26 jun 2009

Farrah & Jacko: Réquiem por dos leyendas

Miguel Cane

El pasado jueves 25 de junio, una generación entera – los que crecimos entre los años 70 y 80- fue sacudida por algo que quizás algunos consideran frívolo, que no por ello deja de señalar el fin de una era: las muertes, una tristemente esperada y la otra desconcertantemente súbita, de Farrah Fawcett y Michael Jackson, cada uno a su manera, auténticas figuras icónicas de la cultura popular (no sólo del espectáculo) que en su momento (e incluso ahora pese a su desaparición) encarnaron de modo concreto y global la noción de la celebridad mediática, radiante de carisma, que se las ingenió para dejar huella en la memoria colectiva.





Una rubia, un sarape y todo lo demás…
Aunque ya había debutado en cine en 1970 como rubilinda virgen de Hollywood en la joya del camp --¡basada en una novela de Gore Vidal!- Myra Breckinridge, la texana que nació llamándose Ferrah Leni Fawcett (su primer manager le cambió una vocal para que fuera más armónico) realmente alcanzó la fama hasta los 28 años, en 1976, cuando se incorporó al reparto de la serie de culto Los Ángeles de Charlie, junto con Jaclyn Smith y Kate Jackson. Como la sexy Jill Munroe, la Fawcett llegó, acompañada por los acordes del memorable tema compuesto por Henry Mancini, a millones de espectadores alrededor del mundo; así pasó de ser atractivo visual de relleno (y esposa de Lee Majors, entonces de moda como El Hombre Nuclear) a convertirse en genuina superstar.

Algo de culpa de esta repentina popularidad tendría aquella famosa foto publicada en la revista Life ese mismo año, que la mostraba luciendo su sonrisa deslumbrante y melena dorada con peinado característico (definió toda una época: millones de mujeres se peinaron igual por años) en todo su esplendor, con un traje de baño rojo en el que se ve claramente la ausencia de sostén, mas un colorido sarape de Saltillo a modo de ciclorama. La imagen no sólo fue el poster más vendido de la historia (¿cuántos no lo tuvieron en la pared de su habitación en la adolescencia setentera?): es la imagen primera de la fantasía sexual de millones en los cinco continentes en ese tiempo.




Inquieta y deseosa de trascender a su programa semanal, abandonó la serie en 1978 para incursionar en el cine, con poco éxito (¿recuerdan Alguien mató a su marido o Saturno 3? Ella trató de olvidarlas); sin embargo se mantuvo vigente no sólo gracias a su vida amorosa (flor de escándalo al abandonar a su marido para ser compañera durante muchos y borrascosos años, de Ryan O’Neal, con quien procreó a su único hijo, Redmond, hoy día un joven de vida difícil) sino también por el insólito segundo aire que tuvo su carrera cuando muchos ya la veían en la lona, al acercarse al teatro Off-Broadway y proyectos de prestigio en la pantalla chica como La cama ardiente – donde interpretaba con brutal realismo a una mujer golpeada que literalmente quema a su marido- y algunas miniseries biográficas basadas en las vidas de figuras como Barbara Hutton (heredera de la fortuna Woolworth), la fotógrafa Margaret Bourke-White y la cazadora de criminales nazis Beate Klarsfeld, mismas que le valieron nominaciones a premios Emmy y Globos de Oro. Su última participación de importancia en cine fue en El Evangelista, protagonizada y dirigida por Robert Duvall, por la que recibió los elogios de la crítica que durante décadas la habían eludido.

Desde que se le diagnosticó el cáncer colorectal que finalmente acabaría con su vida, en 2006, la Fawcett se avocó a hacer campaña para prevenir el mal y habló públicamente al respecto en distintos foros: su imagen de símbolo sexual pasó a segundo plano y se le reconoció como una mujer valerosa. Irónicamente, O’Neal le propuso (por enésima vez) matrimonio poco antes de su muerte y en esta ocasión, aceptó, aunque ya no tuvo tiempo para hacerlo. Aún sin proponérselo Farrah Fawcett se convirtió en la imagen de los 70 para todos los que los recuerdan – más aún que Richard Nixon, Bruce Lee o el mismísimo John Travolta- y su muerte, dolorosa y triste como fue, anuncia el final de un sueño, aunque se hubiera visto (injustamente) opacada ante los medios por la desaparición de otro personaje que quizá nos impacta más por su inmediatez en la referencia: Michael Jackson, apodado de modo general como ‘el rey del pop’.





Fuera de este mundo
¿Qué se podría escribir sobre Michael Jackson, que no se haya aludido, desglosado y/o examinado antes hasta el cansancio? Los rumores, las especulaciones, las verdades a medias y las mentiras descaradas: todo tal y como a él le gustaba, para establecer su propia imagen cada vez más distorsionada, ajena de la realidad y al mismo tiempo – al menos para sus fans, que se cuentan por millones- ostensiblemente mitológica. Y es que el propio Michael Jackson, el ‘baby’ de los Jackson 5 fue el arquitecto de su propia leyenda y su desconcertante conclusión, si la hubiera previsto, no le habría salido tan, pero tan bien: sale del ojo público del mundo como entró en él, de golpe, con un impacto notable y sin que nadie pueda detenerlo.

Habrá quienes lo vean con menosprecio o como un auténtico superfreak, a estas alturas del partido, pero no sería justo olvidar que si bien ya no era ese chicuelo con afro (y su nariz natural) que le cantaba a Ben la rata asesina, no sin ternura, y que enseñó al mundo que ABC es tan fácil como One-Two-Three, ni tampoco era ya ese joven y vibrante ídolo de las masas ochentenas que caracterizado de zombi (casi todo mundo tuvo su LP de Thriller, ¿a poco no?) ejecutaba espectaculares rutinas de baile con un guante enjoyado, se había ganado a pulso su lugar en el mundo como un grande.

¿Excéntrico inconsciente e irresponsable? Posiblemente. ¿Cínico pederasta impune? Muchos, millones, piensan eso. ¿Tópico sobreexpuesto? Lo más probable. Sin embargo, más allá de los tribunales, las alharacas, los hermanos parasíticos y envidiosos, los benevolentes ojos violeta de la Taylor, la boda y divorcio precipitados con Lisa-Marie Presley, el chimpancé Bubbles y los millones de dólares desperdiciados en vaya usted a saber qué cosa, el ‘Jacko’ llegó para quedarse y su deceso, de un presunto ataque cardiaco fulminante, a tan poco de ese muy acariciado y cacareado comeback, es el broche de oro ideal para que se le devuelva al trono que había visto lejano: ahora ya no habrá cosas feas que salpiquen con inmundicia y maledicencia (o al menos esto es lo que sus fans esperan, comparándolo ya como un fenómeno de la estatura de Elvis o del malogrado John Lennon) su prestigio obtenido a base de trabajo incansable y un talento natural que nadie le regatea: a los 50 años de edad, el Jackson más famoso se convierte en mito y si la gente habla, que así sea. Es exactamente lo que él, blanco o negro, máscara o niño del espacio atrapado en un mundo ajeno, habría anticipado… e incluso, tal vez gozado a más no poder. Toda prensa es al final buena prensa, y más cuando puede decirse ‘Yo soy leyenda’ sin faltar a la verdad.




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25 jun 2009

La isla de la juventud, documental de Ana Laura Calderón

Estamos todos en la Isla

Miguel Cane

Descubierta y bautizada como La Evangelista por Colón en 1494, durante su segundo viaje al nuevo mundo, Isla de Pinos es la segunda en extensión del archipiélago cubano, con una extensión territorial de más de 3,000 km2. Desde 1978 se le conoce como Isla de la Juventud, debido a los miles de jóvenes de distintas partes del mundo y de varias provincias de Cuba que estudiaban en escuelas en el campo y trabajaban en las plantaciones de cítricos, en un proyecto auspiciado por el régimen aún vigente en la nación caribeña.


