Miguel Cane
Hay quienes sostienen la teoría de que la película verdaderamente clave para ver el futuro de un director es la tercera. La primera, en el caso de ser buena, permite hacer un segunda no muy alejada de la primera, pero en la tercera hay que confirmar que uno es un director de verdad, y que no es fruto de un par de películas, ni de la casualidad.
El que se enfrenta a esta prueba en esta ocasión es Joe Wright, que tras Orgullo y prejuicio y Expiación, se dejó ver como uno de los directores jóvenes con mayor promesa; se hizo notar porque es muy difícil despuntar en películas ambientadas en otras épocas, y lo consiguió con creces. Ahora abandona las adaptaciones literarias para inmiscuirse en otra adaptación, pero esta más actual y urbana. Totalmente inmediata y humana.
El germen de la película se encuentra en los artículos que Steve Lopez escribió para Los Angeles Times sobre Nathaniel Ayers, un talentoso músico de conservatorio que sucumbió a la esquizofrenia y vive en la miseria. Los roles principales son interpretados por Jamie Foxx (quien desde que consiguiera su Oscar por Ray no ha vuelto a dar golpe) y Robert Downey Jr. que reconciliado con el cine, alterna productos taquilleros como Iron Man y la próxima sobre Sherlock Holmes con otros más independientes como esta película en la que vuelve a interpretar a un reportero, como ya hiciera en Zodiac. Completan el reparto Catherine Keener y Tom Hollander; musicaliza Darío Marinelli y técnicamente, la cinta es un prodigio notable.
La manera de rodar de Wright, en ocasiones roza lo barroco, y quizá eso pueda ser un problema para el espectador, al valerse de planos secuencia muy ambiciosos o mediante planos fijos interminables y a veces sólo poblados por música para contar lo que ostensiblemente es una historia sencilla donde el director debe mantenerse en un segundo plano y es algo que le cuesta mucho trabajo, aunque lo consigue.
Acaso, la falla que podría tener el film es que no acaba de decidir qué historia quiere contar. Por un lado está la historia de Lopez, que busca recuperarse tanto profesional como personalmente de una crisis y está la historia de Ayers, que perdió todo debido a sus problemas mentales (una historia que recuerda mucho a Shine). Y por último está también el enfoque social, más amplio, que Wright intenta abordar: el de los miles de indigentes que viven en las calles de Los Angeles, y la deficiente atención que reciben por parte del estado norteamericano.
Todas son tramas interesantes, pero la falta de foco atenta contra la historia, pese a sus nobles intenciones. De entrada hay que aclarar que la historia principal es la de López. Todo está visto desde sus ojos. Y Downey brilla, aportando al papel su habitual intensidad y carisma. Por su parte, es también loable Foxx, quien realiza una actuación medida, sin las sobreactuaciones que este tipo de papeles suelen provocar en muchos actores. Tal vez esta falta de efectismo sensacionalista en el abordaje de la figura de Ayers sea lo más destacable de esta historia de dos hombres que establecen una amistad en circunstancias adversas y si bien el ‘mensaje’ es poco sutil, el director logra demostrar que es más talentoso de lo que sus trabajos anteriores dejaban entrever.
El solista/The Soloist
Con Robert Downey Jr., Jamie Foxx, Catherine Keener, Tom Hollander.
Dirige: Joe Wright
Estados Unidos/Gran Bretaña 2009