Con el estreno de Homeland, la televisión por cable alcanza una nueva vanguardia que desafía las restricciones del cine.
Miguel Cane
En la última década, se ha demostrado que nos encontramos en la época de oro de los canales de cable, donde se emiten las mejores series de ficción, desplazando a la TV abierta por mucho. En el caso de HBO, tenemos grandes hits como True Blood, la majestuosa Juego de tronos o Boardwalk Empire. Que produce nada menos que Martin Scorsese. La AMC, por otro lado, triunfa con la espectacular Mad Men, Breaking bad, y la telenovela de zombis The walking dead, que estrenó a nivel mundial su segunda temporada; por su parte, FX tiene un éxito con la sofisticada y brutal American Horror Story (que comentábamos hace unas semanas) y le llega el turno a Showtime, la otra reina de los canales de cable, que ya emite, Weeds, Dexter, The Big C (con la fabulosa Laura Linney) y que recientemente estrenó su apuesta fuerte para la temporada 2011-2012: Homeland.
Este serial dramático sigue el formato del melodrama tradicional, con elementos del thriller político (al estilo de El Embajador del Miedo) nos cuenta la historia de Carrie Mathison (Claire Danes, Romeo + Julieta), oficial de operaciones de la CIA, que, durante una misión en Irak, se entera de que un soldado estadounidense se ha pasado al bando de Al-Qaeda. Ya en Virginia, Carrie verá en televisión que un soldado del ejército de los Estados Unidos, Nicholas Brody (Damian Lewis, Hermanos de sangre), que llevaba ocho años desaparecido, ha sido encontrado con vida. Carrie, tiene bastantes problemas psicológicos y padece un trastorno obsesivo compulsivo, sospechará de él, pues no verá sentido en el hecho de que Al-Qaeda haya mantenido a un soldado americano ocho años con vida sin motivo aparente. Por otro lado, conoceremos a Jessica (Morena Baccarin, la villana en la segunda versión de V), esposa de Brody, que ya había rehecho su vida con un antiguo amigo, y tendrá que aprender a lidiar con el retorno de su marido.
La propuesta es dura, cruel y realista, Claire Danes dibuja un personaje interesante y creíble mientras que Lewis realiza un estupendo trabajo interpretando a Brody como un héroe para los estadounidenses cuyo gobierno (ficticio) necesita de su imagen para justificar su “guerra”, pero no para todos porque a Carrie Mathison alhgo no le convence del todo y está segura de que oculta algo. Aunque nadie apoya esta teoría, consigue convencer a su mentor, Saul Berenson, (estupendo Mandy Patinkin) para que le ayude a descubrir qué hay detrás del Sargento Brody, que bastantes problemas tiene al volver a una casa donde sus hijos apenas lo recuerdan y donde Jessica enfrenta una encrucijada ¿qué mujer decente y patriota abandona a su marido en esta circunstancia? Y ¿qué secretos esconde Brady en su cabeza?
Al igual que ocurría con la estupenda serie In Treatment, el material original proviene de la televisión israelí; no es coincidencia que un país tan pequeño tenga una televisión tan estimulante. La traducción al público occidental funciona: se trata de sociedades asediadas por el espectro del terrorismo y, además, países con agencias de espionaje sofisticadas como pocas y ejércitos poderosos, envueltos en interminables conflictos bélicos. No es sorpresa que al frente de Homeland haya veteranos de 24. Las explosivas andanzas de Jack Bauer eran, prácticamente, una respuesta directa al 11-S. Cada día/temporada suponía una lucha titánica para conjurar la amenaza de destrucción total, las ocho temporadas eran una encarnación del imaginario de masacre civil que el World Trade Center había convertido en pesadilla recurrente. Homeland es el siguiente paso lógico en un terreno moral que parece de arenas movedizas. Diez años después y con Bin Laden ostensiblemente muerto, ¿qué le queda al mundo? El miedo, la paranoia y una inseguridad sorda, pegajosa. Ahí, en esas zonas grises, es donde la serie bifurca el thriller y abraza la reflexión, las sombras domésticas, la locura secreta de sus protagonistas. Eso marca la diferencia y hace que la serie sea intrigante y adictiva. Porque la tensión, de momento, está más en una mirada, un dedo, un rezo o un coito interrumpido que en persecuciones contrarreloj y explosiones.
La serie sigue los preceptos de la excelente La conversación de Coppola (solo cambia la tecnología) y muestra capítulos llenos de tensión y demonios internos, con la dosis justa de sorpresa.
La obsesión de Carrie Mathison nos impulsa, pero ¿debemos creerle? ¿O está tan dañada emocionalmente que es volátil? ¿Hay algo más? ¿Esquizofrenia? Y Brody... ¿lo convirtieron? ¿Hay algún otro secreto más en su paso por el infierno?, la serie ofrece un panorama riquísimo, con ajedrez geopolítico, espías dobles y profesionales que no dudan en saltarse las reglas y visualmente, aborda escenas muy turbadoras. Acorde con ese tono, el tema de Homeland tampoco es para pusilánimes: la gente mata y muere; la razón de estado aplasta la integridad humana. Nada es lo que parece.
Para competir al límite, los actores responden. La Danes está intensa y formidable, con una mirada tan inteligente que a ratos parece de perro de presa. Lewis, es un acierto. Mantiene su aire de buen hombre con mirada de acero que, a un personaje tan misterioso, le confiere la ambigüedad imprescindible para disparar la trama. ¿Es un traidor o no lo es?
Quizá el mayor riesgo de Homeland sea su excelente calidad. Por la propia estructura -un juego del gato y el ratón enriquecido con tramas de espionaje internacional-, el producto perderá su impacto si se estira demasiado sobre la incógnita sobre la verdadera identidad de Brody. No hay que olvidar que ese fue el fallo integral en Twin Peaks y más recientemente, en The Killing. La premisa está muy bien, pero no puede extenderse demasiado. ¿Habría sido mejor como una miniserie? No lo sabemos aún; de momento, los creadores se preocupan de armar todo con cuidado, con miras a una conclusión en el capítulo trece, que sea brutal.
Homeland es un trabajo de primera calidad, una serie muy cinematográfica tanto en la fotografía como en la calidad del guión, que, en el episodio piloto, sigue la historia desde puntos de vista diferentes: el de Carrie y Berenson y el de Brody y Jessica, por lo que la línea que separa el “bien” del “mal” es tan vulnerable que podría decirse que es casi invisible, pues ningún personaje está libre de pecado. Los más de 50 minutos que dura el primer episodio pasan volando y la intriga se mantiene hasta el final, donde se hace un descubrimiento que puede dar un giro a la serie, otorgándole muchas más escenas de acción y tensión asegurada y haciendo de ella una de las propuestas más interesantes y polémicas que se han visto en mucho tiempo y cuyo visionado será tema de conversación ineludible.