17 dic 2012

Wes Anderson: alguna vez tuvimos 12 años y nos enamoramos de alguien a esa edad

Miguel Cane



Se le considera un auteur – esto es, un director cinematográfico con una idiosincracia tan específica que se vuelve rúbrica de estilo en su obra – pese a su juventud, y es que cada una de sus obras (desde la aparición de Bottle Rocket, en 1996) ha sido aclamada por la crítica y le ha valido cada vez mayores muestras de cariño por parte de un público que se encuentra identificado con los personajes que ha presentado en cintas como Los excéntricos Tenenbaum, Academia Rushmore, La vida acuática con Steve Zissou, El fantástico señor Fox o la más reciente, Moonrise Kingdom, que abrió el pasado festival internacional de cine de Cannes y ha sido una sensación desde su estreno.

Sin embargo, más allá de todo el reconocimiento y la fama, Wes Anderson (Houston, Texas, 1969) es un hombre modesto, sencillo que se expresa con una mezcla de claridad y timidez, que es el sello personal que junto con un peculiar sentido de la moda y una excentricidad natural, ha sabido imprimir a sus filmes. "Una de las cosas que me gusta dramatizar, y que a veces es divertido, es ver cómo alguien se cae a pedazos y luego debe volverse a pegar. Aunque en la realidad eso no tiene nada de gracioso, creo que en la ficción sirve para plantear un conflicto y puede ser útil para una narrativa. Por ejemplo, el personaje del padre, que hace Gene Hackman en Los Tenenbaum, no es una persona entrañable o particularmente evolucionado, pero de alguna manera él lo hizo divertido; era el material que estaba trabajando y el punto de la historia era ese, romperse, para volverse a unir."



Pero ese es un tema recurrente, ¿no? Podría decirse que son estudios de la disfunción...
"Es verdad, por lo general, los personajes están inspirados en una combinación de personas y, sí, no hay historia si no hay algún conflicto. Las cosas no suelen ser memorables cuando todo el mundo está reunido y contento. Creo que todo el mundo se siente solo y atrapado a veces. Yo creo que es más o menos la norma, y mis personajes son más o menos eso, un tanto extraños porque están en una película, pero finalmente, muy parecidos a nosotros. La inspiración para crearlos proviene de la vida misma y la vida en sí misma, es disfuncional, después de todo. Sólo buscamos hacer un reflejo de ella, exagerado y filtrado por la sensibilidad del cine, pero reflejo, al fin y al cabo."

Suzy y Sam, los protagonistas de Moonrise Kingdom tienen 12 años. ¿Fue muy diferente colocar a niños al centro de este espejo de disfunción existencial?
“En efecto, son niños, pero eso no quiere decir que sean alienígenas o ajenos a las emociones que nos forman. De hecho, en la trama, su infelicidad es parte de su razón para darse a la fuga. Ese es el punto de partida de estos niños. Pero lo principal que me interesaba, era contar un romance a esa edad. Cuando escribía el guión, con Roman Coppola, trataba de recordar la fuerza de esos sentimientos cuando uno tiene esa edad. Cualquier sentimiento romántico a los doce años es como entrar en un mundo completamente diferente, más intenso, amplificado. Todo se extrapola y de ahí surge la idea del filme.”



Pero usted tuvo una infancia comparativamente feliz, ¿no?
“Mucho. Mis hermanos y yo crecimos felices. Pero eso no quiere decir que no tuviera una idea de lo difícil que es ser un niño o una niña de doce años, especialmente en una atmósfera como la que se presenta en la película: muy cerrada, muy aislada, donde la infelicidad de los adultos de algún modo contagia la esfera de su infancia. Moonrise Kingdom en realidad no tiene nada qué ver con mi niñez, pero creo que en cierta forma nos habla a todos porque tiene elementos universales que nos hablan a todos los que alguna vez tuvimos esa edad y nos enamoramos de alguien a esa edad.”

Aquí cuenta de nuevo con Bill Murray, Jason Schwartzman, entre otros colaboradores habituales. Siempre forman parte de un modo u otro, de sus filmes. Esta es una especie de la familia. ¿Es importante tener esa sensación de normalidad, de una familia que te rodea, con el fin de crear situaciones como las que plasma en este filme?
"No creo que ninguno de nosotros se considere “normal” (risas). Es probable que juntos seamos más bien como una de una familia de locos, cada uno con su tema. Pero hay una energía creativa extraordinaria que proviene de personas que son amigos. Sea cual sea la química está en juego durante el rodaje, va a estar ahí en la película terminada, y si tú, como director, quieres algo de electricidad, necesitas reunir los elementos que te la den, y en mi caso, es trabajando con ellos.”



Usted es célebre por el control que ejerce en cada uno de sus proyectos. No hay una sola toma en toda su obra que no se identifique como una película de Anderson. Incluso la animación stop-motion de Mr. Fox es única. sólo podía ser suya. ¿Se considera un artista perfeccionista?
"No lo sé... Creo que realmente yo creo que en el momento en que estás ensayando en el set y capturas algo espontáneo, es como magia. Luego hay un proceso largo, muy largo donde se puede ir mejorando y volver a trabajar, ¿me explico? Me gusta hacer eso, siempre tengo la sensación de que está mejorando un poco y un poco más cada vez, y al final va a ser un poco mejor de lo que creamos al principio. Los actores que trabajan conmigo, son muy generosos y entran en ello. Siento que mis películas responden a eso y no sé si lo veo como perfeccionismo o solo si es que me gusta trabajar como yo quiero. Verás, el tipo de películas que hago puede ser interpretada de muchas maneras, y con razón, alguien puede odiarlas o quererlas por muy buenas razones.”

¿Eso le molesta, que los espectadores puedan perder el punto que está tratando de hacer?
"Por lo general, yo trato de no pensar en cómo querría que alguien reaccionara al ver una de mis películas. La mayor parte del tiempo mi atención se centra en que crean que el personaje está sintiendo algo, y que esto que siente es real. Normalmente no me pongo a pensar en si esta es una escena cómica o no. Casi siempre hay algún tipo de mezcla de ambas cosas, y creo que a veces esto hace que una película funcione en mayor o menor grado, que conecte o no con el público, algo que no puedo controlar de ninguna manera. Cuando haces una película, te estás abriendo a algo que te podría hacer sentir muy mal. Como creador no quieres estar demasiado concentrado en eso, en las reacciones. Sólo haces tu trabajo y esperas que le llegue a alguien. Es como echar una botella al mar."

Así como en usted influyeron directores de los 70 como Hal Ashby, Mike Nichols o Louis Malle, usted también ha influido en directores actuales. ¿Qué opina al respecto?
“Me halaga. Pero creo que es aún demasiado pronto como para hablar acerca de si puedo o no influir a alguien. Yo solo hago estas películas, cuento estas historias. Pero cómo cada espectador las interpreta, es una cuestión tan íntima para ellos, como lo es para mí crearlas. No busco influir en nadie, solo contar una buena historia, quizá compartir una emoción. Poco más.”


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