Hoy, las cosas son muy distintas, y es un documental mexicano el que hace una mirada revisionista a lo que fue de aquellos jóvenes que llegaron a este paraje, al paso del tiempo. Algunos sueños se hicieron realidad, otros no, pero una cosa es cierta: en la isla, el tiempo no se ha detenido del todo.

Cuidándose de no caer en la tentación de la sutil propaganda, Ana Laura Calderón (cineasta mexicana, egresada del Instituto Superior de Arte y de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, en Cuba, donde se especializó en montaje cinematográfico) se aproxima a los habitantes de la isla y habla con ellos, les pregunta por sus ilusiones – algunos cumplidas, otras destrozadas-, por sus vidas, y ellos le contestan con la candidez y honestidad que permite un atisbo a vidas que podrían permanecer anónimas, y sin embargo consiguen tocarnos.


Tras una ardua producción, que tomó más de cinco años, este documental por fin consigue llegar a la pantalla tras una gira por los circuitos festivaleros, aunque sea relegado a las restricciones del cada vez más ‘esbelto’ renglón del ‘cine de arte’ en esta ciudad, injustamente opacado por los grandes estrenos transnacionales del verano.

La propuesta hoy de esta columna es que los espectadores interesados no sólo en historias de interés humano, sino en auténticas escenas de vida – algo que el cine de ficción no consigue del todo, pese a los más brillantes intentos; la razón de ser del documental, un género que malamente es ignorado por las grandes mayorías bajo la errónea impresión de ser ‘aburrido’-, busquen en la cartelera (como la ofrecida por Milenio diario) las funciones y salas en que se halla disponible este filme y acudan a verlo sin ninguna clase de expectativa: con los ojos bien abiertos, para formarse su propio criterio, asomarse a las historias de hombres y mujeres que llegaron a este lugar en la plenitud de su vida y ahora encaran la vejez no sin temor, mas con la experiencia que brinda la soledad y el tiempo, algo que sin duda hace sentir al espectador que invierte su tiempo y atención en este viaje, satisfecho y honrado de participar, aunque sea sólo un poco y de manera pasiva, en las vidas de otros que nunca hubiera imaginado, todo mediante la magia del documental como vaso comunicante, más allá de las convenciones que lo han ceñido, revelando así no sólo la evidente promesa de su creadora, a la que sin duda esperan proyectos aún más grandes y ambiciosos, también es una historia conmovedora y memorable, y sobre todo, completamente real.

La Isla de la juventud
Con Rafael Carballosa, Juan Colina, Magali Cruz, Araceli Silva, Ramón Godefoy y Carolyn Woods.
Dirige: Ana Laura CalderónMéxico, 2007.


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24 jun 2009

La Dolce Vita, de Fellini - 50 años - Miguel Cane

Siempre nos quedará Roma…

Considerada uno de los más grandes clásicos del cinema contemporáneo, La Dolce Vita cumple su primer medio siglo aún con la vigencia de su estreno, parte de una huella indeleble en la historia del séptimo arte y de la memoria de millones en el mundo.

Miguel Cane




Han existido pocos genios creativos en el mundo del cine como Federico Fellini – quien falleciera a los 73 años en 1993, prematuramente, según sus seguidores- que, actuando siempre a las órdenes de su imaginario tan abundante y su amor por la ciudad de Roma, logró conjurar un paisaje visual inconfundible, poblado de personajes tanto entrañables como monstruosos, todos ellos parte de una interpretación personalísima de la estética del fenómeno y la naturaleza humana, una especie de galería de máscaras entre el carnaval y el circo, su otra gran pasión (además de su esposa bienamada Giulietta Massina, que lo acompañó amorosamente en todas y cada una de sus locuras).


Así pues, hace cincuenta años, Fellini hizo lo que tal vez sea su filme más memorable (aunque resulta imposible decir cuál es el mejor de todos), con una escena que saltó a la historia, filmada en una fuente, aunque no una fuente cualquiera, sino en la celebérrima Fontana di Trevi, ubicada en el corazón de la ciudad eterna, obra maestra del escultor y arquitecto Nicola Salvi. Luciendo irresistiblemente atractivos, radiantes de carisma y sensualidad, Marcello Mastroianni y ese monumento de mujer conocido como Anita Ekberg –completamente vestidos– juegan en el agua. La secuencia, cargada de erotismo, y una sensación de pérdida y deseo, resultó en ese momento un hito, sorprendentemente original y audaz para el público. Por supuesto, el filme del que hablamos se llama La Dolce Vita.


Filmando una leyenda
La escena de la Fontana di Trevi en la que las aguas acarician el voluptuoso cuerpo de la Ekberg ante la mirada embelesada de Mastroianni, empapado en su impecable esmoquin, se convirtió en un instante clásico, constantemente imitado y nunca igualado. Es precisamente la fusión de erotismo, tentación y, en última instancia, frustración, condensados en un minuto y 38 segundos lo que hace de esta escena uno de los momentos más brillantes del cine, aún si en su momento Anita (a la sazón una mujer muy joven) se sintió furiosa de tener que pasar horas en el agua fría (la secuencia fue rodada en una gélida noche de maro de 1959 y cuenta la leyenda que Mastroianni tenía tanto frío que se valió de un traje de neopreno y una botella de vodka para poder rodarla) y por un tiempo estuvo furiosa, aún cuando después cambió de opinión al ver su trabajo en pantalla.


En todo caso, la escena de la Fontana di Trevi es una de muchas, en este filme pionero que muchos afirman contribuyó de un modo notable a cambiar el rumbo del cine hasta ese momento. De modo insólito, La Dolce Vita se alejó del estilo de las películas neorrealistas de la posguerra, explorado por cineastas como De Sica y Rossellini, para marcar un nuevo sendero hacia una narrativa moderna, cosmopolita y más enfocada a las necesidades psicológicas de la gente en la segunda mitad del siglo XX. Los diálogos, personajes y temas, todos se volvieron provocadores y fascinantes, incorporándose a la cultura popular con una penetración sin precedentes; con la cinta se rompieron tabúes y esto provocó que el Vaticano la denunciara, mientras que los críticos, en su mayoría, la adoraron. En el estreno, en el festival de Cannes, algunos miembros del público escupieron a su director, Federico Fellini, enardecidos por lo que veían como una subversión de la moral y los valores aceptados de la gente “decente y bien educada”.


De un modo casi preternatural, la película profetiza, a manera de sátira sobre la fascinación del público hacia los famosos. Anita Ekberg, por ejemplo, interpreta el papel de Sylvia, una famosa actriz de cine que se convierte en una figura de fantasía para Mastroianni y para todos los hombres que la rodean, mientras son perseguidos por una turba de fotógrafos por las calles de Roma. De hecho, el personaje de Paparazzo, (interpretado por Walter Santesso) que trabaja con Marcello, da origen a la palabra que se usa actualmente en varios idiomas (normalmente en su plural, paparazzi) para describir a estos personajes que ahora pululan por todos los continentes.


En la secuencia de la ‘fiesta de los nobles’, a la cual Marcello asiste en un siniestro castillo en las afueras de Roma, algunos de los sirvientes y meseros (así como algunos de los invitados) son interpretados por aristócratas reales y figuras de la farándula, como la enigmática actriz y modelo teutona Nico. Por su parte, la diva francesa Anouk Aimée es Maddalena, una mujer hermosa y rica, pero aburrida de la vida, algo a lo que Mastroianni busca constantemente el significado, en medio de las ambigüedades sociales de la Italia posfascista.


