Miguel Cane.
Tiene seis décadas de carrera a cuestas. Un sentido del humor inigualable. Una mente avispada, un Oscar, muchos libros (y muchas vidas pasadas) y es una leyenda; sin embargo, Shirley MacLaine (Arlington, Virginia, 1934) no se da aires de diva, aunque sabe perfectamente que lo es; lo suyo en realidad es hablar de lo que quiere, como quiere y cuando quiere, y es un privilegio que se ha ganado. Desde su debut en cine, dirigido por Hitchcock (en ¿Qué hacemos con Harry?) ha tenido una filmografía diversa, rica en roles cómicos y dramáticos.
Su hasta ahora único premio de la Academia precisamente fue por un rol que conjugó ambas vertientes: Aurora Greenway, la formidable matriarca texana en La fuerza del cariño (1983). Ahora la actriz regresa a las pantallas junto con Christopher Plummer y bajo la dirección de Michael Radford (1984, El cartero), en la versión en inglés de Elsa y Fred, la exitosa comedia argentino-española de Marcos Carnevale. Aquí MacLaine encarna a Elsa Hayes, una mujer con una desbordante alegría por vivir que contagia a su conservador vecino, Fred Balcroft, para vivir una aventura inspirada en su obsesión por la película La Dolce Vita de Fellini, y para demostrar que el amor y el sexo no son territorio exclusivo de la juventud.
Tiene grandes clásicos en su haber, ¿por qué sumar a ellos Elsa y Fred?
Porque me gusta. Ya llegué a un punto en el que puedo hacer las películas que yo quiera. No que antes no pudiera, siempre hice las películas que me parecieran más interesantes, pero llega un momento en el que todo lo que te ofrecen es rutinario, o papeles que no te interesan. Yo ya solo hago lo que me gusta. Leí este guión, vi que tenía chispa y pensé “¡qué bien, claro que la hago!”.
Nunca había trabajado con Christopher Plummer…
No, nunca. Fue estupendo que coincidiéramos en esta película.
¿Empataron bien durante el rodaje?
Claro. Y se nota. Verás, filmar una película es algo muy intenso. No importa si tienes un papel grande o pequeño. Si solo sales en una parte, o si, como en ésta, estás en prácticamente todas las escenas de la película. Cuando te llevas bien con tus compañeros y hay química, se pueden hacer cosas muy buenas. Se nutre el trabajo mutuo. Christopher Plummer es un actor maravilloso y un hombre maravilloso. No pude estar mejor, lo disfrutamos mucho.
Este año cumple 60 de carrera cinematográfica y ochenta de vida. ¿Cómo se siente?
Como un bebé (ríe). La edad no es algo relevante. Puedes ser una jovencita y no disfrutar la vida y es un desperdicio. Yo me siento de maravilla. Estoy de maravilla. Así que francamente no noto diferencia. Claro, el tiempo deja su huella y maduras en muchos aspectos, pero creo que es más relevante que madures en los aspectos intelectuales y espirituales. Es lo que realmente hace que sientas que ha valido la pena todo lo que has vivido, pero lo importante no es contar los años, sino vivir los días.
Hace años que dejó Hollywood para irse a vivir a Nuevo México. ¿Fue un cambio drástico?
No. Siempre he vivido en la periferia de Hollywood. Antes, por un tiempo, viví en Londres y me gustó mucho. Y siempre me sentí muy a gusto en Nueva York, donde empecé mi carrera como bailarina. La verdad es que nunca me sentí parte de eso que llaman Hollywood. Es decir, sí, claro, lo eres, pero no necesariamente adoptas ese estilo de vida.
¿A qué se refiere con ello?
A que siempre fui al ritmo de mi propio tambor y aún lo hago. No encajaba muy bien ahí en los sesenta y ahora mismo tampoco creo que lo hiciera: detesto las poses y el servilismo de Hollywood. Y nunca pude ser parte de ese jet-set o como le digan ahora. Es más, ni siquiera me drogaba. Una vez, hace muchos años, en una fiesta de Beverly Hills, ya sabes, muy llena de celebridades, lo que sea que eso signifique, pedí un café y con una cucharilla me serví dos cucharadas de lo que yo creía era azúcar. En ese momento, la anfitriona llega y me dice: “¡No te lo bebas!”, estaba alarmada y yo (ríe), yo me sentí muy confusa. Acababa de echar algo así como 200 dólares de cocaína a mi café. Te digo, no tengo madera para celebridad de Hollywood.
Sin embargo, ha sabido llevar muy bien eso mismo, la celebridad. ¿Qué opina de las chicas de hoy?
¿Como quiénes? Hay gente como Julia Roberts o Jennifer Aniston, que han sabido salir airosas de situaciones incómodas y lo hacen bien, separan su vida privada del ojo público, y no es fácil, pero ves que han logrado un lugar a base de esfuerzo y de dedicación. Ser actor, cantar, bailar, entretener, no es fácil. No es cosa de pararte frente a la cámara y ya está. Y muchas veces lo mejor es mantener lo privado en privado. Ahora ya no existe esa frontera y muchas chicas muy jóvenes se lanzan a la fama sin estar conscientes de lo que hacen y tienen que crecer en público. Es obvio que las más débiles se van a quemar.
Era distinto cuando usted empezaba, ¿no?
Oh, sí. Mucho muy distinto. Había un respeto de parte de la prensa con nosotros, y del público. A la gente le gustaba ver tu trabajo en pantalla, pero no les obsesionaba saber con quién te ibas a la cama cuando no trabajabas. Ahora ya todo es más sensacionalista. Es muy tedioso y yo no tengo nada qué ver ahí.
De todos los directores con los que trabajó…
¡Y fueron muchos! ¡Muchísimos! ¿Qué tanta suerte se puede tener?
¿De quiénes tiene mejor recuerdo?
Oh, no sé. Está Hitchcock, claro, y yo nunca había hecho cine y fue muy, muy paciente conmigo. Y Vincente Minnelli. Y amo, amo a Billy Wilder y a Bob Fosse. Trabajar con Billy Wilder era sensacional… Jim Brooks… ¡Ay, sería muy injusto! La gran mayoría fueron maravillosos conmigo y aprendí tanto de ellos, que no puedo más que estar agradecida, porque no sólo aprendí mi oficio, aprendí cosas que tienen que ver conmigo misma. Fueron grandes maestros.
¿Seguirá actuando o ha pensado en retirarse y dedicarse solo a escribir?
Desde hace algún tiempo pienso, “bueno, ésta puede ser la última película que haga”, y entonces sí, dedicarme a escribir sobre lo que me interesa. La espiritualidad, el desarrollo humano, conocerse a cualquier edad, todo eso. Pero luego llega algo, un director joven con una película irresistible o un guión que me tienta y no puedo sacarme de la cabeza porque me conmovió mucho, o me hizo reír. Y entonces vuelvo. Ese fue el caso de Elsa y Fred.
Como le preguntaron alguna vez a Edith Piaf, ¿ha encontrado templanza con el pasar de los años?
¿Templanza? No sé…. puede que sea más complejo que solo templanza. He encontrado muchas cosas de mí, vidas pasadas, otras percepciones. He encontrado gente maravillosa, he visto cosas prodigiosas; he andado varias veces el camino de Santiago. He hecho películas de las que me siento orgullosa. Amo, he amado, he sido amada. Realmente no sé si eso me ha traído templanza, pero creo que lo que he encontrado con el paso de los años, es experiencia. Una experiencia rica en matices, y sobre todo una curiosidad por seguir aprendiendo, conociendo. Eso no se acaba jamás. ¡Y es maravilloso!