Miguel Cane
En casi treinta años de carrera, Colin Firth (Londres, 1960) ha interpretado diversos roles en más de cincuenta filmes – entre ellos la multipremiada Valmont, y las dos cintas basadas en El Diario de Bridget Jones- y alcanzó por primera vez la fama internacional al encarnar a Mr. Darcy en la célebre adaptación que hizo la BBC a la clásica novela de Jane Austen Orgullo y Prejuicio en 1995, una miniserie que literalmente paralizó el tráfico en la capital británica al transmitirse su último capítulo (sin importar que la novela en que se basaba fuera una de las más leídas de la historia y que su desenlace fuera del dominio público). Desde entonces hasta ahora, Firth ha visto su popularidad multiplicarse de manera geométrica, algo que parece no afectarle demasiado: “Desde hace muchos años vivo en Roma y ahí puedo caminar tranquilamente por la calle sin que nadie se percate de quién soy. Supongo que tiene que ver con que hago una vida perfectamente normal, sin nada espectacular… ser actor no tiene nada qué ver con ser una celebridad."
Ser un actor versátil, le ha servido a Firth para verse presente en numerosas cintas de los más diversos géneros: desde thrillers hasta melodramas, comedias y musicales (se atrevió con Mamma Mía al lado de Meryl Streep) y el año pasado causó furor como un profesor universitario homosexual y deprimido en Un hombre solo (A single man), el debut como director cinematográfico de Tom Ford, lo cuál le valió su primera nominación al Oscar. Este año repite por su trabajo como el Rey Jorge VI en la aclamada cinta de Tom Hooper El Discurso del Rey, que explora la anécdota de cómo ante la repentina renuncia al trono de su hermano Eduardo VIII (que se convertiría en el Duque de Windsor) para casarse con la enigmática Wallis Simpson, éste tuvo que asumir el trono y superar su tartamudez mediante la ayuda de un logopeda poco ortodoxo (interpretado a su vez por Geoffrey Rush) y el apoyo incondicional de su esposa – la futura Reina Madre del Reino Unido-, que encarna con ternura y generosidad Helena Bonham-Carter.
Es la primera vez que interpretas a un personaje histórico real... ¿fue más dificil que uno ficticio?
Cuando Tom me contactó, pensé que era una idea que me intrigaba, sobre todo porque no me parezco, en lo absoluto, a Jorge VI... pero lo que él me dijo, lo que me hizo tomarlo aún más en serio, es que eso precisamente era lo que buscaba. No se trataba de hacer una biopic con actores-retrato. Su idea era contar una anécdota histórica con personas, como un testigo en el acto, no como un narrador. Eso me convenció de confiar en él y me puse en sus manos. Por otra parte, este es sin duda, el personaje más difícil que haya representado.
¿A qué supones que se debe esto?
A que es, en efecto, un personaje histórico. Y no puedes abordarlo como te de la gana, porque existió, porque formó parte de un momento muy importante en la historia de Inglaterra y también porque era un ser humano y no era perfecto. Yo soy actor. Se lo que hago. En el caso del Rey, fue un privilegio encarnarlo: es la clase de personaje con el que sueñas toda la vida, pero rara vez tienes oportunidad de interpretar. Cuando hablé con Tom la primera vez, luego de leer el guión, estuvimos de acuerdo que la carga emocional en él era muy difícil. Era básicamente un hombre de familia, que se encuentra de repente, con la carga de ser Rey en un momento álgido de la historia y no quiere, pero debe aceptar. Tener que adentrarte en esa dicotomía, es algo que exige mucho emocionalmente y no sólo a mí. También a Helena, a Geoffrey. Todos los involucrados. George VI, 'Bertie' como lo llamaban en casa... era este hombre que siempre trataba de hacer lo más correcto. Tenía la dificil misión de ser un tipo decente en un mundo muy complicado. Y hacerle justicia a un personaje que es así de complejo no es un trabajo fácil.
Muchos aseguran que este tipo de filmes se hacen para una temporada específica, para un público más bien elitista y no popular. ¿Tú qué opinas?
Es verdad que no es una película fácil de lanzar, de vender al público. Pero es una historia profundamente humana, llena de aristas, de colores y de sombras. De humor y patetismo. No es sólo una historia sobre aristócratas con tribulaciones. Creo que merece mucho la pena contar esta historia, por que tiene todos los elementos a su favor para llegar la audiencia. No es un melodrama, ni una biopic... de hecho. La cinta no necesita de etiquetas, y creo que eso es lo más importante. Es una historia de interés humano. Así que sí, es un riesgo, pero es uno de esos que valen la pena. Yo le diría al público que se acerque sin juicios preconcebidos a la cinta y se deje envolver. Descubrirían que tiene gratas sorpresas para todos.
Es una actuación que te ha colocado de nuevo en las ternas de los grandes premios...
Sí, bueno, no lo sé. Yo no tomé este rol pensando en si podría resultar en reconocimientos o no. La verdad es que yo no guio mi carrera de ese modo – si fuera asi, supongo que no viviría en Italia, manteniéndome alejado de los reflectores. Lo hice porque quise, porque sentí la imperiosa necesidad de hacerlo y punto. Puedo entender que el ego te haga sentir más poderoso y querer sentir el respeto de los demás. Como actores, todos somos un poco exhibicionistas, pero yo no soy ambicioso. Como actor disfruto con el reconocimiento, pero no me molesto por conseguirlo.
Sin embargo, más allá de los premios, has consolidado treinta años de carrera. No es cosa fácil.
Es verdad y creo que tengo mucha suerte. Comencé con roles secundarios en lugar de los protagonistas porque es más fácil empezar por abajo e ir poco a poco. No importa la fama, si no el poder trabajar siempre. Alec Guinness era así. Hay una gran tradición de actores británicos que han desdeñado la fama, en favor de su oficio. Derek Jacobi, Paul Scofield, John Gielguld. Ellos sentaron un precedente y un ejemplo en mí. Me gusta que ahora, treinta años después estoy trabajando en lo que me gusta. Espero poder hacerlo treinta años más.