No obstante su capa de cinismo, en la película también asoma un mensaje de esperanza matizado por la desesperación y desencanto de su época y con La Dolce Vita se abre una nueva etapa en la que Fellini se colocó en el centro, es más autobiográfico (aunque no tanto como llegaría a serlo en la fascinante 8 ½, que se filmó en 1963 y que, curiosamente, no es tan popular como ésta, si bien algunos críticos la consideran superior) y también comienza a ser más autoreflexivo. El personaje de Marcello el periodista hedonista y nihilista que trata de tener una vida normal, aún a costa de la devoción de su novia (la hermosa Yvonne Furneaux) y que detesta al mundo al que desciende cada día, desde la aristocracia a los bajos fondos; que es fielmente interpretado por Mastroianni, es un hombre que nos presta sus ojos para mostrar, a manera de Virgilio, el retrato de una ciudad en una época específica, como un drama coral pesimista y demoledor, servido con una atractiva fuerza y una belleza perdurable que hace que, al llegar a la edad de oro, La Dolce Vita se siga viendo tan hermosa, tan fresca y tan controversial como lo fue desde el primer día.


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Marion Cotillard conquista Hollywood

Aunque es la orgullosa poseedora de un Oscar, esta belleza francesa no había “dado el salto” a la Meca del Cine hasta ahora, con su intervención en Enemigos Públicos.

Miguel Cane




Tras haber impactado a la crítica y público internacionales con su actuación ganadora de un Oscar en La vida en rosa, donde interpretó a Edith Piaf, esta bellísima actriz francesa, nacida en 1975, ahora vuelve sus ojos a los sets estadounidenses como la protagonista junto con Johnny Depp y Christian Bale (dos de las más rutilantes estrellas de cine del momento) en la cinta Enemigos Públicos, dirigida por el aclamado director Michael Mann e inspirada en hechos reales, transcurridos en los Estados Unidos durante los años 30, en la que interpreta a Billie Frechette, la novia del célebre asaltabancos John Dillinger (Depp).


Si bien en Europa Marion es muy conocida, sobre todo en su país, tras su participación en la taquillera saga Taxi, sus participaciones en el cine estadounidense habían sido solo en Big Fish (donde tenía el pequeño rol de la nuera francesa de Albert Finney) y en la fallida comedia romántica de Ridley Scott Un buen año, en la que también interpretaba a una joven de origen galo. De este modo, éste es su verdadero debut en Hollywood, en una cinta totalmente hablada en inglés y esto representa un verdadero parteaguas en su carrera.

¿Qué es lo que conocías de la vida de Billie Frechette o de Dillinger antes de venir a América para rodar este filme?
Pues, si tengo que serte sincera, muy poco. Prácticamente todo lo que sé de esta película lo comencé a averiguar a raíz de recibir el guión de la película. Por supuesto, cuando lo leí me pareció un papel demasiado extraordinario como para perdérmelo. Billie no es solamente lo que en inglés llaman una ‘gangster moll’, una muñequita del bajo mundo… tiene muchos niveles y el que su vida se haya cruzado con la de John Dillinger no sólo le cambió la existencia a los dos, le valió un lugar en la historia y eso es algo que yo ni siquiera imaginaba y que me resultó fascinante.


Marion Cotillard in 20th Century Fox's A Good Year



Aún pese a haber ganado un Oscar, ¿en algún momento sentiste reservas ante el reto de tener que interpretar un personaje estadounidense, totalmente hablando en inglés…?
Desde luego, ha sido la parte de mi trabajo en la que más me he tenido que esforzar. Tuvimos un director de diálogos, que me ayudó a encontrar la voz de Billie, no solo para cantar, porque Billie era una cantante de cabaret, también para hablar. Una voz que fuera adecuada para una mujer como ella, de su época, de su extracción. Michael Mann, nuestro director, me lo dejó muy claro: como sabía que en tres meses ni yo ni nadie sería capaz de hablar exactamente igual que una mujer americana de los 30, debía prepararme a fondo y yo hice un esfuerzo para sorprenderlo. No hablaba nunca en francés, sólo en inglés y con la dicción de Billie Frechette. Para cantar fue otra cosa; se decidió que yo hiciera 'play back', aunque al final se incluyó una escena en la que se escucha mi voz. De lo que sí me he dado cuenta es de que no sólo se trataba de mover los labios al compás de la canción. Era mucho más. En La vida en rosa me dirigieron para hacer lo mismo – nunca en la vida podría cantar como Piaf, aunque lo intentara con todas mis fuerzas- y he visto tantas películas en las que los actores hacen tan mal (el 'play back') que llegué a pedir a un profesor de canto que me ayudara a comprender la manera que tendría Billie de cantar. Aun así, ensayé todo lo que pude y más, cantando sola en mi casa, en la ducha, en el auto... ¡En todas partes!

¿Te intimidó la experiencia de Hollywood? ¿Fue muy distinto a trabajar en Europa?
Me impresionó. Tengo que reconocerlo; no se parece a los rodajes que había hecho, aún incluso en otras producciones americanas. Es decir, todo aquí es muy distinto a como es en Europa… existe un lugar preciso para todo, hay mucha precisión, muchos intereses. Comprendo ahora perfectamente por qué en América existe una industria del cine, donde en Europa algunas cosas las hacemos por amor al arte. Creo que ambos mundos se complementan… pero sí, te puedo decir que me sentí algo intimidada al principio, aunque mis compañeros de rodaje y el director, se encargaron de hacerme sentir bienvenida y de orientarme. Por ello, les estoy muy agradecida.

Tras ganado el Oscar, ¿sientes que estás viviendo uno de sus mejores momentos profesionales?
Oh, sí, seguramente, pero todo eso ya ocurrió, y ahora me inclino más a mirar lo que viene, es decir, no soy ingrata, pero no me gusta mucho mirar hacia el pasado. Prefiero tener otros proyectos a futuro. Todos los momentos son buenos, hay que pensar que cada momento es bastante especial, pero no hay que estancarse, ¿me entiendes? Además del Oscar y todo eso, me ha ocurrido una cosa que valoro bastante a nivel profesional. Pude demostrarme a mí misma que podía hacer algo tan grande como la biopic de Piaf sin flaquear. Una experiencia así te hace aprender mucho y eso es algo que me gusta de este oficio, que siempre hay una oportunidad de aprender algo nuevo del mundo que te rodea y de ti misma y cómo puedes hacer encajar ambas cosas… ¿no es muy complicado lo que digo?

No tanto… ser actor consiste en observar y aprender, ¿no?
¡Exacto! Es un constante aprendizaje. Trabajamos con la naturaleza humana, con las emociones. Eso es lo que más me gusta de todo esto.


Marion Cotillard at the Santa Barbara Film Festival Virtuoso Tribute ? 01/30/2008 Photo: Ray Mickshaw, WireImage.com





También sucedió que te has hecho más famosa mundialmente en este intervalo de dos años. ¿Sientes que la celebridad cambia o cambiará de algún modo tu modo de la vida? ¿Te irrita la consecuencia de la celebridad?
Pues la verdad es que intento no hacerle ningún caso al asunto éste de la fama. En Francia la prensa rosa es muy intensa… pero supongo que eso ya sucede en cualquier parte y nunca puedes escaparte de ella. Verás, en mi país desde hace unos cuatro o cinco años, los medios de comunicación se han fijado mucho en mí. Yo lo entiendo, y ahora sucede en otras partes, gracias al Oscar y todo lo que conlleva. Aunque eso supone una gran responsabilidad y sobre todo debes tener mucho cuidado con lo que dices, no irte de la lengua. Antes, tú sabes, yo hablaba hasta por los codos. No me importaba decir lo que fuera, pero ahora, en cuanto abro la boca, mis declaraciones están en todas partes, y algunas veces, fuera de contexto (hace alusión a la controversia en que se vio involucrada a principios de 2008 sobre una declaración referente al 11/9, y que suscitó mucho ruido a ambos lados del Atlántico, por lo que decidió no hablar más al respecto con los medios de su país). Y parece que algunas cosas que digo tienen una importancia mayor de la que realmente tienen, ¿ves? Y mi vida privada la mantengo así, ahora que aprendí la lección. Tengo una pareja (el actor y director Guillaume Canet) y pensando en nosotros tengo que cuidar mucho lo que digo, por lo que jamás hablo de mi relación con los medios, ¿para qué? Por lo demás, prefiero, preferimos, mantenernos al margen del juego de la celebridad. Yo no soy nadie especial. Soy una chica que trabaja, igual que tantas otras en el mundo.

