4 jun 2014

Angelina Jolie: De joven era dark y quería dirigir una funeraria

Miguel Cane.



Es una de las figuras más reconocidas del mundo: su rostro y su nombre son célebres en todas partes. Angelina Jolie (Beverly Hills, 1975) es una mujer con mucha más sustancia de la que se atribuye generalmente a las estrellas de cine; es madre de seis hijos, activista y embajadora de la Unicef además de actriz, productora y directora. Por lo mismo, se encuentra en la posición de hacer cualquier proyecto que desee, y en esta ocasión es la protagonista de Maléfica, el nuevo filme de la casa Disney, una superproducción que relata la historia de La Bella Durmiente, desde el punto de vista de la villana, algo que “me pareció muy interesante”, insiste.



¿Qué te atrajo de Maléfica? ¿Saber qué se siente ser alguien completamente diferente a ti?
Algo así. Me interesaba mucho poder explorar ese lado oscuro de alguien con un gran poder y que sufre una tremenda tormenta interior. Además, hacer de mala, mala, malísima, fue muy divertido. Tuve que trabajar mucho la voz, la forma de caminar y de mirar, entrar en el disfraz, el maquillaje... Es un papel sin término medio: o lo haces bien o haces el ridículo. Tenía que ser atrevida. Y no conozco todavía a una actriz que no sienta atracción por los retos en su carrera.


Obviamente conocías al personaje desde niña, ¿te daba miedo?
¿Miedo? ¡Para nada! ¡Maléfica me encantaba! (ríe). Ya en serio, nunca me interesaron las princesitas. Eso de ser rescatada por el príncipe encantador y ser felices para siempre nunca fue algo que me gustara. Y mantengo esa perspectiva cuando les cuento historias a mis hijos.



¿A qué crees que se deba eso?
Bueno, quizá yo fuera un poco más complicada que la mayoría de las chicas de mi generación (ríe). Supongo que ser hija de un hogar roto te hace ver de otro modo todo eso de que vivieron felices por siempre jamás. Cuando era una jovencita, la verdad es que no pensaba en cosas como encontrar al hombre de mis sueños o ser madre. Yo era muy dark. Lo que quería, en serio, no es broma, era dirigir una funeraria, para hacer las cosas bien y que los funerales fueran una celebración de la vida del ser querido, no solo una convención. Pensaba que podría hacerlo porque nunca tuve miedo a la muerte y se me da bien hablar con la gente que sufre. Luego empecé a viajar y vi que hay gente con problemas más graves que los míos. Eso y tener hijos me cambió por completo. De pronto el centro de tu mundo se traslada a otra persona. Afrontas cada día de forma diferente. Te levantas y, aunque te sientas deprimida, con la sonrisa de los hijos todo se ilumina de nuevo.

Entonces estuviste encantada de hacer este personaje.
Sí. Hay algo muy poderoso y elegante en ella, con esa risa diabólica tan suya. No es solo el personaje más oscuro que he interpretado, también puedo decirte que, sin duda, es el más divertido; hacer de una mala de Disney es distinto. Por su voz, expresividad y poderío, ella entra en una habitación y se come la escena. Y luego el aspecto, con esos cuernos enormes, los tacones, las capas, los dientes puntiagudos, las facciones afiladas… es teatro puro. ¡Claro que se disfruta!

Eres, principalmente, mamá de seis pequeños. ¿Cómo les explicaste el personaje?
Tenía que ser cavernosa, profunda y muy teatral, lo que, para mí, que hago cine y no teatro, era todo un reto. Un día les estaba contando un cuento y al ver que no me hacían caso puse voz de Maléfica y ¡se morían de la risa! Y ahí fue: acababa de encontrar la voz que buscaba.

De hecho una de tus hijas aparece en la película…
Sí, Vivienne, la más pequeña. Fue porque todas las niñas que probábamos se morían de miedo. Ella era la única que no se asustaba con mis cuernos, los ojos amarillos, las garras... Venían pequeñas al set y en cuanto les decía: “¡Hola, peques!”, se horrorizaban, lloraban, gritaban o salían disparadas con sus mamás. Una vez tuve que esconderme en mi remolque (ríe). También salen Pax y Zahara en la escena del bautizo. Fue idea mía. Es un momento especial en la historia de Disney y pensé que sería genial tener a mis hijos allí conmigo, que vean lo que hace mamá.

Ha corrido el rumor de que te retirarás para reforzar tu labor humanitaria…
Se dicen muchas cosas, a ver… yo quiero dirigir y escribir más que actuar, aunque habrá más papeles. Pero sí, quiero dedicar más tiempo a mi trabajo con la ONU y con la Iniciativa para la Prevención de la Violencia Sexual (PSVI, por sus siglas en inglés). En junio celebramos una conferencia sobre violencia sexual en zonas de guerra para reforzar la lucha contra este tipo de criminales.

¿Como el caso de la secta Boko Haram en Nigeria?
Eso es, ¡es un horror, gente que secuestra niñas en masa! Hay que sentar un gran precedente para que no crean que quedarán impunes. Nunca se hace suficiente en estos asuntos.

En estos años has visitado mucho la frontera de Siria. ¿Cómo te reciben los refugiados?
Es triste. Ya no te creen. La primera vez que fui, en 2011, me dijeron: “¡Por favor, diga a su presidente que nos ayude, dígale al mundo cómo estamos sufriendo!”. Regresas y todo sigue igual, y ya nadie cree que puedas hacer algo al respecto. Han comprendido que, en el juego de la política, no significan nada. Y tienen razón. Es una tragedia.

Hablabas además de seguir dirigiendo.
Así es... Me interesa mucho. En Navidad se estrena Unbroken, mi segundo filme, es una historia verdadera sobre Louis Zamperini, un atleta olímpico que muy joven fue prisionero de guerra en un campo japonés durante la Segunda Guerra Mundial. Fue un rodaje exhaustivo y una gran experiencia. Quiero pasar más tiempo detrás de la cámara. Es algo que me hace sentir muy satisfecha.

¿Cómo manejas la frontera entre lo que dicen los medios y tu vida privada? ¿Cómo se logra ese equilibrio?
Cuando era más joven y no había cosas positivas en mi vida sobre las que los medios pudieran hablar, era más duro. Ahora soy inmune a las tonterías que nos rodean. En casa tenemos controles parentales en el internet. Puedes limitar las búsquedas, incluso que no aparezcan cosas con tu nombre; mis hijos son niños normales, que saben que son parte de una familia muy pública, porque han crecido rodeados de paparazzi, pero también porque les hemos advertido que se dicen muchas mentiras y que, si ven algo sobre nosotros, lo primero es preguntarnos. Lo más importante es que sepan que no por tener una vida más privilegiada en ciertos aspectos son mejores que otros niños. Les hemos enseñado con el ejemplo que lo más importante es el amor al prójimo. Todo lo demás son sólo cosas bonitas, pero no dan la felicidad.