Decálogo 2011
Estas diez cintas conforman parte de lo mejor en el panorama cinematográfico del año.
Miguel Cane
Este año hubo de todo en pantallas, excelente, bueno, malo y (lo que es peor), mediocre. Ahora llega la temporada en la que elaboramos una lista para compartir un poco de lo que (en un juicio muy subjetivo, que conste) conforma parte de lo mejor que hubo en exhibición tanto en el circuito comercial como en el de arte y festivales.
Así, sin ningún orden en particular, encomiamos:
Tenemos que hablar de Kevin
(Lynne Ramsay. Reino Unido, 2011)
La sofisticada Eva Khatchadourian no quería ser madre. Su vida se trastoca en la de un ama de casa convencional cuando su marido la persuade de tener un bebé al que llamarán Kevin y quien desde su infancia da muestras de ser un adversario implacable. Al llegar a la adolescencia, él comete un atroz crimen, pero será su madre quien deba aprender a [sobre]vivir con las consecuencias. Tilda Swinton está formidable en esta adaptación de la novela epistolar de Lionel Shriver, que toma los mitos sobre la abnegación materna y los dinamita. Como el personaje del título, Ezra Miller es una revelación y el efecto del filme es tan brutal como el horror sin piedad que retrata.
Drive
(Nicolas Winding Refn. Dinamarca/Estados Unidos, 2011)
Fábula fracturada de Hollywood en que Ryan Gosling deslumbra como un doble de acción en películas que por las noches colabora con miembros del bajo mundo, como conductor. Su rutina cambia al enamorarse de una vecina (Carey Mulligan) con situación personal tormentosa, al tiempo que se involucra en una “chambita” de alcances inesperados: pletórica de ternura y violencia, es una cinta de acción con sorprendente cariz filosófico y espiritual: la lucha entre el bien y el mal es ambigua, pero no por ello menos importante; Gosling asume su rol con la elegancia de estrellas de antaño como John Garfield o el mismo Bogie, haciendo de éste, un noir genial para nuestra generación.
Dios del Caos
(Roman Polanski. Francia/Reino Unido/España/Alemania, 2011)
A partir de la excelente obra teatral de Yasmina Reza, Polanski retorna a su escenario favorito – un apartamento de clase media, como en Repulsión, El Bebé de Rosemary y El Inquilino – para confrontar a dos matrimonios educados y cosmopolitas (Jodie Foster y John C. Reilly, versus Kate Winslet y Christoph Waltz) que coinciden una tarde para tomar café y explorar las ramificaciones de una violenta gresca entre sus dos hijos pequeños, derivando la charla en trifulca existencial e histérica que lo mismo eriza la piel, arranca la carcajada o zarandea las entrañas. Las damas están espectaculares y con la mano en la cintura se roban la cinta, contribuyendo a la mejor comedia (para adultos pensantes) del año.
Melancolía
(Lars Von Trier. Dinamarca/Francia/Alemania/Reino Unido/Suecia/Italia, 2011)
Una boda fastuosa en una mansión palaciega sirve a manera de contrapunto para la inminencia de la catástrofe tanto en el microcosmos (Justine, la novia, sufre paralizante colapso mental por un trastorno distímico) como en el macrocosmos (un planeta errante va a colisionar con la tierra). Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg son dos aspectos de la condición humana que Von Trier explora en esta cinta de primorosa factura (y fractura) que tiene por inspiración lo mismo el arte prerafaelita, que las ostentosas tragedias fílmicas de Visconti. Posiblemente sea la cinta de ficción especulativa y desastre más hermosa jamás filmada.
Weekend
(Andrew Haigh. Reino Unido, 2011)
Tras una noche de copas con sus amigos heteros, Russell (Tom Cullen) va a un bar gay donde se liga a Glen (Chris New), y lo que parecería ser sexo casual, deriva en un diálogo exploratorio y una relación tierna, desprovista de artificios y performance, que los descubre gradualmente tal cual son. Realizada en locaciones de Londres, con presupuesto reducido y un aire muy íntimo, casi documental, la segunda cinta de Haigh lo desvela como heredero de la sensibilidad de John Schlesinger, aunándola a un estilo propio y muy directo, para narrar en pantalla con auténtica emoción el primer encuentro y la relación por venir.