Sin embargo, y pese a trabajar tanto (se ríe) también eres una persona de muchos intereses… ¿Existe algo más que te apasione, aparte de tu trabajo?
Sí, y es algo que me llena mucho más que el tema de ver mi vida en los medios. Lo que más me sacude, es la lucha por el medio ambiente. Creo que de un modo completamente equivocado, lo que llamamos ‘civilización moderna’ ha venido a afectar muy seriamente al planeta. Por eso mismo, si mi trabajo, mi ‘celebridad’ puede servir para aportar algo, para atraer la atención del público general a situaciones como el calentamiento global, la prevención de una deforestación y la lucha por los derechos de los animales, créeme, entonces lo hago con mucho gusto y en cierta forma, es una compensación mayor que cualquier otro privilegio que pudiera recibir por hacer lo que es mi trabajo. Y yo ayudo en lo que puedo, sin dudarlo. Es nuestro planeta y todos podemos hacer algo por ayudarlo, aunque sea algo mínimo. Nada es demasiado poco.

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18 jun 2009

Transformers: La venganza de los Caídos / Transformers: Revenge of the fallen, de Michael Bay

Falla general

Miguel Cane





Pese a ser una de las películas más multipublicitadas del año, la secuela de Transformers, nuevamente dirigida por Michael Bay (que hace mucho tiempo ya le dio estocada final a su carrera, pero sigue generando millones en taquilla) no aporta nada nuevo respecto a la primera parte de esta saga, que en sí misma, es poco más que un vistoso anuncio de juguetes y videojuegos, sin ninguna sustancia.





En esta segunda parte hay una superabundancia de efectos especiales apenas engarzados a un guión de segunda (cuesta trabajo que tuvo ¡tres! guionistas, y todos ellos capaces: Ehren Kruger, Alex Kurtzman y Roberto Orci, estos dos últimos, ostensiblemente autores del guión de Star Trek, que comparado con esto es infinitamente superior). Así, ya sin factor sorpresa, Bay apuesta por escenas de acción espectacular de forma frenética, llegando al extremo de aturdir al espectador.

Desperdiciando un elenco con elementos interesantes (¡John Turturro!), la trama es baladí: Optimus Prime y su grupo de Autobots ha formado una alianza con el Tío Sam y varios gobiernos para buscar y eliminar los Decepticons que quedan en la Tierra (Esto, claro, pretende ser una alegoría, pero está tan mal ejecutado que insulta la inteligencia). Pero cada vez aparecen más de éstos gandallas que buscan un objeto para que “El Caído” pueda ejecutar su venganza. Aquí aparece el ‘anti-héroe’ Sam Witwicky (Shia LeBeauf), ahora en la universidad, encuentra accidentalmente un trozo del cubo destruido en la primera parte y los secretos que esconde quedan impregnados en su mente. De esta forma, se convierte en la pieza clave que ansían los Decepticons y el resucitado Megatron para la destrucción de la Tierra. Usted puede llenar los espacios en blanco desde aquí.





Bay presenta una película prácticamente igual de mala que la primera. Mismos actores, dos de los mismos guionistas, efectos generados por computadora en exceso y una historia sin trascendencia. Pero busca darle da una vuelta de tuerca más a la espectacularidad y visión que tenía en la anterior y crea un espectáculo de pirotecnia sin límites con ritmo constante y frenético que por el camino pierde cualquier semblanza de atractivo, para convertirse en un bombardeo, que está salpicado de chistoretes baratos que no harían reír a un niño de diez años, convirtiendo esta película en un producto más infantiloide de lo necesario.


Bay también ha asimilado algunas de las ideas que su productor ejecutivo Steven Spielberg empleó en la desafortunada última entrega de Indiana Jones, quien en este filme ejerce de productor, como por ejemplo la aparición de las pirámides y su relación con tecnología alienígena. Al final, Transformers 2 resulta un paquete muy vistoso, pero, exceptuando la oportunidad de ver las piernas de campeonato de Megan Fox, no tiene nada por dentro, dejando al espectador con la molesta sensación de haber, al final, perdido su valioso tiempo.


meganfox.jpg megan fox image by primetimekiko619

Transformers: La venganza de los Caídos/Transformers: Revenge of the fallen.
Con Shia LeBeauf, Megan Fox, Josh Duhamel, Kevin Dunn y John Turturro.
Dirige: Michael Bay
Estados Unidos 2009




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16 jun 2009

Déjame entrar / Let the right one in, de Tomas Alfredson - David Guzmán

David Guzmán

A Marco, por 'dejarme entrar' al privilegio de sus lecturas.




La escena es magistral. Una alberca, cuerpos que vuelan sobre el agua en cámara lenta, un rostro inocente que no sabe lo que ocurre a su alrededor mientras contiene la respiración bajo la superficie y yo experimentando la malsana satisfacción de ver semejante tragedia como quién observa un acto de justicia divina. Es el clímax del film y me siento extrañamente regocijado aunque perciba que me están obsequiando una visión parcial del dantesco cuadro; es como si Tomas Alfredson, el director, supiera perfectamente que estoy siguiendo todo desde mi seguro escondrijo y que tengo, como su protagonista Oskar, estos instintos emergiendo cuando ya no hay más salida que matar o morir.

Se trata de la película ‘Déjame entrar’ y es simplemente sensacional. Experimento un entusiasmo como muy rara vez en los últimos tiempos que sin embargo contrasta grandemente con el ánimo de algunos espectadores en la sala que empiezan a bostezar. Me pregunto qué es lo que no encaja en su endeble entusiasmo pues mi razón no logra justificarlo, pero ya creo saber lo que ocurre.

Y es que una gran parte de conectarse con el film proviene del gusto por el género vampírico; hay que tenerlo aunque todos sepamos que es un género susceptible de caer en clichés o situaciones tan repetidas que a pocos sorprende que se retomen en este nuevo film. Y es que no hay nada nuevo bajo el sol y viendo la película, he encontrado sumamente agradable el hecho de que toda la alusión vampírica de la cinta (es poca, en realidad) no es más que el pretexto para unir piezas de un engranaje mucho más profundo que el de meramente revisitar esta variante del personaje de Bram Stoker.


El ser sanguinario es ahora tortuosamente encarnado en una misteriosa y pálida niña que aparece en la vida de Oskar, un pequeño de 12 años con una problemática tan compleja que fácilmente un director como Larry Clark (Kids o Bully) podría hacerlo protagonista de cualquiera de sus películas. Oskar es un ser triste y solitario al que le gusta coleccionar recortes de prensa sobre asesinatos violentos. Nada le atrae más que convivir con Eli, su nueva vecina que se convertirá en su primer amor, aún sabiendo más tarde que es una vampira.





Y es que Oskar sufre el acoso de sus compañeros valentones de la escuela, que no pierden oportunidad para humillarlo, golpearlo, herirlo. Sus padres están separados y Oskar tiene que pasar algunas temporadas con su padre que ya tiene nueva esposa. Por otra parte, su madre desconoce la realidad del acoso que padece su hijo. Oskar sin embargo no es débil, sólo necesita un breve empujón que lo ayude a hacer emerger ese ímpetu y deseo de venganza con tintes monstruosos y sorprendentes que sin dudarlo serán materializados por Eli quién los ejecutará (para beneplácito de todos) con rostro de inocencia y olorosa fragilidad.





