pictures' The Da Vinci Code


Ian McKellen, Alfred Molina y Jean Reno hacen lo suyo en el tiempo de escena que tienen (los tres son muy buenos actores y no se les desperdicia), donde Paul Bettany se preocupa de transmitirnos que él, como Silas, es “el malo”. Ciertamente, los fans estarán delirantes, el Opus se estará tirando de los pelos y Howard, Brian Grazer (productor) y compañía, estarán yéndose muertos de risa al banco.


Pero, al final, dentro de ocho días, se habrán dado cuenta ustedes, que su vida no cambió para nada, que esto es puro teatro (o bien, cinema) y muy probablemente – aunque esto es tan especulativo como lo que propone Brown en su libro- dentro de un año, la habrán medio olvidado, su atención puesta en otra cosa… tal vez la inminente adaptación al cine de la pretenciosa y tediosa Ángeles y demonios, que finalmente, es la misma ensalada, sólo que con distinto aderezo. En fin, para quienes gustan de éstas cosas, ésta es la clase de cosas que les gustan, así que… ¡provecho!


El Código DaVinci/The DaVinci Code
Con Tom Hanks, Audrey Tautou, Alfred Molina, Jean Reno, Paul Bettany e Ian McKellen
Dirige: Ron Howard
Estados Unidos, 2006.


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Código 46 / Code 46, de Michael Winterbottom

Miguel Cane


Tim Robbins in United Artists' Code 46



Bienvenidos a algún momento de los días del futuro por venir. Asómense a un mundo inquietante, hermoso e incomprensible. Con esa sensación, es que uno se adentra en la hermosamente fotografiada (por Alwin H. Kuchler y Marcel Zyskind) nueva cinta del cineasta británico Michael Winterbottom (autor de filmes fascinantes como Butterfly Kiss, 24 Hour Party People y Wonderland), que explora las posibilidades del amor en un mundo perfeccionado y emocionalmente estéril.

William Ged (el siempre espléndido Tim Robbins) es un investigador que es enviado a Shanghai a descubrir quién ha estado violando la ley y creando papeles apócrifos para que personas sin validez genética puedan traspasar fronteras. En estos tiempos, la ingeniería genética ha alcanzado su nivel más elevado. Ya no existen divisiones raciales, ni idiomas. Ahora hay gente de aspecto occidental con raíces en China y/o gente de origen hispánico que lucen más ingleses que Julie Andrews. En este mundo las fronteras se franquean mediante la presentación de documentos que acreditan la validez de la persona. Ahora es el código de ADN el que decide dónde debes vivir, y cómo. Nadie supone que William está infectado por un virus que lo hace diferente a los demás. Por su sistema corre la empatía, algo que no es contemplado en la estructura de los funcionarios como él.


Tim Robbins and Samantha Morton in United Artists' Code 46



Eso es también lo que lo lleva a identificarse y, en un momento dado, enamorarse de la enigmática María González (Samantha Morton, de Tierra de sueños y Minority Report, favor de no confundir con Samantha Mathis, de Punisher y American Psycho), una laboratorista que ha incurrido en el delito de falsificar identidades y papeles (pasaportes) para que otros puedan viajar. La química romántica que surge entre ellos sirve como marco para una historia por turnos conmovedora, intrigante, trágica y enternecedora, casi profética en sus percepciones del avance de la ciencia, la tecnología y la enajenación emocional, y revelar más de la trama y cómo ésta avanza en espiral, sería imperdonable.


Tim Robbins in United Artists' Code 46



Winterbottom, a lo largo de su prolífica carrera, se ha dedicado de manera incansable y metódica a tomar géneros establecidos y desglosarlos – ya lo hizo con el western en The Claim- y aquí lo hace con la ciencia ficción y la historia de amor. Las actuaciones son magistrales, especialmente por parte de la Morton, que da muestras vivas del por qué es genuino prodigio de la interpretación, donde Robbins se mete al corazón de quien lo ve con su trabajo cálido, lleno de emociones y si bien ésta no es la típica película futurista con armas chidas y secuencias de acción, compensa su independencia con su hermosura, su ritmo cuidadosamente armado, su infinita compasión por los prisioneros de la convención de este futuro en el que Cristo, Marx, Wood y Wei han llevado al mundo a vivir un largo día perfecto, aún si hay otros que sobreviven en los márgenes y existen para recordarnos que somos seres humanos.

Esta es una cinta muy importante, que será seguramente menospreciada por muchos, pero que no debe escurrírsele al amante del auténtico cinema avant-garde sin pretensiones ni poses, como arena entre los dedos.


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