Miguel Cane.
Aunque todavía no es considerado una estrella de fama internacional, Justin Theroux (Washington DC, 1971) ha cimentado su sólida carrera con base en el cine, donde ha tenido una trayectoria variopinta: lo mismo actúa o escribe guiones que dirige y aparece en series de televisión. Ahora ha obtenido reconocimiento como el protagonista de la nueva serie de éxito sorpresa de HBO, The Leftovers, que recién terminó la transmisión de su primera temporada y ya ha sido renovada para una segunda que se transmitirá en 2015.
En esta serie, basada en una novela de Tom Perrotta y co-creada por Damon Lindelof (autor de Lost), 140 millones de personas —2 por ciento de la población mundial— desaparecen de la faz de la Tierra sin ninguna explicación. Tres años más tarde los misterios se suceden en un pequeño pueblo de Estados Unidos, donde la familia Garvey, encabezada por Kevin (Theroux) el jefe de policía de Mapleton, está en el centro de los misterios provocados por las desapariciones. La serie fue un éxito sorpresivo en su estreno en Estados Unidos, así como en sus estrenos internacionales, incluyendo HBO Latinoamérica, que lo transmitió en México, y las expectativas para la temporada dos son muy altas luego de su temporada de estreno.
Por otra parte, Theroux —hijo y nieto de escritores y artistas, pareja de la célebre Jennifer Aniston desde hace algunos años— se revela como un hombre inteligente y jovial, con los pies bien plantados en la tierra, algo que sus casi 20 años de carrera le han enseñado.
¿Qué es lo que más te gusta, en perspectiva, de esta serie?
Lo que me gusta más de la serie es que no se parece a ninguna otra que conozca. Es sobrenatural y también muy humana. Es todo eso. Es diferente y todo parece bastante real. Y eso ocurre desde el primer episodio. Me parece algo muy original y creo que al público también le pareció así. Se han dejado llevar, nos tuvieron paciencia y creo que quedaron satisfechos. Tanto como nosotros.
Eres un jefe de policía al que abandona su mujer para unirse a un culto extraño, con un hijo desaparecido huyendo de la ley y una hija adolescente rebelde. Demasiados problemas para una sola persona ¿no?
Me encanta Kevin. Es muy rico en matices. Es un gran tipo. Es la clase de hombre que piensa que si continúa haciendo lo correcto y siendo una buena persona, el mundo volverá a ser el mismo de antes. ¿No es algo conmovedor? Alguien que no solo ama a su familia, fracturada como está, sino que también tiene la necesidad de arropar en sus brazos a mucha gente, por lo que esta experiencia se convierte, para él, en algo muy frustrante, pero no se deja caer. Es un tipo increíblemente generoso. Espero que existan tipos así.
Ya vimos el final de la primera temporada… ¿Has pensado en cómo va acabar la serie?
Le dije a Damon Lindelof que por favor se abstuviera de venir a decirme. Yo no quiero saber lo que va a suceder. Yo me limito a leer los guiones que me pasan y a trabajar en ellos. Para mí la trama también es un misterio, así veo la serie de la misma manera que lo hace el espectador. Estoy en una posición de igualdad frente al personaje que interpreto, sé lo mismo que él sabe. Al final de la primera temporada es donde se bifurca del todo de la novela de Tom Perrotta y crea su propio universo. No sé qué va a pasar y me encanta que así sea.
Como Lindelof escribió Lost no sabemos si todas las preguntas serán alguna vez respondidas y si conseguiremos enterarnos de lo que está ocurriendo. Con la otra serie no lo cumplió.
Para empezar, no creo que The Leftovers en realidad se parezca a Lost. Hay elementos comunes, claro, el enigma, lo inexplicable, algo que ha pasado y no se sabe muy bien qué es, pero lo que más me gusta es que dos personas pueden ver la serie y tener diferentes interpretaciones de lo que está sucediendo y eso es bueno. Es como ir a un museo, ver las pinturas y tener diferentes reacciones. Creo que es lo mejor de la serie. Además, en su novela, Tom Perrotta tampoco responde nada. Como sabemos, en la vida real muchas de las preguntas no se hacen para ser respondidas.