A la par del asunto vampírico, algunos perciben ‘lentitud’ en el desarrollo del film. Pero es una lentitud que genera la atmósfera misma de la película, que se enmarca en una preciosa fotografía invernal y que acentúa los colores azul y rojo logrando palidecer los rostros de Oskar y Eli a grados fantasmagóricos. Pero es esa –aquí- mal llamada lentitud (que a mí me parece catarsis pura) la que le imprime fuerza a los asesinatos, a las noches nevadas, a la vocecita indefensa de Eli pidiendo ayuda cobijada en la penumbra de un viejo puente; a escuchar –y ver, claro- como escurre la sangre de una víctima hacia el depósito del ‘protector’ de la niña quién -para no generar sospechas de que un monstruo más sanguinario azota la región- se ha convertido en un asesino que la provee de sangre.


El director ha impresionado de manera positiva en los festivales en donde ha presentado su film basado en una espléndida novela escrita por John Ajvide Lindqvist, pues el estilo que le imprime a su largometraje no parece de ópera prima. Su maravilloso cuento tenebroso, está realizado dejando de lado la carga erótica del mito vampírico para centrarse en la inocencia del amor, matizado por nieve en noches que se antojan eternas.

Han pasado los días y 'Déjame Entrar' continúa perforándome la cabeza. De cuando en cuando viene a mi mente la secuencia que detallo al inicio de este texto. Lograr eso en la mente de los actuales espectadores, no es fácil. Pero es en su simplicidad en donde radica su magnificencia y la escena pasará, sin duda, a formar parte de la memoria fílmica que sobrevive al paso del tiempo.

De verdad, hermoso film.

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Up: Una aventura de altura / Up, de Pete Docter (02) - Jacobo Bautista

Jacobo Bautista



Es muy extraño que en el mundo del entretenimiento, una compañía logre hacer las cosas bien una vez, dos veces y con cada nuevo producto, conseguir nuevas y más renovados elogios.

Pero Pixar lo volvió a hacer, nomás que esta vez ya no me atrevo a decir que es la mejor película que ha hecho esta compañía, porque cada que hacen una película nueva termino diciendo lo mismo. Pero sí es justo comentarles que, incluso más que Cars, esta es la que más he esperado de todas desde que vi los cortos.

“Va a estar buenísima”, era lo que pensaba y decía cuando veía los cortos. La simple imagen de una casa surcando los aires, llevada por un montón de globos me remitía un poco a estas grandes ideas que luego veo en cuadros.

La idea la presentan como un viejito cuya vida ha sido tranquila, sin sobresaltos, que decide de un día para otro inflar un montón de globos para hacer volar su casa y recorrer el mundo de esta manera ‘sin abandonar su hogar’.

Desde el inicio, las aventuras de Carl Fredicksen son acompañadas de un niño explorador. Un niño de rasgos asiáticos, boy scout, llamado Russell.

Los cortos no revelan mucho de la historia. En los últimos avances pudimos ver que, mientras exploran ‘nuevos lugares’, Russell –quien queda de alguna manera atrapado en la casa de Fredicksen cuando sale volando- y Carl encuentran a un perro que habla (esto es un decir, porque trae un collar que le hizo su amo ‘porque mi amo es muy inteligente y me hizo este collar para que pueda hablar), quien completa el trío de personajes que se vuelven entrañables apenas a un tercio de la película.

En algún lugar leí que parte del éxito de esta película se debe a que no está nada rebuscada, la trama es sencillísima y los personajes no tienen mayor complicación: el viejo piensa y actúa como viejo, el niño piensa y actúa como niño… e incluso el perro, caray, que piensa como perro.



Así que yo me esperaba una aventura de principio a fin, quizá como Los Increíbles, pero para explicar de qué se trata la aventura, para que realmente entendiéramos cuál era el chiste de inflar un montón de globos con helio para surcar los cielos del mundo, la película comienza no presentando a Fredicksen como lo vemos en el poster, ya viejito, sino a un niño viendo absorto los noticieros del cine, observando con la boca abierta cómo Jacobo Zabludovsky (quien aparece como narrador en la versión en español) narra las aventuras de Charles Muntz (cuya voz en inglés hace Christopher Plummer).

El niño sueña con aventuras en dirigible, alrededor del mundo, enfrentando criaturas desconocidas, descubriendo territorios nuevos, tal como su héroe Muntz.

Y luego, a los cineastas les dio por quitar los diálogos y entregan unos de los más lindos momentos que he visto en el cine. Habrán sido diez o quince minutos en que, con musiquita de fondo e imágenes, nos narran la vida de Carl Fredicksen y su esposa y diré que el asunto casi me hace llorar.

Así, con esos diez minutos nos explican el porqué de muchísimas cosas que van ocurriendo cuando Fredicksen decide escapar del mundo montado en su casa mientras un niño explorador queda atrapado en su pórtico, habrá que decir, muerto de miedo.

Decir, por cierto, que esta película hay que verla en tercera dimensión es obviar las opciones.

Mientras otras películas pueden ser buenas opciones de repente, dependiendo a veces del humor o como yo le digo a las ‘palomeras’ para ir al cine un rato y olvidarse del mundo por 50 pesos, Up! es una de esas películas que se tienen que ver. No sé si tenga mensaje o no, creo que no importa, es una gran, gran película.

Up!
Dirigida por Pete Docter y Bob Peterson
Escrita por Bob Peterson, Pete Docter, Thomas McCarthy y Bob Peterson
Producida por John Lasseter, Jonas Rivera y Andrew Stanton


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11 jun 2009

La Proposición / The Proposal, de Anne Fletcher

Yo te amo, yo tampoco.

Miguel Cane




Tras un par de años de ausencia de las pantallas (su última película en carteleras fue la decepcionante Premoniciones), Sandra Bullock, busca recuperar su corona como reina de la comedia romántica (misma que comparte de manera alternante con Reese Witherspoon y Meg Ryan) en una peliculita ligera como pluma, que mata el tiempo, pero no alcanza a dar mucho más, pese a sus pretensiones.

La trama gira en torno a Margaret Tate (la Bullock) quien es una implacable, poderosa y muy chic editora de Manhattan, que, como es de rigor en esta clase de cintas, lo tiene todo a nivel profesional y material y que, naturalmente, corre el riesgo de perderlo repentinamente se enfrenta a ser deportada a Canadá, su país de origen (¿Se imaginan que se hubiera tratado de México? Eso lo habría hecho quizá más interesante). Para evitarlo, a la astuta Maggie se le prende el foco y declara que está comprometida para casarse con su asistente Andrew (Ryan Reynolds, por lo que no andaba tan perdida la dama), al que lleva torturando durante años con sus exigencias irracionales y caprichos.


El buenazo de Andrew acepta participar en la tomadura pero, claro, con algunas condiciones. Así pues, como debe de ser, la presunta “pareja” se dirige de vacaciones a Alaska para conocer a la peculiar familia de él, y de este modo surge la lección y moraleja de esta “fábula moderna”: la ejecutiva de ciudad, acostumbrada a tener todo bajo control, se encuentra inmersa en situaciones “pintorescas” (por no decir francamente surrealistas) que escapan a cualquier lógica conocida para una mujer como ella. Así, con planes para una disparatada boda en camino y la migra pisándoles los talones, Margaret y Andrew se comprometen a seguir con el plan previsto pese a las consecuencias.

Tomando elementos argumentales de Matrimonio por conveniencia (una fallida, aunque muy carismática comedia romántica de principios de los 90, con Gerard Depardieu y Andie MacDowell), Anne Fletcher (directora de la predecible 27 Vestidos) cumple al hacer una cinta a la medida para la Bullock, quien es la estrella y logra hacer irradiar su carisma, valiéndose de un elenco interesante (además de Reynolds, que es idóneo como galanazo y comediante, aparecen la estupenda Mary Steenburgen, Craig T. Nelson y la estupenda comediante Betty White) y gags bien planeados.