Miss Bala
(Gerardo Naranjo. México, 2011)
Lo que comienza como un episodio de La Rosa de Guadalupe, deriva a paso febril, en pesadilla estilo David Lynch: Laura Guerrero (Stephanie Sigman, impresionante) es una joven ingenua – y bastante obcecada – que desea salir de la pobreza en que vive en Tijuana. Su ilusión es participar en un concurso de belleza, y dar pasos a la fama. Un revés la lleva a hacer tratos con el diablo, o bien, Lino (Noé Hernández), narcotraficante que la corrompe y utiliza. Si bien el guión de Naranjo tiene lagunas graves, la espléndida fotografía de Mátyás Erdély compensa con creces la deficiencia, junto con la protagonista, tan convincente en su necedad y terror, que resulta imposible despegar los ojos de su descenso a los infiernos.
Shame
(Steve McQueen. Reino Unido/Estados Unidos, 2011)
El anglo-alemán Michael Fassbender deslumbra nuevamente en dupla con McQueen (ya lo hicieron antes con la perturbadora Hunger), como Brandon Sullivan, yuppie treintañero adicto al sexo y las relaciones superficiales, cuya volátil hermana menor, Sissy (Carey Mulligan) llega a quedarse en su loft en Manhattan, alterando su rutina, percepciones y hasta deseos carnales para siempre. El filme es crudo y eficiente; sin concesiones para con la audiencia. Fassbender hace la interpretación de su personaje con tal aplomo y entrega que resulta imposible de resistir aún en toda su sordidez inquietante y tabú.
The Deep Blue Sea
(Terence Davies. Reino Unido, 2011)
Un melodrama teatral de Terence Rattigan, ambientado en la deprimente postguerra británica, da pie a una actuación formidable por parte de Rachel Weisz como Hester Collyer, esposa de un magistrado que abjura de su vida cómoda para entregarse a la incendiaria pasión de un affair. Aunque la encrucijada en que se pone la puede dejar sin nada. Davies hace un trabajo meticuloso que recaptura la época y la manera de hacer cine de la misma. La Weisz se deja ver como una de las mejores actrices de su generación, abordando con valentía un rol de la tesitura que Bette Davis solía tener y dominándolo.
Una Separación
(Asghar Farhadi. Irán, 2011)
La vida cotidiana en Teherán filtrada a través del encuentro entre dos familias; una de clase acomodada, donde la esposa quiere la separación legal de un marido que no quiere abandonar el régimen islamita vigente y otra donde la esposa tiene que servir en casas para mantener a su brutal cónyuge. Una serie de malentendidos derivan en tragedias estremecedoras, en reveladoras confrontaciones con la naturaleza de cada personaje y su entorno. Con esta cinta Farhadi demuestra que el cine periférico sigue vigoroso, emulando a su contraparte anglosajona con temas estremecedores y ejecuciones brillantes en lo técnico y en la sensibilidad actoral. Una maravillosa sorpresa de medio oriente.
Pina
(Wim Wenders. Alemania, 2011)
Homenaje en movimiento – si tienen la oportunidad de pescarla en 3D no lo duden ni un instante – para la desaparecida coreógrafa/bailarina Pina Bausch (1940-2009), cuyos extravagantes ballets modernos e idiosincráticos (legado y altar para su maestra Martha Graham) causaron sensación alrededor del mundo. Para preservar tres de sus más hermosos trabajos, Wenders se despoja de trucos y artificios para enseñarnos cómo comulga Pina con los ritmos y lleva los cuerpos de su compañía (el Tantztheater) a extremos de la sensación, la sensibilidad y lo emotivo, y lo hace de modo que todo mundo pueda participar en el testimonio de un gran talento, aún si no sabe nada del fino arte de la danza.
Menciones Honorificas: (o bien, las que no alcanzaron al 10 pero hay que ver y comentar)El árbol de la vida (Terence Malick), Senna (Asif Kapadia), The Beaver (Jodie Foster), Crazy, Stupid Love (Glenn Ficarra y John Requa), El Planeta de los Simios: (R)evolución (Rupert Wyatt), Michael (Markus Schleinzer), Take Shelter (Jeff Nichols) y Declaración de Guerra (Valérie Donzelli).