Tu caso es totalmente opuesto al del actor encasillado. ¿Hay pros y contras en ser tan versátil?
Bueno, siempre he intentado que no se me estereotipe como actor, porque si te conocen por hacer un cierto tipo de cosas, finalmente eso se convierte en una trampa de la que es difícil salir. A lo largo de mi carrera he tratado de elegir cuidadosamente lo que hago. Por eso escribo también. Eso no quiere decir que todavía no haya encontrado lo que realmente me gusta, la cosa conmigo es que si hago la misma cosa durante mucho tiempo empiezo a aburrirme; necesito variar para que mi vida sea interesante. Cuando escribes tienes mucho control sobre lo que estás creando y eso me gusta, pero cualquiera que se dedique a la escritura sabe que es la parte más difícil de este negocio. Tienes que hacerte muchas preguntas. Actuar es casi como sacarte la lotería, porque te dan un guión, sabes que alguien ha hecho el trabajo duro y tú solamente tienes que interpretarlo… que tampoco es un lecho de rosas (ríe).
Uno de tus filmes más famosos es Mulholland Drive ¿Cómo fue trabajar con David Lynch?
Es fabuloso. Estamos interesados en la misma clase de cosas, como sueños o acontecimientos inexplicables, sin sentir necesariamente la presión de racionalizarlos. Es muy abstracto, tiene un tipo de creatividad incomparable. Lynch es una persona totalmente distinta a la que la gente cree o a lo que uno puede deducir de sus películas. Cuando trabajas con él tienes la impresión de que estás filmando una comedia. Es el tipo más adorable del mundo. Hay muchas risas, es muy divertido. Luego, cuando ves la cinta, te extraña, porque es totalmente diferente a como ha sido el rodaje. Eso nos pasó a Laura Dern y a mí durante el rodaje de Inland Empire. La pasamos muy bien durante la filmación y cuando ves el producto terminado, dices “¡Wow! ¡Qué clase de material es éste!”. ¿Me explico? Esa es la clave de su talento. No se nota todo lo que tiene dentro, su universo interior que es tan rico.
¿De dónde aprende más un actor, de los buenos papeles o las películas malas que desearía no haber hecho?
Cuando uno empieza en este oficio no lo hace siempre con el mejor material. A veces tienes que hacer mierda, porque debes pagar la renta. O la comida. O lo que sea. Y lo haces porque al final de cuentas es trabajo. Personalmente jamás miro atrás pensando que cualquier película o programa, el que sea, era horrible, porque todo lo que uno hace tiene algo valioso que enseñarte. Nunca veo las cintas con las que crecí de esa forma, les tengo más respeto. Y a los primeros directores con quienes trabajé, como Mary Harron, Greg Berlanti o David Mishkin, les tengo un mayor respeto porque creyeron en mí, aunque fuera en roles pequeños de los que aprendí mucho.
Hace algún tiempo, en una entrevista dijiste que desde hace años aprendiste a tolerar la fama y a no darle demasiada importancia al hecho de ser un personaje público. ¿Cómo le haces?
Mira, es muy fácil. Hay una diferencia bastante clara entre ser famoso y ser una celebridad. Ser famoso es el resultado del trabajo duro, ser una celebridad puede ser producto de cualquier cosa, como ocurre con toda esta gente de los reality shows y demás mierda, que salen de la nada y de pronto todo mundo sabe quiénes son y al cabo de tres o cuatro años acaban más hundidos en la mierda de lo que ya estaban, ricos o pobres, da igual. Exhiben su vida privada sin responsabilidad para con terceros y es un desmadre. Eso francamente nunca me ha interesado. Tú me ves en cualquier parte y yo voy siempre igual, relajado y jovial, pero la verdad es que tampoco está bien eso de que cada vez que sales a la calle con tu mujer —mi caso, por razones obvias— alguien te persigue para tratar de sacarte una fotografía. La pasas mal. Es decir, ¿soy el mismo tipo que va a comprar al mismo súper que tú y no soy ni mejor ni diferente. Por eso la fama me da lo mismo. Pero tiene sus desventajas como tiene ventajas. O la manejas o te fastidia la vida.