Sin embargo, el efecto es artificial y, al igual que hace diez años – cuando hizo Fuerzas de la naturaleza con el entonces muy de moda Ben Affleck-, se nota que no hay química entre la estrella y su compañero principal (esto quiere decir que por muy atractiva que luzca una pareja, no necesariamente significa que parezcan locos el uno por el otro) y esto afecta el resultado, convirtiéndola en un producto del montón, entretenido para cuando no hay gran cosa que la cartelera ofrezca, como parece ser el caso esta temporada de verano.

La Proposición/The Proposal
Con Sandra Bullock, Ryan Reynolds, Dennos O’Hare, Mary Steenburgen, Malin Akerman y Craig T. Nelson
Dirige Anne Fletcher
Estados Unidos, 2009

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9 jun 2009

La propuesta de Sandra Bullock

Tras un par de años de ausencia de las pantallas, en los que se dedicó a las delicias del matrimonio, la reina de las comedias románticas vuelve por sus fueros.

Miguel Cane


Sandra Bullock in Lions Gate Films' Crash


En los años 90, el rostro de Sandra Bullock, con sus facciones dulces, sonrisa radiante y melena oscura, era sinónimo de superestrella y glamour. Sin embargo, desde 2006 se había mantenido alejada de los sets, enfocada en su relación matrimonial con el conductor de TV Jesse James. Una de las razones que aduce a esta ausencia, es esta “el noventa por ciento de las emociones y lugares y personas dentro de este negocio, son imaginarios,” señala “llegó un momento en que me aburría tener que actuar más. Estaba más interesada en hacer otras cosas, producir, por ejemplo. Y dedicarme un tiempo a mí misma. Llevaba demasiado tiempo trabajando sin parara. Entonces una mañana me desperté y le dije a mi esposo, ‘hoy no voy a ir a trabajar’ y me quedé en casa. Así, un día se hilvanó a otro y de pronto fueron dos años de quedarme en casa… ¿y te digo algo? Por una parte, resultaron ser los mejores años de mi vida.”

¿Qué hiciste durante el tiempo en que estuviste lejos de los sets?
Muchísimas de las cosas que antes no podía: leer, leer todos los libros que me hicieron falta; tomar clases de cocina. Estar cerca de mi familia. Creo que hacer estas cosas, es una manera de madurar como persona. Cuando era más joven trabajaba sin parar, y hubo un momento en que estaba tan enfocada en ello, que me perdí de muchas cosas sencillas, que me dan un gran placer. Y descubrí que me lo pasaba muy bien. Inclusive, me hizo apreciar más mi trabajo. Me puse a producir… ¡y me encantó! Aprendí algo nuevo.

¿Cómo ha sido la experiencia de compaginar los papeles de actriz y productora?
Requiere un equilibrio muy difícil, muy delicado. Procuré, con los otros compañeros de producción, tomar muy bien las decisiones referentes a cada proyecto. Por ejemplo, en La Propuesta, estuve involucrada en ambas formas y créeme, no era fácil, trabajaba muchas horas y sentí una gran responsabilidad, pero estoy muy orgullosa de mi trabajo en esta película.


Sandra Bullock at the Hollywood premiere of TriStar Pictures' Premonition


¿Cómo surgió este retorno a la comedia?
Conocía al guionista, es buen amigo mío, y le pedí que me pasara una historia. Enseguida me enamoré de Maggie y su aventura, del aprendizaje por el que pasa mediante una situación que a cualquiera le parecería absurda, pero que es totalmente factible (tener que casarse para obtener papeles de residencia) pero a la vez me di cuenta de que era una historia muy humana, con la que muchos se identificarían.

¿Te interesa seguir el camino de la diversificación de tu carrera?
Pues la dirección es algo que me atrae, no es ningún secreto: he dirigido algunos cortometrajes. Es muy difícil, porque careces de presupuesto. Sólo tienes una opción, a la que has de ceñirte. En un largo tienes más posibilidades, y lo que cuesta al final es tomar las decisiones correctas. Este año mi compañía va a producir varias películas donde no participo como actriz, y también produzco dos films independientes, uno americano y otro australiano, con directores noveles que han escrito sus propios guiones.

¿Qué roles te gustan más, las heroínas de acción o las comedias románticas?
Ambos. No podría decidirme por una sola. Me gustan sobre todo las buenas historias. Cuando acabo de hacer el papel de una mujer frágil y sensible, me entran ganas de convertirme en una heroína alocada de acción. La verdad es que me gustan mucho todos los géneros. Creo que soy fuerte y valiente, pero no tanto como para hacer siempre acción. Verás, lo que a veces pasa es que me encasillan con el último papel que he hecho. Unas veces soy la chica acción, otras la chica de comedia romántica, otras la chica espía en las redes informáticas, y la próxima será, yo qué sé, lo que venga. Siempre te encasillan con lo último que has hecho, pero creo que esta imagen va a quedar definitivamente borrada algún día. En cuanto a la popularidad, un día eres popular y otro no lo eres, pero en cualquier caso procuro no basar mi autoestima en la taquilla.

Sin embargo, hay quien afirma que apartarte de las comedias románticas es un error. ¿Qué opinas?
Mira, como artista no puedes dejar que tu imagen marque tu carrera, necesitas tomar las decisiones libremente. Ahora estoy en una posición que me permite hacerlo y no fue fácil llegar a ella, pero te diré que con todo, no me arrepiento absolutamente de nada de lo que he hecho hasta ahora. Hasta de las malas películas y tú y yo sabemos que he tenido algunas de esas (sonríe), he aprendido algo. Esta carrera no tiene desperdicio.


Sandra Bullock 76th Academy Awards


¿Qué te divirtió de hacer esta película?
Muchas cosas: trabajar en locación – eso siempre me entusiasma-; el elenco: Ryan Reynolds es un estupendo comediante, con gran timing. Me gustó poder tomarme las cosas con humor y poder reírme un poco de mí misma. Creo que eso es lo más sano que hay para poner al ego en su lugar.

¿Alguna vez, durante este ‘sabático’, pensaste en el retiro?
No, yo creo que no. Esta es mi vocación, me gusta lo que hago. Es sólo que mi ritmo de trabajo no es tan intenso como antes. Creo que ahora tengo otro tipo de prioridades, y eso también está bien.

¿Te consideras una mujer con suerte, como tu personaje en La Propuesta?
¡Creo que soy una mujer con mucha suerte! Siempre he tenido mucho apoyo de mi familia. He crecido mucho en los últimos años, en lo profesional y personal, aunque siempre he tratado de mantener mi vida con un orden armónico, porque me siento mejor cuando estoy centrada y puedo ser fiel a mí misma. La verdad es que no tengo vocación de estrella; sólo soy una actriz que trabaja. Me gusta llevar una vida de familia antes que nada... La fama, como te dije antes, viene mucho después. Me siento satisfecha, porque lo que tengo no ha sido gratuito. Por supuesto que hay muchos otros sueños qué cumplir: todos los días hay algo que me entusiasma… y me gusta explorar todas las posibilidades que hay en todos los aspectos de mi vida.

