Almodóvar da un nuevo giro a su filmografía y estrena La piel que habito, un thriller que sigue fiel a sus obsesiones y, al mismo tiempo, las desmantela.
Miguel Cane
La carrera de Pedro Almodóvar (Calatrava, 1949) ya suma tres décadas y a lo largo de ésta ha creado filmes que van de auténticas obras maestras como La Ley del Deseo, Todo sobre mi madre, Mujeres al borde de un ataque de nervios y Hable con ella, hasta indulgentes ejercicios en sordidez y provocación como La Mala Educación o Kika. Ahora, veintiún años después de haber rodado Átame, se reencuentra con Antonio Banderas, actor al que dio carrera internacional, que interpreta a un célebre cirujano plástico que experimenta con una paciente secuestrada (Elena Anaya), pero cuyas intenciones son mucho más retorcidas de lo que es aparente.
Esta tiene que ser su película más negra y siniestra, ¿por qué una historia así?
Hay que hacer lo que pide el corazón. El género negro ha dado grandísimas obras maestras y me apasiona en mi madurez; si tengo que pensar en el cine que he visto en los últimos meses predomina. He llegado ahí por vocación, como a todo en mi vida.
La piel que habito habla de nuevo del deseo, tema almodovariano por excelencia.
Es que el deseo, para bien o para mal, es uno de los motores más potentes de la naturaleza humana. Puede hacer que un individuo se convierta en un héroe o en un monstruo. En el caso del personaje de Antonio, su deseo es inconsciente. Es un psicópata que no concibe la idea del dolor. El deseo puede darte una fortaleza tremenda o convertirte en alguien vulnerable porque no quieres defenderte.
También hay homenajes al cinema de terror clásico. Polanski, Fanjul, Torneur, Hitchcock...
Naturalmente. Es uno de mis géneros favoritos, pero el que se hace ahora me disgusta. Es muy burdo, muy cerril. El cine de todos los que mencionas y otros, como Clouzot y Murnau y Tod Browning es el que me gusta más en el género. Más expresionista, más turbador. De hecho, estuve a punto de rodar la película en blanco y negro. Hay filmes realizados asi que abordan la angustia y el miedo sin trucos visuales, de forma lírica e inquietante en su atmósfera: The Innocents, Repulsión, ¿Qué fue de Baby Jane?, Los ojos sin cara, claro está... Eso me conmueve más que el gore a todo color con zombis o psycho-killers.
¿Qué tal la reunión con Banderas? ¿Habrá encore después de esta?
Antonio sigue siendo el mismo crio que era hace treinta años en el mejor de los aspectos. Sigue siendo la misma persona. Tiene, sin embargo, una madurez adquirida que se presta muy bien a lo que hace, y en la película aporta un aspecto nuevo de su interpretación, que me gustó mucho. Sí, tengo muchas ganas de que trabajemos de nuevo. Me lo ha pedido él y mis hermanos y mucha gente por la calle, así que voy a tener que hacerlo. Hay un tono que él hace muy bien, la comedia. Tengo cuatro guiones sin terminar, uno es una comedia. Es muy posible que sí, que lo hagamos.
¿En qué lugar de su carrera situaría esta película?
No lo tengo muy claro, ¿sabes? Cuando inicias un rodaje no piensas "voy a hacer una obra maestra", sino en problemas más concretos y prosaicos, que son muchos: producción, localizaciones, logistica, qué va a comer el equipo, si lloverá.. Lo que más me importa es si me reconozco dentro de una película, no sentirme ajeno a mi obra. Después ver si el resultado final se corresponde con algo tan abstracto como un guión. Mi vida al cien por cien está dedicada a esta profesión.
¿Qué es lo que más desea como realizador en este mundo tan volátil?
Esto es para lo que vivo, y de lo que vivo. Es una pasión que absorbe todo. Yo lo que quiero es enfrentarme a historias que me estimulen, como en este caso, la novela de Thierry Jacquot, que no me pude sacar de la cabeza por años y años, y en cierto modo, poder ser el motor de esas historias, sin tener imposiciones ajenas. Al cine del futuro lo que le pido es que no pierda la pasión de la que te hablo.
En sus filmes siempre hay referencias cultas: aquí son a Alice Munro, a Buika, a las esculturas de Louise Bourgeois... ¿Como lo hace compatible con esta época de Internet, de abierto desprecio a la cultura, con una industria cinematográfica supeditada al taquillazo nuestro de cada viernes en Hollywood?
Como creador tengo que adaptarme a las circunstancias impuestas, que están lejos de ser las ideales. Sobre todo para la cultura. Imagínate qué penosas perspectivas tiene un chico que quiere ser director de cine hoy día... La desensibilización que mencionas, es grave y la tenemos clara. No es que el Internet sea satán ni muco menos. Hay aspectos relacionados que son importantísimos para la vida diaria, la democracia y el desarrollo. Y otros muy negativos. Unos gamberros violan a una chica y cuelgan el vídeo en el Youtube. Eso es horrendo y debería prohibirse por ley. Pero tener acceso a Internet equivale a lo que veinte años atrás era la libertad de prensa. Yo, como director de cine, si hoy empezara, en vez de rodar con Super 8 como hice, tendría una cámara de iPhone y colgaría videos. No te puedes imaginar lo que significa para el que empieza que tus trabajos se vean sin pasar por un intermediario. Hasta ahora ha habido miedo para articular una ley contra la piratería. Hay que cuidar los medios digitales, porque las películas se promueven ahora de otro modo. Quiero pensar que habrá sentido común para regular esa situación, de momento, los autores estamos con el culo al aire. Legalmente, no se nos protege.
¿Y el papel que juega la cultura en su obra?
Efectivamente forma parte del guión y ayuda a los personajes, como a mí mismo me ayuda a vivir. Ya sea una canción, un libro, una coreografía de Pina Bausch o la obra de Louise Bourgeois. Pero no es necesario saber de qué se trata para poder disfrutar de la película, ¿me explico? El espectador desde el momento en el que paga una entrada y se sienta, ya es parte de la pelicula. Pero disfrutará más si tiene un marco referencial cultural más amplio. Aunque no es la regla. Soy realista. Sé que el público actual se interesa por otras cosas, que muy poco tienen qué ver con lo que me gusta a mi. Aunque, como en todo, hay excepciones y uno como creador debe liberarse de prejuicios. Toda vez que la cinta se exhibe, ya no es tuya. Es de quienes la ven en una sala.
¿Cómo ha cambiado la relación entre su vida y su obra, treinta años después, Pedro?
Mira, uno tiene una edad. Tú eres aún muy joven, pero no tanto como para no entender lo que te digo con esto, ¿verdad? Como dijo Martin Amis: “la vida de pronto te sucede” y es verdad. Te va cambiando y afecta al tipo de historias que cuentas. Las que hago ahora, más o menos desde Todo sobre mi madre, que fue hace cuanto... ¿diez años?
Doce, de hecho. 1999.
Anda vete, ya doce. ¿Ves a lo que me refiero? De ese tiempo a esta parte, es muy distinto todo, al tipo de cine que hacía en los ochenta, y que mucha gente espera que repita. Pero mis películas no se parecen en absoluto. Incluso cuando escribo otras cosas hasta el tono es diferente. Velo aquí. En esta película el tono es inquieto, lúgubre. No lo he decidido yo, solo intento ser lo más honesto que puedo y esta historia obedece a ciertas reglas. Hay una mayor introspección, mi vida la hago más dentro de mi casa que fuera. En los ochenta era una fiesta. Se puede decir que uno va madurando, si queremos verlo así.