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6 jun 2009

Intimos Extraños, de Miguel Cane - Patricia Farías

Patricia Farías

Miguel Cane y yo no nos conocemos personalmente. Tengo en mi mente una imagen de él que se apoya en fotografías, y en leerlo en varios mensajes que hemos intercambiado, tanto públicos como privados. A eso se suman ahora las descripciones que aparecen en su libro, hechas por personas que sí lo conocen y que lo describen un poco en su forma de ser. En muchos sentidos, Miguel es para mí un “íntimo extraño”. Otro ingrediente para esa imagen fue el recibir hace unos días un envío de su parte: su libro llegó al Uruguay y a mis manos gracias a la calidez de la persona que conocí de monitor a monitor hace unos pocos años… ¡gracias otra vez!
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En “Intimos extraños” Miguel Cane permite que nos acerquemos y nos sentemos junto a él y su entrevistado, escuchando la conversación. Ejerciendo ese arte de conversar al que hace referencia en una de las frases que leemos al abrir las primeras páginas, el autor deja que el personaje entrevistado hable, sin interrupciones banales, dando lugar a que el lector vea algo más que al nombre que aparece en las marquesinas.
Gwyneth Paltrow in Focus Films' Possession
Gwyneth Paltrow

Miguel hace una pausa y nos describe un gesto, una expresión del rostro o la forma en que el otro ríe; describe la ropa que eligió la persona entrevistada y eso nos da la sensación de estar ahí, participando callados y sin molestar, de esa charla.

Las preguntas hábiles y oportunas nunca dan lugar a una respuesta cerrada: no cabe un “sí” o un “no” simplemente, por lo que quien responde puede derivar hacia donde se sienta más cómodo. Podemos saber de qué modo se enfrentan a un papel, cómo lo prepararon, qué sienten frente a ese bien tan buscado (y que puede pesar tanto) que es la fama; podemos saber qué han estado leyendo, o sorprendernos cuando un actor se revela como un hombre que valora por encima de todo su familia y por eso la preserva todo lo que puede. Las preguntas no buscan el sensacionalismo que muchas veces vemos en otras publicaciones, ni saber quién está con quién y por qué… buscan algo mejor: mostrar a la persona detrás del nombre famoso.
Si no todos los actores se muestran tal cual son durante las entrevistas –como indica el autor– ya sea porque las entrevistas son parte de su trabajo y allí se “visten de su nombre famoso”, o porque eso les permite resguardar la poca vida privada que aún pueden resguardar, de todos modos las respuestas son interesantes y uno sigue leyendo, pasando de un nombre conocidísimo a otro, hasta llegar a la entrevista final con Liv Ullmann.

Esta entrevista sin dudas es muy significativa para el autor, y así queda aclarado en su introducción. Pero para mí como lectora del libro, también lo fue. Miguel en ese momento tenía veintiséis años, y es evidente que la Sra. Ullmann se sintió sorprendida con el conocimiento de su trayectoria y las opiniones sobre un cine que ella consideraba que ya no llegaba a los jóvenes como al público del momento en que fue realizado. Se la ve cómoda respondiendo, mostrándose auténtica y muy cálida. Pero nada de esto es casual. Esto es sin dudas, la lógica respuesta a las actitudes y aptitudes de quien la entrevistaba.


Liv Ullmann

Y aquí como lectores vemos la clave de por qué las demás entrevistas son tan atrapantes y con toda seguridad, serán releídas: ha pasado el tiempo, pero lo esencial del entrevistador sigue allí. El conocimiento sobre la trayectoria del entrevistado (las entrevistas son, claramente, cuidadosamente preparadas, de ahí que nunca se lea aquello de “cuál es tu color preferido”, que debe provocar un mortal aburrimiento en el entrevistado…), el respeto con que se formulan las preguntas y sobre todo, la sencillez de quien sabe dejar que el otro tome el lugar central de una charla de este tipo. Miguel Cane es sin dudas, un profesional, pero también por momentos podemos ver a aquél Miguel más joven que seguramente se sintió emocionado por estar frente a uno de sus íconos personales, como lo es Liv Ullmann. Todavía, me parece, se siente afortunado de poder dedicarse a lo que se dedica, y eso hace que algunas preguntas parezcan apuntar justamente a lo que el lector quisiera saber sobre las estrellas que brillan más en estos momentos.

Si le preguntáramos, puede que nos diga algo parecido a lo que leemos en una de sus entrevistas: “soy un hombre que trabaja, la única diferencia es lo que hago para ganarme la vida”.

La gran diferencia, Miguel, es cómo lo haces y cómo lo compartes con quienes hemos tenido el gusto de leer tu colección de conversaciones.


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David Carradine (Abraxas) R.I.P. - por Filiberto López

Filiberto López




Yo no me perdía ni un episodio de Kung Fu. Era una serie televisiva que no se parecía a nada que yo hubiera podido imaginar. Si había un personaje intrínsecamente bueno, era Kwai Chang Caine. Y por supuesto, tenemos también en el programa a mi estimadísimo maestro Po: el maestro que todos hubiéramos querido tener. Me parecía que Kung Fu era, en cierto sentido, la versión moderna de las Fábulas de Esopo. Al menos una vez durante el programa, teníamos una moraleja, a cargo del Pequeño Saltamontes y su Maestro:

Saltamontes: Maestro, ¿Cual es la mejor forma de enfrentar la pérdida de un ser amado?

Maestro: Sabiendo que cuando amamos de verdad, nunca perdemos al ser amado... Solamente después de la muerte es cuando se siente la verdadera profundidad del vínculo amoroso, y nuestro ser amado se vuelve aún más parte de nosotros que lo que hubiera sido posible mientras viviera.

Saltamontes: ¿Podemos sentir esto solamente con aquellos a quienes hemos conocido y amado durante un largo tiempo?

Maestro: Algunas veces, un extraño al que conocemos durante unos cuantos momentos, puede encender una chispa en nuestra alma, para toda la eternidad.

Kung Fu fue un programa eminentemente moral, pero sin ser moralista. Siempre me quedaba pensando yo en muchas cosas después de ver Kung Fu. Además de su faceta moral, tenemos la acción: me encantaba ver al Saltamontes repartiendo justicia a patadas por todo el viejo oeste.




El primer episodio, o programa piloto, o como se llame, en el cual conocemos a Kwang, vemos cómo pasa por la escuela, cómo se hace adulto, la razón por la que abandona China, y cómo llega al "País de la Montaña de Oro" - en chino Gumshan (o sea, los U. S. of A.) para ayudar a sus paisanos a construir el ferrocarril. Ese episodio es en sí mismo una excelente película, y si tuviera yo que quedarme con un solo episodio de toda la serie, no dudaría en quedarme con éste. Por otra parte, siempre me hervía la sangre cuando llegaban a repetir la escena de la graduación del Saltamontes como monje Shao Lin (cuando carga el pebetero ardiente con sus antebrazos desnudos.) Es una de las mejores escenas que se han filmado para la televisión.
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Ahora bien, tenemos a Bill: uno de los más malvados personajes que haya hollado con sus sucios pies la "Pantalla de Plata". Él es el comandante en jefe del "Escuadrón de Asesinos de la Víbora Mortal," y su nombre en clave, es "Encantador de Víboras."




Y Bill es un Encantador de Viboras - las encuentra y las hechiza para dominarlas. Es una especie de "padrote" que identifica mujeres que potencialmente serían buenas asesinas, las enamora, las entrena hasta convertirlas en asesinas mortíferas, y luego las suelta por el mundo. Bill no admite desertores, y cuando su alumna predilecta se sale del escuadrón, para tratar de abandonar todo y casarse, se aparece en la capilla y mata a todos los que están ahí, sin lograr matar a la "Mamba Negra" - La Novia. Nada más la deja en estado de coma durante cuatro años.

La Novia se vuelve contra su ex-maestro, ex-amante, ex-jefe para buscar una venganza brutal, de proporciones Wagnerianas. Kill Bill 1 me fascinó, mientras que Kill Bill 2 me pareció totalmente prescindible. Yo hubiera filmado nada más la primera película, incluso aunque no hubiera culminación y clímax. Yo hubiera dejado a los espectadores con la duda sobre sí La Novia pudo matar a Bill o no.

Bill es también un personaje memorable: es la suma de toda la desgraciadez que puede contener un asesino a sueldo que a la vez es un maestro de todas las artes marciales, y que además de matar por dinero, lo hace como una forma de arte. Basta con recordar la espantosa escena de la matanza en la capilla, cuando Bill se encuentra a su ex-matona y le está explicando sus motivos:

BILL: "Do you find me sadistic? You know, I'll bet I could fry an egg on your head right now if I wanted to. No, Kiddo, I'd like to believe you're aware enough, even now, to know there's nothing sadistic in my actions... maybe towards those other jokers, but not you. No, Kiddo, this moment, this is me at my most... masochistic."




O sea, que Bill dice que la está matando no por sadismo, sino por masoquismo, pero el resultado es el mismo: la va a matar. La película es una película eminentemente inmoral: todos los personajes principales son unos asesinos desalmados, y la venganza es el único acto moral concebible para ellos.

Probablemente mucho del trabajo de David Carradine no vale la pena, pero simplemente por "Kung Fu" y "Kill Bill", le estoy agradecido. Nos ofreció las dos caras de la vida: la bondad excelsa y la maldad más abyecta - Abraxas.

David, te voy a extrañar.

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5 jun 2009

The First and The Last / Los primeros y los últimos, de Adolf Galland

Jacobo Bautista

Siguiendo con mi etapa de libros de la Segunda Guerra Mundial, me encontré con que Amazon consiguió una reedición más del libro de Adolf Galland, The First and The Last y pensé que ya estaba bueno de libros de guerra americanos, había que leer uno ‘del otro lado’.

El libro, agotado durante algo así como dos años, de repente estuvo disponible y apenas lo supe, lo compré. Galland es uno de esos personajes medio obscuros de la historia; nunca su nombre se ha vuelto tan famoso como el de Richtofen, el célebre Barón Rojo, pero afortunadamente tampoco se le ligó con las altas esferas de los Nacional Socialistas alemanes que llevaron al mundo al caos en los años 40.

Galland voló en la Segunda Guerra Mundial para la Luftwaffe, sus éxitos como piloto lo colocaron cerca de las elites que tomaban decisiones en el tercer Reich. En realidad el libro lo compré porque quería leer de combate aéreo, se trata de un piloto que participó de inicio a fin en la guerra, que se volvió célebre derribando Spitfires en la Batalla de Inglaterra y pensé que el libro contenía descripciones de las batallas aéreas, de sus aviones y de la vida en los campamentos, algo como lo que he estado leyendo de la Compañía E de la 506 Aerotransportada del ejército americano... pero no, Galland apenas le dedicó unas páginas a sus más de cien victorias en el aire y algunas otras líneas a las características de los aviones que manejó... a manera de disculpa Galland dice que el volar y el combate aéreo se le daban naturales y que él no encontraba gran cosa en derribar dos o más aviones en una sola misión.

El libro comienza como un recuento personal de sus traslados y expectativas como piloto de combate, pero muy pronto aparecen los políticos en su vida, primero el Comandante en Jefe de la Luftwaffe, Hermann Göring, para quien Galland de repente sólo tiene comentarios sarcásticos acerca de su ineptitud (Göring siempre fue el favorito de Hitler) y poco después, Adolf Hitler... aquí el libro volvió a interesarme porque Galland brinda un retrato desinteresado del dictador alemán, cuando Galland se atrevió a comentarle sus opiniones sobre la obvia superioridad que él sentía que tenían los ingleses y –para sorpresa suya y del lector– Hitler escuchó atento, dejándolo expresarse y haciéndole comentarios en los que Galland notó que eso no le caía de sorpresa al Führer.

La celebridad de Galland, además de sus impresionantes dotes como piloto, se debe en gran parte a su sinceridad y su forma de pensar; en el libro de queja a cada paso de las decisiones estúpidas tanto de Hitler como de Göring (Alemania estaba en vías de ganar la Batalla de Inglaterra cuando decidieron cambiar la estrategia que les hizo perderla)... pero lo más grandioso del asunto es que Galland tenía claro entonces que las decisiones estaban mal y hacía todo en su poder para convencer a los altos mandos de corregir, paso a paso Galland escribe la tragedia –como él mismo la llama– en que los alemanes, a pesar de tenerlo todo para ganar, terminaron perdiendo... pero lo valioso es que no se esperó a perder para externar su pensamiento sino que desde siempre fue un crítico acérrimo de las estrategias alemanas.

El libro se titula El Primero y el Último, pero bien se podría titular ‘La Tragedia de la Luftwaffe’. Galland, poco después de derribar cien aviones enemigos (casi todos ingleses), fue nombrado Jefe de los Cazas de la Luftwaffe, luego entonces, fue retirado del servicio activo (aunque, en un par de traslados, Galland viajó de una junta a otra en un avión caza, se desvió de su curso, encontró cazas ingleses y los derribó)... y desde entonces dedicó sus esfuerzos para que los cazas de combate alemanes pudieran defender con éxito al Reich, y desde ahí fue testigo y víctima de la miopía de Göring y de la necedad de Hitler, quienes siempre quisieron bombarderos más que cazas para atacar al enemigo en lugar de defenderse de él... y no entendieron nunca que incluso para atacar con bombarderos, necesitaban cazas para proteger a los bombarderos de los cazas enemigos.


Pero los cazas para Hitler siempre fueron una necedad de Galland, luego entonces nunca les puso atención y así no pudo nunca proteger a los bombarderos alemanes y luego peor, no tenía con qué proteger a Alemania de los bombarderos americanos e ingleses... peor aún, desde 1939 estaba ya muy bien desarrollado un jet, el primer jet del mundo, pero Hitler no quería que el Me 262 (el primer caza jet) se desarrollara porque creía que la guerra terminaría muy rápido y antes de que éste sirviera para algo... cuando Galland, ya despedido de su puesto como jefe de los cazas alemanes, pudo al fin, al final de la guerra, pudo formar por fin un grupo de jets Me 262 para defender al Reich... y comprobó que esta arma pudo haber detenido los bombardeos americanos e ingleses de haber sido producido en masa dos años antes (tal era su superioridad técnica).

Al leer a Galland, sobre cómo las decisiones y estrategias alemanas estuvieron totalmente equivocadas desde el inicio uno no puede sino relacionar con su entorno y ver cómo algunas cosas van directo al fracaso por la poca visión de sus líderes.

Al final, aunque obviamente Galland habla de bombas, de explosiones y de muertos (perdió a sus dos hermanos en la guerra, pero no les dedica mas que un par de líneas), no es propiamente el tipo de libros de guerra que había estado leyendo (experiencias de primera mano de soldados), es muy interesante porque se trata de una lectura muy crítica hacia sus líderes y las acciones porque las decisiones se tomaban en alguna oficina en algún lado y Galland las experimentaba de primera mano, las padecía, en el frente de batalla donde, a pesar de estar ya disponible, no se le brindaban las mejores armas para combatir y aún más, se le encomendaban tareas ilógicas con el armamento inadecuado.

Una cosa que no creo que Galland haya entendido bien a tiempo que escribió el libro es que (si bien me quedé con ganas de que escribiera más de sus combates) resulta ser una excelente crítica hacia las dictaduras porque a final de cuentas todas las decisiones de Hilter que llevaron al colapso del Reich nunca tuvieron un contrapeso, por más que le explicaban que las cosas las hacía mal, el tipo ya había decidido sobre tal o cual cosa y como es el único que tiene la razón, al final era lo que se hacía... no tenía un Congreso opositor que enderezara el rumbo o detuviera las idioteces, no tenía aspirantes a su cargo que propusieran mejores soluciones y no había medios de comunicación que expusieran al pueblo alemán que lo que se hacía estaba mal... simplemente el tipo decía ‘vamos para allá’ y la servil masa alemana de 1939-45 lo siguió hasta la cloaca.

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